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Mostrando entradas de septiembre, 2019

¿Miedo a la Luz?

Causa más temor la santidad que el pecado, ¡que buena observación! El pecado se podría resumir en hacer lo que quiero, sin tener en cuenta a quién afecto y sin rendirle cuentas a nadie por ello , mientras que la santidad, es hacer lo que Dios quiere, buscando no dañar a mi prójimo, sino haciéndole bien, sabiendo que rendiré cuentas a Dios de toda mi vida . En la primera opción, los resultados están a la vista: gente egoísta, orgullosa, altanera, implacable, que se burla de Dios y se opone a lo que Jesucristo enseña (aun cuando puedan citar y conocer la Biblia) y a los que la profesan como Palabra de Dios digna de confianza y profundo escudriño para obediencia. En el llamado a la santidad, en cambio, se nos ofrece una vida de humilde mansedumbre guiada por Dios a través de Jesucristo, quien con sus palabras y ejemplo nos enseña a vivir en paz, justicia y seguridad de la esperanza que vive y se sustenta en Su evangelio. En el pecad

VOCEROS DEL MUNDO

Este breve escrito busca mostrarte la profunda diferencia entre lo que el mundo considera y teme, y lo que Dios verdaderamente te llama a considerar y temer. Lo que el mundo llama "conspiración" no es lo que verdaderamente conspira contra tu alma.  El mundo aplaude a los falsos profetas, porque los falsos profetas niegan el único mensaje de salvación dado a los hombres: "La piedra que ustedes, los constructores, rechazaron ahora se ha convertido en la piedra principal”. ¡En ningún otro hay salvación! Dios no ha dado ningún otro nombre bajo el cielo, mediante el cual podamos ser salvos ." (Hechos 4:11-12). No es el mundo el que necesita ser salvo, sino el corazón humano. Por eso el Señor dijo: "Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.&qu

Visión Espiritual

"Cuando contemplamos el estado de cosas en el mundo de hoy, nos impresiona y nos oprime profundamente la persistente enfermedad de su ceguera espiritual. Es la enfermedad esencial de nuestro tiempo. No andaremos muy descaminados si decimos que la mayoría de los problemas que padece el mundo, si no todos, pueden trazarse hasta la misma raíz: la ceguera. Las masas están ciegas; no hay duda de ello. En días que se suponen de iluminación sin igual, las masas están ciegas. Los dirigentes están ciegos. Ciegos guías de ciegos. Pero, en gran medida, lo mismo es cierto con relación al pueblo de Dios. Hablando en general, en el día de hoy los cristianos están realmente ciegos. (...) Esto nos lleva entonces a la necesidad de este tiempo, la necesidad que, por supuesto, es la necesidad de siempre, de cada hora, de cada día y de cada época. Pero, en nuestro tiempo nos volvemos cada vez más conscientes de esta necesidad. En un sentido, podemos decir que nunca hubo un tiempo en que se nec