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¿EDIFICIOS SIN VALOR?

"Jesús le contestó:
—Créeme, querida mujer, que se acerca el tiempo en que no tendrá importancia si se adora al Padre en este monte o en Jerusalén. Ustedes, los samaritanos, saben muy poco acerca de aquel a quien adoran, mientras que nosotros, los judíos, conocemos bien a quien adoramos, porque la salvación viene por medio de los judíos. Pero se acerca el tiempo —de hecho, ya ha llegado— cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera. Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad." (Evangelio de Juan cap. 4:21-24)



Las personas ven grandes edificios y se jactan de pertenecer a la cultura, tradición o sociedad de quienes los edificaron. Sin embargo, ¿cuál es el verdadero valor de las grandes catedrales, por ejemplo? ¿Tienen un valor espiritual real

La respuesta deberá buscarse en Aquel en cuyo honor se supone que alguna vez fueron edificadas. Pues bien, quienes buscamos conocer cabalmente las palabras de Jesús el Cristo, encontramos de sus labios una opinión que echa por tierra toda la importancia que los hombres y su tradición cultural le dan a sus grandes edificaciones humanas: 

"Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios. Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada." (Marcos 13:1-2) 


"Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida." (en Lucas 21)



Por supuesto que el valor material e histórico puede ser inmenso, pero el valor espiritual de todos los edificios, en relación al evangelio de la gracia, es nulo.

Por eso el gran apóstol de Cristo escribió:
"... no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,... teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos,14 sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros... 16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. Pues sabemos que, cuando se desarme esta carpa terrenal en la cual vivimos (es decir, cuando muramos y dejemos este cuerpo terrenal), tendremos una casa en el cielo, un cuerpo eterno hecho para nosotros por Dios mismo y no por manos humanas." (2 Corintios cap. 4 y 5:1)

Los cristianos que han recibido las arras del Espíritu Santo de Dios (2 Corintios 5:5) no tienen puesto sus ojos y corazones en las grandes piedras y templos de este mundo y su pasajera gloria, sino en la gloria eterna de la nueva creación de Dios, la cual ha prometido a todos los que esperan Su venida. 

Amén. 
N.M.G.

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