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La obra sobrenatural

 




         “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”(Mateo 16:16-18)

            Cada "piedra viva" (1 Pedro 2:5) que es parte de "la iglesia del Dios viviente", está delineada y edificada por la obra soberana de la gracia de Dios: "Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar." (Mateo 11:27).

El presente texto, trata sobre las implicaciones del evangelio como semilla de donde nacen los hijos e hijas de Dios, o en otras palabras, nuestra nueva naturaleza, la del Espíritu, por la cual se nos ha dado salvación para vida eterna. 

“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque:

Toda carne es como hierba,

Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.

La hierba se seca, y la flor se cae;

Mas la palabra del Señor permanece para siempre.

Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” (1 Pedro 1:22-25)

 

Malos por naturaleza

            “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:11)

            “Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.” (Jeremías 18:4)

            “Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—. Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu.” (Juan 3:5-6)

            “9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está escrito:

No hay justo, ni aun uno; (…)

19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado…

Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (Romanos 3)

            Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” (1 Jun 1:8-10)

                Los pasajes arriba citados tienen el propósito de que, por medio de una lectura detenida y reflexiva, puedas ver su conexión y sentido, y al considerar lo que sigue tengas un entendimiento más exacto de la obra de Dios en Cristo, por quien recibimos el testimonio del evangelio “que es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).

            La naturaleza de las cosas... lo que algo es por naturaleza. Lo que se es sustancialmente, la sustancia o lo sustancial, lo que define a esa cosa o criatura y la distingue de otras cosas o criaturas.

            Consideremos la naturaleza de los animales, por ejemplo, los felinos y los ovinos. Aunque comparten muchísimas características naturales, como el ser mamíferos, cuadrúpedos, con pelaje, etc., tienen por naturaleza una misma esencia (algo esencial que los hace formar parte de dos grupos claramente distinguibles) que los diferencia. Unos tienen instinto depredador, y los otros no. Son diferentes por naturaleza, no por crianza, o domesticación.

            Cuando hablamos de la enseñanza bíblica de Juan capitulo 3, donde el Señor Jesús se refiere a "lo que es nacido de carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es", estamos entrando a esa cuestión de "la naturaleza de las cosas". Algo puede ser espiritual y algo puede ser carnal, natural. Luego, cuando hablamos de que todos somos pecadores, estamos diciendo que la naturaleza humana es carnal (o el hombre por naturaleza), y por “carnal” se entiende, “animal”, de este mundo caído (de esta creación sujeta a corrupción, conf. Ro. 8:20, Heb. 9:11-12), en la cual encontramos lo pasional, bruto, que tiende a la violencia, los malos pensamientos, la mentira, la jactancia, el orgullo, la soberbia, la altivez, el egoísmo, la necedad, la irresponsabilidad, la desidia, el autoengaño, etc., etc.

            Esto es el punto de partida para comenzar a entender de qué se trata el evangelio cristiano de la salvación por gracia, el cual podemos ver en la primera parte del capítulo segundo de la carta del apóstol Pablo a los Efesios cuando leemos:

            Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (*) (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”

            (*) Cuando Dios nos da vida juntamente con Cristo, obra el nuevo nacimiento, que es el origen de la vida espiritual (que viene del Dios vivo) en el creyente, por medio de la cual el cristiano podrá crecer para discernir lo que ahora él es, conforme a su nueva naturaleza, que viene del Espíritu de Cristo, por la que podrá “hacer morir lo terrenal” (Romanos 8:13) en su vida, y abstenerse de “los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Pedro 2:11).


"... si alguno está en Cristo, nueva criatura es."(2 Corintios 5:17)


            Ese nuevo nacimiento, es lo que nos permite ser hijos de Dios, conforme escribe el apóstol Juan en la introducción de su Evangelio, donde leemos:

            “Aquel que es la luz verdadera, quien da luz a todos, venía al mundo. Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.” (Juan 1:9-13).

            Cuando alguien ha entrado en la experiencia de este nuevo nacimiento, llegará a ver que la moralidad y los mandamientos religiosos no tienen poder alguno contra los apetitos de la carne (conf. Col. 2:20-23). Uno no puede dejar de ser quien es por naturaleza (ver Romanos 7:25). Por lo tanto, hay una sola manera de despojarnos de “nuestra vieja naturaleza” o “viejo hombre”, y es obedeciendo los mandamientos del Señor Jesús por medio del Espíritu que nos ha dado (Ro. 8:13). “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:7). ¡El amar es un mandamiento!

            “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:22-23)

            “Por eso les doy este consejo: dejen que el Espíritu guíe su vida y no complazcan los deseos perversos de su naturaleza carnal. Nuestra naturaleza carnal desea lo que está en contra del Espíritu y el Espíritu desea lo que está en contra de la naturaleza carnal. Los dos se oponen. Por eso resulta que ustedes no están haciendo lo que realmente quieren, pero si se dejan guiar por el Espíritu, quedan libres de la ley.

            Está muy claro que las cosas que hace nuestra naturaleza carnal son: inmoralidad sexual, impureza, descontrol, idolatría, participar en brujerías, odio, discordia, celos, iras, rivalidades, peleas, divisiones, envidias, borracheras, parrandas y otras cosas parecidas. Ya les advertí contra eso y ahora les vuelvo a decir lo mismo, que todos los que hacen eso no tendrán parte en el reino de Dios.

            En cambio, el Espíritu produce amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,  humildad y dominio propio. No existe ninguna ley en contra de esas cosas. Todos los que pertenecen a Cristo han crucificado su naturaleza carnal con sus pasiones y sentimientos egoístas. Ya que el Espíritu nos da vida, debemos dejarlo que nos guíe.” (Gálatas 5:16-25 PDT)

            “… vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.” (Romanos 8: 9-14)

 

            La vida de fe es para aquellos que están dispuestos a obedecer a Aquel que los ha levantado de entre los muertos, de tal manera que tomar la cruz y hacer morir las viejas pasiones de nuestra naturaleza pecadora, no es sino el deseo de aquellos que quieren ser “transformados de gloria en gloria…, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18)

Dios nuestro, que tu Espíritu Santo nos permita ver nuestras miserias para aferrarnos a tu gracia y poder correr la buena carrera hacia la meta del supremo llamamiento en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador.

Amén.

N.M.G. 


 

 

 

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