Causa más temor la santidad que el pecado, ¡que buena observación!
El pecado se podría resumir en hacer lo que quiero, sin tener en cuenta a quién afecto y sin rendirle cuentas a nadie por ello, mientras que la santidad, es hacer lo que Dios quiere, buscando no dañar a mi prójimo, sino haciéndole bien, sabiendo que rendiré cuentas a Dios de toda mi vida.
En la primera opción, los resultados están a la vista: gente egoísta, orgullosa, altanera, implacable, que se burla de Dios y se opone a lo que Jesucristo enseña (aun cuando puedan citar y conocer la Biblia) y a los que la profesan como Palabra de Dios digna de confianza y profundo escudriño para obediencia.
En el llamado a la santidad, en cambio, se nos ofrece una vida de humilde mansedumbre guiada por Dios a través de Jesucristo, quien con sus palabras y ejemplo nos enseña a vivir en paz, justicia y seguridad de la esperanza que vive y se sustenta en Su evangelio.
En el pecado el amor se tergiversa, resulta abusado, desnaturalizado y violentado, comenzando por mentir acerca de su fuente, la cual es Dios, el Creador de todos.
En la santidad, el amor se aprecia, se respeta, se defiende, y se reconoce como regalo de Dios, perfectamente encarnado en su Hijo, que dio testimonio de su altura, profundidad y eterna permanencia.
Como dijo un sabio cristiano, entiendo a los niños que tienen miedo a la oscuridad, pero me llaman la atención esos adultos que tienen temor ¡de venir a la Luz!
N.M.G.
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