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Dos Fuentes, Dos Sabidurías

 




“El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; …” (Juan 7:18)

“Comer mucha miel no es bueno, Ni el buscar la propia gloria es gloria.” (Proverbios 25:27)

 

Un hombre que no reconoce a Dios, es como un cuerpo celeste que ha perdido su trayectoria alrededor del sol. Un hombre que no recibe la verdad de Dios, llegará a ser una mente autoexaltada, una vida de instintos y deseos echados de aquí para allá por las fuerzas naturales a las que, o se entregará como un esclavo del reino animal, o contra las cuales intentará luchar en el terreno de la moralidad humana.

Un hombre que niegue la autoridad del Creador, desechará las leyes morales de Dios para someterse a las torcidas normas de sus propios apetitos y anhelos personales. Por eso, en el fondo, no hay inmorales, sino hombres y mujeres que eligen someterse a uno u otro tipo de código moral

El hombre que le da la espalda a Dios, terminará siendo un moralista a quien su propio sentido de moralidad le acusa de haber fallado. A eso será reducido el ser humano sin Dios, un huérfano existencial enemigo de su Creador. Un ser condenado a morir, que odia la sola idea de ser devorado por la muerte.

Y aun cuando los filósofos y los poetas intentan descifrar el misterio de la vida que los sobrepasa, y traten, con ideas ilusorias, negar el terror de todo humano ante la destrucción de su existencia, o maquillen de bella poesía su resignación a la idea de llegar a convertirse en nada, con todo, no pueden más que señalar a los cielos eternos y maravillarse. 

Contemplar la creación en silencio y reconocer humildemente nuestra fragilidad, dependencia y necesidad de Dios, es tal vez el punto de partida para que podamos ser rescatados por el evangelio de Cristo. 

Cuando vemos en la bóveda celeste una manifestación de la gloria del Creador, podemos hallar “el camino correcto” hacia la verdad que viene de lo alto.  Por eso en la Biblia leemos que “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.” (Salmos 19:1)

Y de ese Dios también se escribió: “... ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1 Reyes 8:27)

Jesús les dijo: “Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo.” (Juan 8:23)

“Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres.” (Efesios 4:8)

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Santiago 1:17)

“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” (Hebreos 13:8)

La sabiduría de este mundo, dice la escritura de un servidor de Jesucristo, “es insensatez para con Dios” (1 Corintios 3:19). Esta sabiduría moralista, religiosa, filosófica, etc., que niega la verdad que está en Cristo, “… no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica…. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.” (Santiago 3:15,17)

En el mundo hallamos dos fuentes de enseñanza, la que proviene del mundo, “de abajo”, de los hombres y sus pensamientos e interpretaciones privadas, la cual busca su propia gloria, y una que proviene de lo alto, la cual hallamos en las Sagradas Escrituras, que da gloria al Creador de los cielos y la tierra, donde fue cristalizada la voz del Todopoderoso que habló a la humanidad, como está escrito: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas(Hebreos 1:1-3).

Un hombre que no reconoce la voz de su Creador en Jesucristo, el llamado de la Sabiduría bendita, será presa del padre de mentira, la serpiente antigua, el “sabio maestro del engaño”, aquel de cuyos seguidores se dice que: “Por cuanto aborrecieron el conocimiento y no quisieron temer al Señor; por cuanto no siguieron mis consejos, sino que rechazaron mis reprensiones, cosecharán el fruto de su conducta, se hartarán con sus propias intrigas; ¡su descarrío e inexperiencia los destruirán, su complacencia y necedad los aniquilarán!” (Proverbios 1:29-32).

El abismo es muy grande, como el engaño que alimenta a los “sabios y entendidos” de este mundo, en el que opera Satanás. Por eso, este no es un blog de meros pensamientos personales, es un llamado a que reconozcas que hay un Dios, que es sabio temer a su Palabra y que nos ha dado la posibilidad de conocer la verdad en, y a través de, Jesucristo, hoy.

Porque como Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6)

“Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna.” (Juan 12:44-50).

“El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia” (Juan 7:18)

Amén.

N.M.G.

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