"¿Quién es el mentiroso,
sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al
Padre y al Hijo." (
“Pero cuando venga el
Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su
propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas
que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo
hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo
mío, y os lo hará saber.” (
 “… tenemos, por tanto, a Nuestro Señor mismo
estableciendo ese gran principio de que la característica sobresaliente y
suprema de la obra del Espíritu Santo siempre será glorificarlo a Él. El
Espíritu no hablará por su propia cuenta, ni siquiera llamará la atención sobre
sí mismo. … ¿Pero qué quiere decir esto exactamente?  ¿Cómo expresan dicha prueba Pablo en 1
Corintios y Juan en su primera epístola? La prueba consiste en reconocer la
verdad acerca de Jesucristo: “Jesús es Señor”, ¡esa es la gran confesión! Fue
la gran confesión de la Iglesia primitiva, por la cual muchos de los primeros
cristianos sufrieron el martirio. Se les pedía que dijeran “César es Señor”,
pero no estaban dispuestos a hacerlo. No, Jesús es Señor, y el único Señor.
Glorificarle significa que creemos la verdad acerca de su persona: que Él es en
realidad el unigénito Hijo de Dios. Si un hombre no cree en la deidad singular
del Señor Jesucristo, o en su filiación eterna del Padre; si no cree en que es
igual al Padre (en naturaleza) y coeterno con Él, o en la gran doctrina de la
Encarnación, ese hombre simplemente no es cristiano ni tiene el Espíritu de
Dios en sí mismo. Tal vez afirme que lo es, y hasta puede que se trate de un
supuesto predicador cristiano prominente en la Iglesia; pero si niega que Jesús
es Dios, no posee el Espíritu Santo.
Esto es esencial, como
expresa el apóstol Juan: “Jesucristo ha venido en carne” (1 Jn. 4:2). Observa
también que se destacan los dos lados de la naturaleza: su divinidad eterna y
la realidad de su cuerpo humano. Había hombre que aparecían por las iglesias
enseñando que la Encarnación no constituía un hecho real, sino que Jesús, el
“Señor de gloria” se había revestido de una especie de cuerpo fantasmagórico y
no era en realidad un hombre. Otros, por lo contrario, decían que se trataba únicamente de un hombre. El Nuevo
Testamento denuncia tanto a unos como a otros; de manera que hemos de afirmar
–y el Espíritu Santo nos impulsa a hacerlo- 
que “Jesús es Señor”, que “Jesucristo ha venido (verdaderamente) en
carne”. 
(…) Quisiera añadir una prueba más a
esta primera, que consiste en que no sólo crees lo que antes hemos dicho acerca
del Señor, sino que le das a Él el lugar central en tu vida. Por eso estoy
subrayando este aspecto de la cuestión: el Espíritu Santo tiene que
glorificarle y resulta iluminador observar que, en el resto del Nuevo
Testamento –después de los evangelios- es aun el Señor Jesucristo quien domina
la situación. … En tercer lugar, la expresión “Jesús es Señor” significa,
naturalmente, que nos entregamos a Él. Tal vez pienses que cuando el Apóstol
dice: “Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo”, lo que
quiere decir es que si un hombre se pone en pie y dice: “Jesús es Señor”, es
automáticamente cristiano. Pero no significa eso, sino que estamos ante una
declaración muy profunda. Si en el mundo del siglo I decías: “Jesús es Señor”,
eso muy bien podía suponerte el martirio. Si eras judío, ciertamente estarías
condenado al ostracismo por parte de tu familia y tu nombre sería borrado del
árbol genealógico. El hombre que dice “Jesús es Señor”, y lo dice en serio, es
porque le ha entregado su vida, se ha unido a la Iglesia y, a menudo, está
expuesto a la persecución, el ridículo y los malentendidos. De modo que
confesar que Jesús es Señor, no supone simplemente repetir una frase, ya que
cualquiera puede hacer eso. La repetición vacía de una frase no significa que
alguien sea guiado, conducido, movido y habitado por el Espíritu Santo. Se
trata de la declaración más profunda de todas, la definitiva. No supone
simplemente aceptar la fe, sino comprometerse con ella, echando sobre Jesús
todas nuestras esperanzas, nuestros temores, y todo lo demás, tomando la cruz y
siguiéndole. 
Esta es, por tanto, la primera y la
mayor prueba de todas, la cual excluye obviamente muchas cosas que se nos
presentan como supuestamente cristianas. De modo que se trata de una prueba
excluyente y sumamente valiosa. 
(…) Ten cuidado, querido amigo, ten
mucho cuidado. Aplica la gran prueba excluyente: ¿Qué dicen acerca del Señor? ¿Qué
papel desempeña este en toda su enseñanza y sus planteamientos? ¿Lo reconocen
como el Hijo eterno de Dios? ¿Salva derramando su sangre? ¿Es la pieza central,
esencial y suprema?” (Martyn Lloyd-Jones, “Gozo Inefable”, pp. 259-263, 265).
ENTRE LOS FALSOS MAESTROS LOS MEJORES SON LOS MÁS DIFÍCILES DE DESCUBRIR
En el "mundo cristiano"
siempre han habido "maestros" que se levantan con enseñanzas falsas,
que con sutileza y solapadamente, convierten a Jesucristo en un medio, y no lo
exaltan como el fin mismo de todas las cosas. No lo glorifican como el Señor de
la gloria, el Eterno, el gran Yo Soy, "el principio y el fin",
"el que es, el que era y el que ha de venir", en el poder y gloria de
Dios. 
Tales falsos maestros son los que
confunden a los cristianos formando nuevas sectas que siguen nuevos vientos de
doctrina, en las que se predica "otro Jesús u otro espíritu", y en
consecuencia, se trastoca el objeto de la fe. 
Por eso, la verdad apostólica nos
advierte ya desde el principio: "Salieron de nosotros, pero no eran de
nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con
nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.
Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he
escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna
mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús
es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel
que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene
también al Padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en
vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros,
también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre...  Os he escrito esto sobre los que os engañan.
Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no
tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña
todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado,
permaneced en él... Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los
espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el
mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del
anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el
mundo. 4 Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es
el que está en vosotros, que el que está en el mundo... El que cree en el Hijo
de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho
mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su
Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida
está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo
de Dios no tiene la vida... sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha
dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero,
en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna..." (1
Juan 2:19-27; 4:1-4; 5:10-12, 20).
Con sutilezas y vanos intentos por
re-traducir las Sagradas Escrituras (torcer), los falsos maestros tratarán de
negar la eternidad del Hijo, el cual es la Vida Eterna misma. Tal es la esencia
de lo que es negar al Hijo unigénito, puesto que, lo que niegan es,
precisamente, lo que oímos desde el principio, esto es, que: "En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. ESTE ERA
en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de
lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de
los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no
prevalecieron contra ella... " (Comienzo del Evangelio de Juan). 
Las mentiras del infierno terminan
donde la Luz de la gloria de Cristo resplandece en los corazones de los
creyentes a quienes se les revela, "la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen
de Dios....Jesucristo (el) 
Señor,  Porque Dios, que mandó que
de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros
corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo." (2 Corintios 4)
Amén.
N.M.G.

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