Podemos entender que quien
controla lo que debes desear tener, controla tu consumo. Pero algo mucho más
fundamental es quien pueda hacer que el hombre crea que es lo que le dicen que
es, pues dominará, no ya lo que consuma el hombre, sino lo que este hará de
acuerdo a lo que crea ser.
Así, la doble moral que existe en
el presente se debe, básicamente, a que hace casi un siglo se implantó en las
corrientes de pensamiento, la idea falsamente científica, de que somos simios
superiores, y nada más. Luego, cuando la mayoría llegó a creer que eso es
verdad respecto de lo que somos en esencia, el sentido de la existencia humana
quedó huérfana de su origen espiritual.
La agenda satánica de la erradicación de Dios de la mente de las personas dio
lugar a una doble moral en la que la mentira, el adulterio, la inmoralidad
sexual, la violencia, el robo, la corrupción jurídica, todo tipo de injusticias,
etc., se siguen practicando pero bajo el ropaje del discurso ético con el que
se dice una cosa, pero se vive otra (muchas veces de manera oculta) e incluso
con un discurso a la carta con el cual se pretenden justificar tales conductas.
Hay muchos frentes de batalla en
los que la verdad, la justicia, lo bueno, lo puro, lo virtuoso, son atacados,
pero no hay nada tan vital como la íntima
convicción de un hombre y una mujer respecto de lo que son y de por qué han
sido traídos a la existencia. Por esta razón, al confrontar el
materialismo-ateo-evolucionista y denunciar sus falacias y vacíos
insalvables, está en juego, no sólo lo que creemos, sino aun más, lo que somos y
hacemos, porque, como muchos podrán reconocer, lo que define nuestra vida, su sentido y la intimidad de nuestro ser,
es lo que verdaderamente creemos.
Para ilustrar pongamos un
ejemplo. Imaginemos una guitarra sin cuerdas que llega a una isla en la que
nadie conoció nunca una guitarra. Uno de sus habitantes la toma y la usa para
percusión. Luego otro dice, "Oh mira, que bien suena, sin dudas se trata
de un instrumento de percusión". Un tercer observador, que conociera lo mismo
que nosotros, diría que es cierto que se trata de un instrumento, sin dudas (aquí
estarían todos de acuerdo), pero estaría
existiendo una diferencia sustancial, esencial, insalvable, respecto de
dicho instrumento. Este tercero observador, irrumpiría en la creencia que
habían establecido los lugareños creyendo que aquella guitarra sin cuerdas era
un instrumento para percusión, y les informaría de un elemento fundamental que
estaba ausente en su percepción. Entonces, traería un juego de seis cuerdas,
las colocaría en aquella guitarra y haría sonar con ellas las más variadas y bellas
melodías. Luego, les explicaría que tales cuerdas configuran el ser de la guitarra, sin lo cual,
su finalidad se estaría perdiendo, ya que la existencia de las melodías
dependía del uso de tales cuerdas.
Podríamos incluso decir que tales cuerdas pudieron
estar siempre presentes, pero nunca haber sido utilizadas, con todo, podríamos
tener un instrumento, podríamos utilizarlo rudimentariamente, y no conocer
jamás su finalidad, que en el caso de la guitarra es el producir melodías a
partir del uso correcto de sus cuerdas.
De manera similar que en nuestra
breve ilustración, podríamos decir que el hombre, aunque admitimos su
familiaridad en tanto participante de la naturaleza animal (lo cual es base de
un origen común), al igual que los primates, es en esencia un ser que va totalmente más allá de la existencia
rudimentaria de estos. Claro que el paradigma existencial por el que han
abogado las mentes anticristianas de la modernidad, es uno en el que el hombre
es privado de sus “cuerdas” y limitado a otra finalidad (el utilitarismo y el
existencialismo son ejemplos de corrientes filosóficas que tratan este punto).
Bien podría decirse que un eximio
percusionista podría hacer sonar una guitarra sin cuerdas (o sin usarlas) de
mil maneras excelentes, pero jamás podría llevar a tal instrumento a cumplir su
propósito genuino. Así también, las ideologías que extirpan del ser humano sus “cuerdas
espirituales”, es decir, su alma (presupuesto de su relación con la Deidad),
intentan reducirlo, privarlo de su llamado celestial, imponiéndole una prohibición
implícita: jamás dar gloria a Dios, reconocerlo, o darle las gracias. La
alabanza al Creador que elevan las almas de los seres humanos queda abolida por
el dios ciego del azar al que el ateísmo ha adoptado ciegamente como verdad
última.
En el imperio del anticristo el hombre y la mujer pueden ser utilizados
para muchas cosas, incluso con buena
reputación, pero hay una, la más vital y elevada de ellos, que les es quitada por
el enemigo de Dios y de las almas: toda oración dirigida al Dios que los creó,
todo intento de poner su ser en las manos de Aquel, todo reconocimiento de la
verdad según Cristo.
Esto que decimos está claramente
implicado en las palabras que hace dos mil años quedaran establecidas en las
Sagradas Escrituras cuando el apóstol Pablo escribía en su carta a los romanos
que:
“… las cosas invisibles de él
(Dios), su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la
creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo
que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a
Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su
necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y
cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios
los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo
que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de
Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al
Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” (Romanos 1:20-25)
Lo que hemos expuesto hasta aquí,
presupone una realidad espiritual en la que las palabras transmiten realidades
que no es posible observar ocularmente, pero que pueden ser percibidas
por la razón. Y así como para ver es necesaria la existencia de la luz, para
poder percibir las realidades espirituales es necesario oír las palabras que
dan a conocer la verdad respecto del reino de Dios.
La Biblia es ese registro
histórico, profético y filosófico en el que hallamos la manifestación de Dios en el
espacio/tiempo y aun más allá de este. Los propósitos del Creador, el destino dado a los hombres y la
batalla en torno a la gloria de Dios, entre otras cosas, son comunicados a los
seres humanos por medio de las palabras que han sido conservadas a través de
los milenios, para que nosotros también sepamos lo que Dios nos ha concedido y por quién y para qué hemos sido creados.
Escudriñar la Biblia con
sinceridad y humildemente, es la única manera de introducirnos debidamente en
el profundo e incomparable misterio que ella alberga.
Dios te bendiga.
N.M.G.
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