"En presencia de Dios y de Cristo Jesús —quien un día juzgará a los vivos y a los muertos cuando venga para establecer su reino— te pido encarecidamente: predica la palabra de Dios." (2 Timoteo 4:1-2 NTV)
“El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.” (Juan 7:17-18)
A continuación daré testimonio de cómo se manifiesta cierto conflicto en la vida de quienes hemos sido llamados a ser testigos del Señor para anunciar Su palabra y dar así batalla por la verdad que nos ha sido dada. El propósito de estas palabras es alentar a otros cristianos que estén en una situación semejante, a fin de que sigan combatiendo ardientemente por la fe del Evangelio bendito.
Predicar la verdad no es suficiente, ser coherente con ella, tampoco, presentar las mejores razones o perfeccionar los argumentos, tampoco, ni mejorar como persona según el parecer de los demás, ninguno de estos puntos viene a resultar en mayor influencia a la hora de anunciar el Evangelio eterno, a la hora de dar vida a los muertos... Tener un buen testimonio de vida, no es la cuestión determinante (si bien es importante para no contradecir lo que se predica). Llegar a llorar, y que en ese acto quede en evidencia lo profundo y serio que es el mensaje que nos constriñe a hablar… tampoco es suficiente para que las personas vean al Dios que no ven. Así que, no te desanimes, predica la verdad de Dios, por y para Dios, y delante de tu Señor y Salvador.
Cuando hablo de las cosas que la Biblia enseña, hablo con pasión, porque no sólo creo lo que hablo, también amo la verdad de la que he sido persuadido, y que por estar convencido profundamente de ella y por ella, deseo compartirla con otros, como quien desea que los demás también disfruten de algo que uno valora mucho.
“¡La verdad ha muerto! ¡Viva mi verdad!”, comento a mis padres en un nuevo intento por acercarlos al dilema universal que determina el modo en que vive cada uno. Pero no hay interés en escuchar algo que requiere convicción, fervor, un ardiente anhelo de alcanzar lo prometido a quienes perseveran en hacer la voluntad del que prometió…
Pero ahora estoy mejor, aunque entristecido, puedo estar tranquilo de que hablé lo que debía hablar, que me esforcé hasta las lágrimas en llevar las sanas palabras de Jesucristo y sus apóstoles escogidos, a los mismos oídos que son llenados de los afanes, deseos y vanidades de esta vida, cada día, sin interrupciones… mi madre me dijo (en el año 2013) “Te estás enfermando”, “Tenés una obsesión con ese tema que te enferma”…
Y digo, si realmente creo en una mentira, si lo que predico (así como miles a lo largo de la Historia) es un cuento para tontos, si mis razones son palabras huecas, entonces, pobre de mí. Pero si mi mente está lúcida y exultante de razones con las cuales sostener lo que creo ante cualquiera que demande el ejercicio que sólo una persona con total cordura podría presentar, si la resurrección de los muertos y el juicio venidero es una absoluta verdad, si Jesucristo es digno de confianza, y aun digno de mayor amor que el que se pueda tener a los propios padre y madre, mujer o hijos, entonces, sí debo soportar el pasar por desequilibrado, psicológicamente enfermo, o despreciado como débil hombre que se escuda en su "mundo religioso"… lo he de soportar con gusto.
Por eso, ahora, voy a escuchar las palabras que me vivifican, me consuelan y me animan cada día, para seguir en el camino estrecho, peleando la buena batalla de la fe, corriendo la carrera hacia el reino, porque caminamos tras los pasos del Verdadero Dios y la Vida eterna, el único Camino, el Único que nos amó y se entregó por aquellos que amamos Su venida, en la cual seremos reivindicados ante todos los burladores, detractores y despreciadores de nuestras palabras de salvación gratuita por medio de la fe en la verdad de Dios y su justicia.
“Oíd palabra de Jehová, vosotros los que tembláis a su palabra: Vuestros hermanos que os aborrecen, y os echan fuera por causa de mi nombre, dijeron: Jehová sea glorificado. Pero él se mostrará para alegría vuestra, y ellos serán confundidos.” (Isaías 66:5)
“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mateo 10:22)
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.” (Mateo 10:32-40)
“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro. Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios… Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.” (Hechos 20:24-27; 31)
“Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.” (Lucas 9:60)
“Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.” (2 Corintios 4:13-14)
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído… ” (2 Timoteo 4:1-4)
“El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.” (Juan 7:17-18)
“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?
Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?
De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.” (Juan 3:6-11)
“Entonces el Señor dijo…: No temas, sino habla, y no calles” (Hechos 18:9)
N.M.G.
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