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El arduo trabajo de un anticristo


"¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo." (1 Juan 2:22)

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:13-15)

 “… tenemos, por tanto, a Nuestro Señor mismo estableciendo ese gran principio de que la característica sobresaliente y suprema de la obra del Espíritu Santo siempre será glorificarlo a Él. El Espíritu no hablará por su propia cuenta, ni siquiera llamará la atención sobre sí mismo. … ¿Pero qué quiere decir esto exactamente?  ¿Cómo expresan dicha prueba Pablo en 1 Corintios y Juan en su primera epístola? La prueba consiste en reconocer la verdad acerca de Jesucristo: “Jesús es Señor”, ¡esa es la gran confesión! Fue la gran confesión de la Iglesia primitiva, por la cual muchos de los primeros cristianos sufrieron el martirio. Se les pedía que dijeran “César es Señor”, pero no estaban dispuestos a hacerlo. No, Jesús es Señor, y el único Señor. Glorificarle significa que creemos la verdad acerca de su persona: que Él es en realidad el unigénito Hijo de Dios. Si un hombre no cree en la deidad singular del Señor Jesucristo, o en su filiación eterna del Padre; si no cree en que es igual al Padre (en naturaleza) y coeterno con Él, o en la gran doctrina de la Encarnación, ese hombre simplemente no es cristiano ni tiene el Espíritu de Dios en sí mismo. Tal vez afirme que lo es, y hasta puede que se trate de un supuesto predicador cristiano prominente en la Iglesia; pero si niega que Jesús es Dios, no posee el Espíritu Santo.

Esto es esencial, como expresa el apóstol Juan: “Jesucristo ha venido en carne” (1 Jn. 4:2). Observa también que se destacan los dos lados de la naturaleza: su divinidad eterna y la realidad de su cuerpo humano. Había hombre que aparecían por las iglesias enseñando que la Encarnación no constituía un hecho real, sino que Jesús, el “Señor de gloria” se había revestido de una especie de cuerpo fantasmagórico y no era en realidad un hombre. Otros, por lo contrario, decían que se trataba únicamente de un hombre. El Nuevo Testamento denuncia tanto a unos como a otros; de manera que hemos de afirmar –y el Espíritu Santo nos impulsa a hacerlo-  que “Jesús es Señor”, que “Jesucristo ha venido (verdaderamente) en carne”.

(…) Quisiera añadir una prueba más a esta primera, que consiste en que no sólo crees lo que antes hemos dicho acerca del Señor, sino que le das a Él el lugar central en tu vida. Por eso estoy subrayando este aspecto de la cuestión: el Espíritu Santo tiene que glorificarle y resulta iluminador observar que, en el resto del Nuevo Testamento –después de los evangelios- es aun el Señor Jesucristo quien domina la situación. … En tercer lugar, la expresión “Jesús es Señor” significa, naturalmente, que nos entregamos a Él. Tal vez pienses que cuando el Apóstol dice: “Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo”, lo que quiere decir es que si un hombre se pone en pie y dice: “Jesús es Señor”, es automáticamente cristiano. Pero no significa eso, sino que estamos ante una declaración muy profunda. Si en el mundo del siglo I decías: “Jesús es Señor”, eso muy bien podía suponerte el martirio. Si eras judío, ciertamente estarías condenado al ostracismo por parte de tu familia y tu nombre sería borrado del árbol genealógico. El hombre que dice “Jesús es Señor”, y lo dice en serio, es porque le ha entregado su vida, se ha unido a la Iglesia y, a menudo, está expuesto a la persecución, el ridículo y los malentendidos. De modo que confesar que Jesús es Señor, no supone simplemente repetir una frase, ya que cualquiera puede hacer eso. La repetición vacía de una frase no significa que alguien sea guiado, conducido, movido y habitado por el Espíritu Santo. Se trata de la declaración más profunda de todas, la definitiva. No supone simplemente aceptar la fe, sino comprometerse con ella, echando sobre Jesús todas nuestras esperanzas, nuestros temores, y todo lo demás, tomando la cruz y siguiéndole.

Esta es, por tanto, la primera y la mayor prueba de todas, la cual excluye obviamente muchas cosas que se nos presentan como supuestamente cristianas. De modo que se trata de una prueba excluyente y sumamente valiosa.

(…) Ten cuidado, querido amigo, ten mucho cuidado. Aplica la gran prueba excluyente: ¿Qué dicen acerca del Señor? ¿Qué papel desempeña este en toda su enseñanza y sus planteamientos? ¿Lo reconocen como el Hijo eterno de Dios? ¿Salva derramando su sangre? ¿Es la pieza central, esencial y suprema?” (Martyn Lloyd-Jones, “Gozo Inefable”, pp. 259-263, 265).

ENTRE LOS FALSOS MAESTROS LOS MEJORES SON LOS MÁS DIFÍCILES DE DESCUBRIR

 

En el "mundo cristiano" siempre han habido "maestros" que se levantan con enseñanzas falsas, que con sutileza y solapadamente, convierten a Jesucristo en un medio, y no lo exaltan como el fin mismo de todas las cosas. No lo glorifican como el Señor de la gloria, el Eterno, el gran Yo Soy, "el principio y el fin", "el que es, el que era y el que ha de venir", en el poder y gloria de Dios.

Tales falsos maestros son los que confunden a los cristianos formando nuevas sectas que siguen nuevos vientos de doctrina, en las que se predica "otro Jesús u otro espíritu", y en consecuencia, se trastoca el objeto de la fe.

Por eso, la verdad apostólica nos advierte ya desde el principio: "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros. Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre...  Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él... Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. 4 Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo... El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida... sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna..." (1 Juan 2:19-27; 4:1-4; 5:10-12, 20).

Con sutilezas y vanos intentos por re-traducir las Sagradas Escrituras (torcer), los falsos maestros tratarán de negar la eternidad del Hijo, el cual es la Vida Eterna misma. Tal es la esencia de lo que es negar al Hijo unigénito, puesto que, lo que niegan es, precisamente, lo que oímos desde el principio, esto es, que: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. ESTE ERA en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella... " (Comienzo del Evangelio de Juan).

Las mentiras del infierno terminan donde la Luz de la gloria de Cristo resplandece en los corazones de los creyentes a quienes se les revela, "la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios....Jesucristo (el)  Señor,  Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo." (2 Corintios 4)

Amén. 

N.M.G.


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