“JAH, si mirares a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá
mantenerse?
Pero en ti hay perdón,
Para que seas reverenciado.”
(Salmo 130:3-4)
“… por cuanto todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a
causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la
mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y
el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (Romanos 3:23-26)
"Tras una vida de duda,
afirma rotundamente que "el mal forma parte de nosotros".
"Cuando encuentras a alguien como, digamos, Ted Bundy, que torturó y mató
a todas esas mujeres y, en ocasiones tuvo relaciones sexuales con los
cadáveres, no creo que es porque su madre le puso una pinza de ropa en su pene
cuando tenía cuatro años. El mal está dentro de nosotros". El tamaño del
demonio por tanto sí importa. "Cuanto mayor me hago, menos me creo que
haya algún tipo de influencia diabólica exterior; se trata de la gente. Y a
menos que seamos capaces de hacer frente a este problema, tarde o temprano,
vamos matamos a nosotros mismos. Lo ves ahora con el ISIS” (el autodenominado
Estado Islámico)." Tomado de la entrevista a Stephen King-
Esta declaración del famoso
escritor, nos remite a la explicación del problema humano que el apóstol Pablo
pone de manifiesto en la carta a los romanos hace 2000 años, cuando dijo: “Hubo
un tiempo en que viví sin entender la ley. Sin embargo, cuando aprendí, por
ejemplo, el mandamiento de no codiciar, el poder del pecado cobró vida y yo
morí. Entonces me di cuenta de que los mandatos de la ley —que supuestamente
traían vida— trajeron, en cambio, muerte espiritual. El pecado se aprovechó de
esos mandatos y me engañó; usó los mandatos para matarme. Sin embargo, la ley
en sí misma es santa, y sus mandatos son santos, rectos y buenos.
¿Pero cómo puede ser? ¿Acaso la
ley, que es buena, provocó mi muerte? ¡Por supuesto que no! El pecado usó lo
que era bueno a fin de lograr mi condena de muerte. Por eso, podemos ver qué
terrible es el pecado. Se vale de los buenos mandatos de Dios para lograr sus
propios fines malvados.
Por lo tanto, el problema no es
con la ley, porque la ley es buena y espiritual. El problema está en mí, porque
soy demasiado humano, un esclavo del pecado. Realmente no me entiendo a mí
mismo, porque quiero hacer lo que es correcto pero no lo hago. En cambio, hago lo
que odio. Pero si yo sé que lo que hago está mal, eso demuestra que estoy de
acuerdo con que la ley es buena. Entonces no soy yo el que hace lo que está
mal, sino el pecado que vive en mí.
Yo sé que en mí, es decir, en mi
naturaleza pecaminosa no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto,
pero no puedo. Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer
lo que está mal, pero igual lo hago. Ahora, si hago lo que no quiero hacer,
realmente no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí.
He descubierto el siguiente
principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar
hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón, pero hay otro
poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al
pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me
libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? ¡Gracias a Dios! La
respuesta está en Jesucristo nuestro Señor...” (Ro. cap. 7:9-25. Nueva Traducción
Viviente).
Cuando llegamos a comprender que
el mal está en nosotros (lo cual es constatado desde un religioso intachable
como el apóstol Pablo, hasta un pensador secular como Stephen King), es decir, en
nuestra propia naturaleza (realmente), entonces, y sólo entonces, estaremos en
condiciones de recibir la buena noticia del Evangelio de la gracia del perdón y
redención gratuitos en favor de los pecadores.
Por esa razón, los que
reconocemos la verdad acerca de la naturaleza justa de Dios y nuestra
naturaleza pecaminosa, podemos acceder con humildad y gratitud a esta verdad
que nos es presentada para que acudamos a recibir su bendición:
“Antes ustedes
estaban muertos a causa de su desobediencia y sus muchos pecados. Vivían en pecado, igual que el resto de la
gente, obedeciendo al diablo —el líder de los poderes del mundo invisible—,
quien es el espíritu que actúa en el corazón de los que se niegan a obedecer a
Dios. Todos vivíamos así en el pasado, siguiendo los deseos de nuestras
pasiones y la inclinación de nuestra naturaleza pecaminosa. Por nuestra propia
naturaleza, éramos objeto del enojo de Dios igual que todos los demás.
Pero Dios es tan rico en
misericordia y nos amó tanto que, a pesar de que estábamos muertos por causa de
nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es
solo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!) Pues nos levantó de
los muertos junto con Cristo y nos sentó con él en los lugares celestiales,
porque estamos unidos a Cristo Jesús. De modo que, en los tiempos futuros, Dios
puede ponernos como ejemplos de la increíble riqueza de la gracia y la bondad
que nos tuvo, como se ve en todo lo que ha hecho por nosotros, que estamos
unidos a Cristo Jesús.
Dios los salvó por su gracia
cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios.
La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que
ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo. Pues somos la obra maestra de
Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas
buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.” (Efesios 2:1-10. Nueva
Traducción Viviente)
N.M.G.
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