Ir al contenido principal

¿Cómo juzgamos nuestra forma de pensar?



 "¿Quién como el sabio?; ¿y quién como el que sabe interpretar las cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará. "(Eclesiastés 8:1 -Reina Valera)

"Qué maravilloso es ser sabio,
poder analizar e interpretar las cosas.
La sabiduría ilumina el rostro de una persona,
suaviza la dureza de sus facciones." (Eclesiastés 8:1 –Nueva Traducción Viviente)


¿Por qué pensamos y juzgamos del modo que acostumbramos? 
¿En qué basamos nuestras convicciones? 
¿Hasta qué punto estamos conscientes de lo que verdaderamente creemos? 
¿Por qué le damos autoridad de veracidad a cierta información y no a otra?
¿Te has hecho estas preguntas? ¿Te detuviste alguna vez a meditar en ello?

"Juzguen con justo juicio" (Juan 7:22) es un mandato del Señor, para nada menor.

juicio
Del lat. iudicium.
1. m. Facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso.
2. m. Estado de sana razón opuesto a locura o delirio.
3. m. Acción y efecto de juzgar.

Es necesario juzgar las cosas, esto significa analizarlas para entenderlas, como paso previo a obtener un resultado correcto, que es lo que implica llegar a un: juicio justo. 

Guardar nuestro corazón, guardarnos del mundo, guardarnos de los falsos maestros, retener nuestra corona, permanecer firmes en la fe (acciones a las que nos exhorta la Escritura), requiere de la madurez, la cual es el resultado de haber crecido al alimentarnos de la palabra de Dios (ver Mateo 4:4; 1 Pedro 2:2, Efesios 4:13-18). Un adulto se diferencia de un niño en su forma de pensar, razonar y entender las cosas (conf. 1 Corintios 13:11).

Un cristiano maduro, es una persona juiciosa, una persona que analiza todas las cosas. Como está escrito: el hombre “espiritual juzga todas las cosas, pero él no es juzgado por nadie" (1 Corintios 2:15). 

Esto significa que ningún hombre carnal puede entender a un hombre espiritual (aquel que ha nacido por obra del Espíritu de Dios). Así, por ejemplo, para el mundo, el apóstol Pablo podía ser un mero hablador de fábulas, pero conforme a la sabiduría de Dios, él era un defensor de la verdad del evangelio y un administrador de los misterios de Dios (conf. 1 Corintios 2:6-16). Por ende, Pablo pudo juzgar la forma de pensar del mundo, entenderla y librarnos de ella de acuerdo a la doctrina del Espíritu, lo cual entendemos al escudriñar diligentemente sus cartas (ver por ejemplo Romanos 1:22-32).  

Pero la mentalidad del mundo no puede hacer lo mismo con el juicio espiritual (“la mente de Cristo-1 Cro. 2:16-), no lo puede discernir porque "se ha de discernir espiritualmente" (v.14). De ahí que también el apóstol amonestara a los corintios al decirles que no les podía hablar como a espirituales, porque aún eran carnales y pensaban “como hombres” (conf. 1 Cor. 3).

Así entonces, nuestra sabiduría implica un esfuerzo consciente por pensar conforme a la verdad que está en Cristo y proviene de Él. Por lo tanto, juzgar con justo juicio requiere ser instruido en la palabra de verdad a fin de obtener el discernimiento que procede de la enseñanza con que Dios alumbra nuestra mente, así pues: “teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos” (2 Cor. 4:13).

Cuando entonces nos enfrentamos a una enseñanza (doctrina) o testimonio bíblico, lo mismo que cuando confrontamos las pretensiones intelectuales o religiosas del mundo (filosofías, creencias, tradiciones religiosas, etc.), necesitamos juzgar correctamente, con justo juicio, conforme a la verdad. 

Sólo entonces podremos usar "la espada del Espíritu" para exponer el error y vencer toda mentira y pecado, a fin de que se cumpla la palabra del Señor: “Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas;  y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” (Juan 8:31-32 - NTV).


N.M.G.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La doctrina más radical de Cristo

  Radical 1. De la raíz o relacionado con ella. 2.Que afecta a la parte fundamental de una cosa de una manera total o completa.   El Señor Jesús enseñó muchas cosas, entre ellas, el reino de Dios y las parábolas del reino y el juicio, fueron su tema central. Pero de todas ellas, hay una enseñanza que el mismo Señor señaló como fundamento indispensable, sin lo cual una persona no puede ver, ni entrar, en el reino de Cristo. Así, leemos en el capitulo 3 del evangelio de Juan, acerca de uno de los principales entre los judíos de los días de Jesús, que lo buscó de noche para hablar. El relato dice: “Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en e

Una pregunta de Dios ¡respondida después de miles de años!

"¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve, O has visto los tesoros del granizo...?" En el capitulo 38 del libro de Job, se halla el versículo citado en el cual Dios mismo le hace dicha pregunta a Job. Además de lo maravilloso y asombroso de las imágenes que vemos en las fotos que desnudan ante nuestros ojos los secretos que guarda la nieve, resulta humanamente inexplicable que ellas fueran recién descubiertas miles de años después de que fuera escrito aquel libro del Antiguo Testamento. Es decir, o bien estamos ante las palabras de Dios mismo registradas por el hombre, o estamos ante un pasaje que nunca hubiese tenido sentido para nosotros (humanamente conocido) a no ser gracias a este descubrimiento que estamos considerando, un descubrimiento que, ciertamente, ha sacado a la luz esos tesoros de la nieve que ni Job ni ningún hombre de la antigüedad pudieron ver.  Concretamente fue "Wilson Alwyn "Snowflake" Bentley (9 de febrero, de 1865 –

Gozo Inefable, Ferviente y Glorioso

"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,   para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,   que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.   En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,   para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,   a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso;   obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas." (1 Pedro 1:3-9)