Del Mindfulness al Gracefulness
El mindfulness, nos dice
Wikipedia, es “también llamado atención plena o consciencia plena, consiste en
estar atento de manera consciente e intencional a lo que hacemos en el momento
presente, sin juzgar, apegarse, o rechazar en alguna forma la experiencia.”
Meditando mientras degustaba unas
deliciosas frutillas, me vino a la mente esa palabrita “mindfulness” al prestar atención
a la grandiosidad de los sabores. Todo lo que comemos tiene un sabor único, y
la mayoría de lo que elegimos, es rico, agradable, placentero, “…de todo árbol…” (Gn 2:9-16), hallamos frutos que podemos disfrutar.
No podemos encontrar el origen y sentido de la gracia de los sabores aludiendo a la “evolución”. Por el contrario, el poder y la creatividad de Dios se hacen también evidentes en estos “detalles”, que no tienen nada de azar, porque está claro que no sólo existen los sabores "inscritos" en las cosas, sino que también hay algo aún más asombroso y complejo, que es el sentido del gusto. Un complejo sistema que nos permite incorporar los alimentos a nuestro cuerpo, en el que nuestra mente está genialmente capacitada para “decodificar” el sabor de todo aquello que hace contacto con nuestra lengua. Y eso sin hablar del sentido del olfato y el tacto que también participan en la exuberante experiencia de tal disfrute.
Para el cristiano, está claro que el Creador ha regalado a todo ser humano la experiencia de saborear y disfrutar su sustento diario, así como el compartirlo, etc. Pero contrariamente a las filosofías del tipo “mindfulness”, los creyentes sí juzgamos las experiencias, esto es, entendemos su sentido y sus propósitos dados, y asimismo las valoramos dando gracias a Dios de manera consciente por ellas.
“Gracefulness” es el
término que voy a aplicar a esta atención
plena y consciente que nos lleva a reconocer al Creador como fuente de toda
buena dádiva, todo fruto y todo disfrute. Llenos de gratitud, sería la
traducción al español.
Como vemos, la experiencia
cristiana es mucho más rica y llena de sentido que las prácticas orientales, en
las se enseña a permanecer “sin juzgar, apegarse, o rechazar en alguna forma la
experiencia”. Por el contrario, los discípulos de Jesucristo llegan a
comprender que hay que tomar lo bueno y desechar lo malo, como una práctica
juiciosa de lo que significa disfrutar de lo bueno, en un mundo caído en desgracia,
pero rescatado por medio del mensaje de esperanza, que se anuncia bajo el
cielo, en el cual, vendrá un día en que todo será restaurado a su diseño
original, sin la presencia del mal.
Si deseas ver ese día, prestá
atención a las enseñanzas de Jesucristo y su testimonio en los evangelios.
Dios te bendiga y puedas estar
lleno de gratitud al tomar consciencia del Creador de toda bendición.
N.M.G.
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