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Llegar a confesar La Verdad




El Señor Jesús dijo de dí mismo que él es: "la verdad" (Juan 14:6). También les dijo a los judíos que habían creído en Él: "y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. ...si el Hijo los libertare, serán verdaderamente libres." (Juan 8:32; 36).

También el Señor dijo "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue... tendrá la luz de la vida". 

La luz es lo que hace visibles las cosas. Podemos ver con claridad cuando exponemos algo a la luz. 

Y el apóstol Pablo al escribir a los corintios dice: "Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios." (2 Cor. 4:3-4).

Cuando vemos a Cristo, vemos la verdad respecto a cómo es Dios "manifestado en carne", su perfección moral: "no cometió pecado, ni se halló engaño en su boca", "cuando le maldecían, no respondía con maldición" (1 Pedro 2:22-23). 

La medida de la Justicia de Dios es marcada por la Ley, mientras que en la vida de Jesús, esa Justicia escrita en la Ley, es manifestada y testificada a todos los hombres. Por esto Jesús afirmó: "Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz." (Juan 18:37). Jesús cumplió la Ley, dio testimonio a la verdad: Dios es bueno, justo y recto. Y así ese testimonio de la verdad de Dios "hecho carne", es dado a conocer a los hombres y mujeres, de modo que "Todo aquel que es de la verdad, oye" su voz: "llamados a ser santos" (1 Cor. 1:2, Ro. 1:7). Esto es paralelo al pasaje que hallamos en Juan 3

"Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. »No hay condenación para todo el que cree en él, pero todo el que no cree en él ya ha sido condenado por no haber creído en el único Hijo de Dios. Esta condenación se basa en el siguiente hecho: la luz de Dios llegó al mundo, pero la gente amó más la oscuridad que la luz, porque sus acciones eran malvadas. Todos los que hacen el mal odian la luz y se niegan a acercarse a ella porque temen que sus pecados queden al descubierto, pero los que hacen lo correcto se acercan a la luz, para que otros puedan ver que están haciendo lo que Dios quiere." (vv.16-21 - NTV).

Conocer la verdad es conocer la realidad de Dios.

El único Dios verdadero es el que se ha dado a conocer en su Hijo Jesucristo. De donde el Señor mismo declaró: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre." (Juan 14:9).

Y cuando conocemos la verdad respecto de Cristo, conocemos la verdad respecto de nosotros. Él es justo, nosotros pecadores. Él es bueno, nosotros ofendemos muchas veces. Él es fiel y misericordioso, nosotros necesitamos de Su misericordia y perdón. Él obedeció la voluntad del Padre en todo hasta la muerte, nosotros eramos enemigos de Dios en nuestra mente, haciendo la voluntad de nuestra carne, esclavos del pecado y de la muerte (conf. Efesios 2:3). 

Cuando nuestros ojos son abiertos a esta verdad, es decir, a la realidad espiritual de la condición del hombre natural, entonces, "la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" resplandece ante los ojos de nuestro entendimiento. Y así, vemos esta verdad que está en Cristo, de modo que tenemos "la luz de la vida" para conocer lo que nos ha concedido el Padre: la salvación de la condenación eterna por medio de la muerte vicaria de su Hijo únigenito. 

Así, nos ha sido concedida la salvación por medio de la fe en la sangre derramada por el perfecto Hijo de Dios. Él es el "Rey de los santos", el único Santo (Ap. 15:3-4). El único nombre dado bajo los cielos a los hombres en el cual podemos ser salvos (Hechos 4:12). 

Entonces, como dijo el Señor: "Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres." (Juan 8:36). 

Experimentamos esta libertad sólo cuando vemos la obra de Cristo en nuestro favor. Esto es lo que declara el apóstol Pablo cuando afirma: "la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20).

Pero el hombre bajo engaño, no conoce la verdad de Dios, lo cual le impide comprender su propia condición (realidad espiritual): "muertos en sus delitos y pecados" (Efesios 2:1), "sin Cristo..., sin esperanza y sin Dios en el mundo" (Efesios 2:12). Por eso Pablo escribe que: "si nuestro evangelio está aún encubierto (no resulta conocida su verdad/realidad), entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios." (2 Cor. 4:3-4). 

Dios es bueno. Y el testimonio del evangelio es el mensaje de una buena noticia, más aun, de la mejor noticia jamás imaginada: que Dios ha querido regalar al hombre y a la mujer la reconciliación consigo mismo por Cristo, para lo cual les dio a sus servidores "el ministerio de la reconciliación" para anunciar a la humanidad, "que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación." (2 Corintios 5:18-19). 

Entonces, cuando comprendemos el mensaje de la reconciliación, podemos acercarnos a ese Dios justo, que aborrece la maldad y detesta el pecado, que "de ningún modo tendrá por inocente al culpable" (Números 14:18), no al precio de mentir hipócritamente contra la verdad, tratando de tapar nuestra maldad, sino confesando delante de Dios la verdad:

"Dios, sé propicio a pecador." (Lucas 18:13)
"¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro." (Romanos 7:24-25).
"Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo." (Romanos 10:10-13). 

Estimado lector, ¿has llegado a ver las verdades del evangelio de su gracia? ¿Has dado la gloria al nombre del Salvador? ¿Has tomado este inmerecido regalo con gozo y gratitud? ¿Has celebrado la verdad en comunión de esas otras almas que siguen a la Luz del mundo? 
Si aún no lo has hecho, cree en el testimonio del Señor Jesucristo, pedí a Dios en oración que te conceda su gracia, y entoces habrás comenzado a transitar el único Camino que nos lleva al Padre.
Amén. 
N.M.G.











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