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Lecturas Seleccionadas: ¿Qué cruz te han enseñado?

 


 El siguiente estracto de A. W. Tozer es una denuncia hecha hace décadas sobre el movimiento evangélico que ha tergiversado el mensaje de la Cruz, y una aclaración del verdadero mensaje, el cual es "locura a los que se pierden". Te invito a seguir leyendo.

"En estos tiempos ha entrado en nuestros círculos cristianos una cruz nueva, sin ser anunciada y sin ser detectada por la mayoría. Se parece a la cruz vieja, pero es diferente: las similitudes son superficiales, pero las diferencias son fundamentales.

De la cruz nueva ha surgido una extraña filosofía de vida cristiana que conlleva, por decirlo así, un nuevo estilo de culto y una predicación más suave y fácil de digerir. Esta nueva forma de evangelizar emplea el mismo lenguaje que la vieja, pero su contenido no es el mismo, ni tampoco lo es en su énfasis.

La cruz vieja no se asociaba con el mundo. Para la condición caída de soberbia e independencia que heredamos de Adán, la cruz representaba el fin del camino, porque imponía la sentencia que había sido pronunciada por las leyes del Sinaí. Pero la cruz nueva no se opone a la raza humana; más bien, es como un compañero amigable que genera siempre todo tipo de diversión sana y placer inocente. Permite que “el Adán” viva sin interferencia. Las motivaciones de la vida del individuo quedan sin cambio, y él vive para su propio placer, con la diferencia que ahora canta coros y mira películas religiosas en vez de cantar canciones subidas de tono y tomar bebidas alcohólicas. El énfasis aún está sobre el placer, sobre el hecho de sentirse bien, pero el placer ahora está sobre un plano moral más elevado, aunque carezca de contenido intelectual.

La nueva cruz estimula otro tipo de evangelización. El evangelista no demanda la abnegación de la vida vieja antes que pueda surgir la nueva. No predica sobre contrastes sino sobre similitudes. Apela al interés del público al demostrar que el cristianismo no hace demandas desagradables; más bien, ofrece lo mismo que el mundo pero sobre un plano más elevado. (…)

La nueva cruz no demanda la muerte del pecador, más bien desvía su atención a otra experiencia. Lo orienta hacia un estilo de vida más sano y alegre y, de esa manera, le preserva su autoestima. Al individuo que tiene mucha confianza en sí mismo, le dice: “Ven a reafirmarte en la causa de Cristo.” Al egoísta le dice: “Ven a vanagloriarte en el Señor.” Al aventurero le dice: “Ven a emocionarte en el compañerismo cristiano.” Se le tuerce el mensaje cristiano hacia donde esté la moda del momento para que sea más aceptable al público.

La filosofía que está detrás de este enfoque puede ser sincera, pero la sinceridad no lo libra de ser falso. Es falso porque está ciego. Pierde por completo todo el verdadero significado de la cruz.

La vieja cruz es un símbolo de muerte. Representa el fin abrupto y violento del ser humano. En el tiempo de los romanos, el hombre sentenciado levantaba su cruz y se ponía en camino a la muerte habiéndose ya despedido de sus amigos. Sabía que no iba a volver. Sabía que todo quedaba definitivamente terminado. La cruz no hacía acuerdos, no perdonaba; sólo mataba al culpable de una vez por todas. No buscaba acomodo con la víctima. (…)

El tipo de evangelismo que busca paralelos felices entre los caminos de Dios y los caminos del hombre traiciona el mensaje de la Biblia y trata cruelmente a los que lo escuchan. La fe en Jesucristo no ofrece una vida paralela a la del mundo, la aniquila. Cuando venimos a Cristo, no es que elevamos nuestra vida antigua a un plano más alto; lo cortamos de cuajo y lo dejamos al pie de la cruz. El grano de trigo tiene que quedar enterrado en la tierra y morir para luego producir fruto (Juan 12:24). (…)

Dios ofrece vida, pero no una vida vieja mejorada. La vida que ofrece es vida nueva que nace de la muerte. Es una vida que es posible únicamente desde el otro lado de la cruz. El que quiera poseerla tiene que pasar por la cruz, tiene que negarse a sí mismo y estar de acuerdo con la sentencia justa que Dios ha pronunciado sobre su vida.

¿Qué significa esto para el individuo, aquel hombre condenado que quiere encontrar vida en Cristo Jesús? ¿Cómo pueden estos conceptos teológicos ser traspasados a la vida diaria? Sencillamente, la persona tiene que arrepentirse y creer. Tiene que abandonar la vida de pecado y tomar el camino de la abnegación personal. No puede esconder nada, defender nada, ni hacer excusas por nada. No puede ponerse a negociar con Dios. Más bien, tiene que inclinar su rostro ante el desagrado severo que Dios tiene hacia el pecado y reconocer que merece la muerte.

Después, debe contemplar con fe sencilla al Salvador resucitado y de él recibir el renacimiento que trae limpieza, vida y poder. La cruz que cortó a temprana edad la vida terrenal de Jesús, ahora pone fin a la vida vieja del pecador; y el poder que resucitó a Cristo de los muertos, ahora resucita al pecador a una nueva vida en Cristo. …”

Por A. W. Tozer en La Cruz Total, pag. 75-78. Ed. Publicaciones Alianza.

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