"Cuando contemplamos el estado de cosas en el mundo de hoy, nos impresiona y nos oprime profundamente la persistente enfermedad de su ceguera espiritual. Es la enfermedad esencial de nuestro tiempo. No andaremos muy descaminados si decimos que la mayoría de los problemas que padece el mundo, si no todos, pueden trazarse hasta la misma raíz: la ceguera. Las masas están ciegas; no hay duda de ello. En días que se suponen de iluminación sin igual, las masas están ciegas. Los dirigentes están ciegos. Ciegos guías de ciegos. Pero, en gran medida, lo mismo es cierto con relación al pueblo de Dios. Hablando en general, en el día de hoy los cristianos están realmente ciegos. (...) Esto nos lleva entonces a la necesidad de este tiempo, la necesidad que, por supuesto, es la necesidad de siempre, de cada hora, de cada día y de cada época. Pero, en nuestro tiempo nos volvemos cada vez más conscientes de esta necesidad. En un sentido, podemos decir que nunca hubo un tiempo en que se necesitaran más personas que pudieran decir: “¡Veo!”
Esta es la necesidad en este preciso momento. Es una necesidad
grande y terrible y no habrá ninguna esperanza hasta tanto no se supla esta
necesidad. La esperanza pende de este hecho, de que se levanten personas en
este mundo, este oscuro, confuso, caótico, trágico y contradictorio mundo,
personas que puedan decir: “¡Veo!” (...) Esto es así debido al inmenso valor
que el ver tiene para el Señor, en oposición a Satanás, el dios de este siglo,
que ha cegado los ojos de los incrédulos. Esto implica deshacer su obra. “Te
envío para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la
luz, y del poder de Satanás a Dios”. Satanás no va a soportar eso ni en el
principio ni en ninguna medida. Ver es algo tremendo.
Pero, ¡qué gran necesidad tenemos
hoy de hombres y mujeres que puedan afirmarse en la posición en que estaba este
hombre y puedan decir: “Una cosa sé que habiendo sido ciego, ahora veo!” Es
algo grande estar ahí. No sé cuánto veo pero una cosa tengo muy clara, y es que
veo. Es algo que no había sucedido antes. Con tal experiencia hay un impacto,
una certificación. En la Palabra de Dios, la vida y la luz van siempre juntas.
Si alguien realmente ve, hay vida y hay edificación. Si te está dando algo de
segunda mano, estudiado, leído, preparado, no hay más edificación en ello que,
quizás, esa edificación temporal de la curiosidad, una fascinación pasajera.
Pero no se encuentra esa vida real que hace que la gente viva. (…)
…reivindicamos que hay
muchísimo en la Palabra que nunca hemos visto y que aún podemos ver.
Ciertamente, todo el mundo está de acuerdo con esto y simplemente esto:
necesitamos ver, y cuanto más vemos (vemos de verdad), tanto más desbordados
nos sentimos en cuanto al todo. Nos sentimos así porque nos damos cuenta de que
estamos en la frontera de aquella tierra donde las distancias son inmensas, la
cual se extiende mucho más allá del poder y la experiencia de la breve vida
humana.
Para terminar, quiero repetir
que, en cada etapa, desde su inicio hasta su consumación, la vida espiritual
lleva consigo este secreto: ¡Veo! Justo al principio, cuando nacemos de nuevo,
esta debería ser nuestra espontánea expresión, la exclamación de vida. Nuestra
vida cristiana ha de empezar ahí. Pero, a lo largo de todo el camino, hasta la
consumación final, debe seguir ocurriendo esto mismo, la constante experiencia
de este milagro, de modo que tú y yo nos mantengamos en esta esfera de asombro. (...)
¿Cuál es el principio de la vida cristiana? Es un ver. Ha de ser un ver. La misma lógica exige que sea un ver, por razón de que toda la vida cristiana ha de ser un movimiento progresivo a lo largo de una línea hacia un fin. Esta línea y este fin son Cristo. Este era el asunto con el ciego de nacimiento en Juan 9. Te acordarás de cómo, tras ser expulsado, Jesús le encontró y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo de Dios?” Y el hombre “respondió y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor, y le adoró”. El objeto de la vista espiritual es el reconocimiento del Señor Jesús, y va a ser así durante todo el trayecto, de comienzo a fin. Podemos decir que nuestra salvación fue un asunto de vernos a nosotros mismos como pecadores. Pero si hubiera quedado ahí, hubiera sido un expectativa muy pobre.
O podemos decir que es ver que Cristo murió por los pecadores. Esto está muy bien pero tampoco es suficiente. A no ser que veamos quién es Cristo podría encontrar cabida en nosotros este pensamiento sutil y fatal de que también muchos soldados británicos han muerto por sus compatriotas una muerte tan heroica como la de Jesús, sin discernir o diferenciar entre la una y las otras. No, todo el asunto se resume en ver a Jesús. ¿Qué ocurre cuando de verdad ves a Jesús? ¿Qué le ocurrió a Saulo de Tarso?
Bueno, le ocurrieron un montón de cosas, y cosas muy poderosas que nada más hubiera podido producir. Nunca hubieras podido convencer mediante argumentos a Saulo de Tarso para que aceptara el cristianismo. Tampoco le hubieras podido introducir por temor. No hubieras podido convertirlo al cristianismo ni por raciocinio, ni por emociones. Para sacar del judaísmo a este hombre se necesitaba algo más de lo que es posible encontrar en la tierra. Pero vio a Jesús de Nazaret y eso sí lo hizo. Ahora ha salido del judaísmo, es un hombre emancipado, ha visto.”
¿Cuál es el principio de la vida cristiana? Es un ver. Ha de ser un ver. La misma lógica exige que sea un ver, por razón de que toda la vida cristiana ha de ser un movimiento progresivo a lo largo de una línea hacia un fin. Esta línea y este fin son Cristo. Este era el asunto con el ciego de nacimiento en Juan 9. Te acordarás de cómo, tras ser expulsado, Jesús le encontró y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo de Dios?” Y el hombre “respondió y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor, y le adoró”. El objeto de la vista espiritual es el reconocimiento del Señor Jesús, y va a ser así durante todo el trayecto, de comienzo a fin. Podemos decir que nuestra salvación fue un asunto de vernos a nosotros mismos como pecadores. Pero si hubiera quedado ahí, hubiera sido un expectativa muy pobre.
O podemos decir que es ver que Cristo murió por los pecadores. Esto está muy bien pero tampoco es suficiente. A no ser que veamos quién es Cristo podría encontrar cabida en nosotros este pensamiento sutil y fatal de que también muchos soldados británicos han muerto por sus compatriotas una muerte tan heroica como la de Jesús, sin discernir o diferenciar entre la una y las otras. No, todo el asunto se resume en ver a Jesús. ¿Qué ocurre cuando de verdad ves a Jesús? ¿Qué le ocurrió a Saulo de Tarso?
Bueno, le ocurrieron un montón de cosas, y cosas muy poderosas que nada más hubiera podido producir. Nunca hubieras podido convencer mediante argumentos a Saulo de Tarso para que aceptara el cristianismo. Tampoco le hubieras podido introducir por temor. No hubieras podido convertirlo al cristianismo ni por raciocinio, ni por emociones. Para sacar del judaísmo a este hombre se necesitaba algo más de lo que es posible encontrar en la tierra. Pero vio a Jesús de Nazaret y eso sí lo hizo. Ahora ha salido del judaísmo, es un hombre emancipado, ha visto.”
T. Austin Sparks, de su libro "Visión
Espiritual".
Amén!
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