Cada "piedra viva" (1 Pedro 2:5) que es parte de "la iglesia del Dios viviente", está delineada y edificada por la obra soberana de la gracia de Dios: "Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar." (Mateo 11:27).
El presente texto, trata sobre las implicaciones del evangelio como semilla de donde nacen los hijos e hijas de Dios, o en otras palabras, nuestra nueva naturaleza, la del Espíritu, por la cual se nos ha dado salvación para vida eterna.
“Habiendo
purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu,
para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de
corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de
incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque:
Toda
carne es como hierba,
Y
toda la gloria del hombre como flor de la hierba.
La
hierba se seca, y la flor se cae;
Mas
la palabra del Señor permanece para siempre.
Y
esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” (1 Pedro 1:22-25)
Malos por naturaleza
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:11)
“Y la vasija de barro que él hacía
se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció
mejor hacerla.” (Jeremías 18:4)
“Yo
te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el
reino de Dios —respondió Jesús—. Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace
del Espíritu es espíritu.” (Juan 3:5-6)
“9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros
mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a
gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está escrito:
No
hay justo, ni aun uno; (…)
19
Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley,
para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20
ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de
él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado…
Porque
no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación
por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber
pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de
manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que
justifica al que es de la fe de Jesús.” (Romanos 3)
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la
verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no
hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”
(1 Jun 1:8-10)
Los pasajes arriba citados tienen el
propósito de que, por medio de una lectura detenida y reflexiva, puedas ver su
conexión y sentido, y al considerar lo que sigue tengas un entendimiento más
exacto de la obra de Dios en Cristo, por
quien recibimos el testimonio del evangelio “que es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos
1:16).
La naturaleza de las cosas... lo que
algo es por naturaleza. Lo que se es sustancialmente, la sustancia o lo sustancial, lo que
define a esa cosa o criatura y la distingue de otras cosas o criaturas.
Consideremos la naturaleza de los animales,
por ejemplo, los felinos y los ovinos. Aunque comparten muchísimas
características naturales, como el
ser mamíferos, cuadrúpedos, con pelaje, etc., tienen por naturaleza una misma esencia (algo esencial que los hace formar
parte de dos grupos claramente distinguibles) que los diferencia. Unos
tienen instinto depredador, y los otros no. Son diferentes por naturaleza, no
por crianza, o domesticación.
Cuando hablamos de la enseñanza
bíblica de Juan capitulo 3, donde el Señor Jesús se refiere a "lo que es nacido de carne, carne es,
y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es", estamos entrando a esa
cuestión de "la naturaleza de las cosas". Algo puede ser espiritual y
algo puede ser carnal, natural. Luego, cuando hablamos de que todos somos pecadores, estamos diciendo
que la naturaleza humana es carnal (o el hombre por naturaleza), y por “carnal”
se entiende, “animal”, de este mundo caído (de esta creación sujeta a
corrupción, conf. Ro. 8:20, Heb. 9:11-12), en la cual encontramos lo pasional,
bruto, que tiende a la violencia, los malos pensamientos, la mentira, la
jactancia, el orgullo, la soberbia, la altivez, el egoísmo, la necedad, la
irresponsabilidad, la desidia, el autoengaño, etc., etc.
Esto es el punto de partida para comenzar
a entender de qué se trata el evangelio cristiano de la salvación por gracia, el cual podemos ver en la
primera parte del capítulo segundo de la carta del apóstol Pablo a los Efesios
cuando leemos:
“Y él os dio vida a vosotros,
cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo
en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de
los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que
los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que
nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente
con Cristo (*) (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó,
y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para
mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su
bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para
que nadie se gloríe.”
(*) Cuando Dios nos da vida
juntamente con Cristo, obra el nuevo
nacimiento, que es el origen de la vida espiritual (que viene del Dios vivo)
en el creyente, por medio de la cual el cristiano podrá crecer para discernir
lo que ahora él es, conforme a su nueva
naturaleza, que viene del Espíritu de Cristo, por la que podrá “hacer morir
lo terrenal” (Romanos 8:13) en su vida, y abstenerse de “los deseos carnales
que batallan contra el alma” (1 Pedro 2:11).
"... si alguno está en Cristo, nueva criatura es."(2 Corintios 5:17)
Ese nuevo nacimiento, es lo que nos
permite ser hijos de Dios, conforme escribe el apóstol Juan en la introducción
de su Evangelio, donde leemos:
“Aquel
que es la luz verdadera, quien da luz a todos, venía al mundo. Vino al mismo
mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su
propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él
y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen
de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la
iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.”
(Juan 1:9-13).
Cuando alguien ha entrado en la experiencia de este nuevo nacimiento, llegará a ver que la moralidad y los mandamientos religiosos no tienen poder alguno contra los apetitos de la carne (conf. Col. 2:20-23). Uno no puede dejar de ser quien es por naturaleza (ver Romanos 7:25). Por lo tanto, hay una sola manera de despojarnos de “nuestra vieja naturaleza” o “viejo hombre”, y es obedeciendo los mandamientos del Señor Jesús por medio del Espíritu que nos ha dado (Ro. 8:13). “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:7). ¡El amar es un mandamiento!
“En
cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad.” (Efesios 4:22-23)
“Por eso les doy este
consejo: dejen que el Espíritu guíe su vida y no complazcan los deseos
perversos de su naturaleza carnal. Nuestra naturaleza carnal desea lo que está
en contra del Espíritu y el Espíritu desea lo que está en contra de la
naturaleza carnal. Los dos se oponen. Por eso resulta que ustedes no están
haciendo lo que realmente quieren, pero si se dejan guiar por el Espíritu,
quedan libres de la ley.
Está muy claro que las cosas que
hace nuestra naturaleza carnal son: inmoralidad sexual, impureza, descontrol, idolatría,
participar en brujerías, odio, discordia, celos, iras, rivalidades, peleas,
divisiones, envidias, borracheras, parrandas y otras cosas parecidas. Ya les
advertí contra eso y ahora les vuelvo a decir lo mismo, que todos los que hacen
eso no tendrán parte en el reino de Dios.
En cambio, el Espíritu produce amor,
alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No existe ninguna
ley en contra de esas cosas. Todos los que pertenecen a Cristo han crucificado
su naturaleza carnal con sus pasiones y sentimientos egoístas. Ya que el Espíritu nos da vida, debemos
dejarlo que nos guíe.” (Gálatas 5:16-25 PDT)
“… vosotros no vivís según la carne,
sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en
vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu
vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará
también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así
que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la
carne; porque si vivís conforme a la
carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son
hijos de Dios.” (Romanos 8: 9-14)
La vida de fe es para aquellos que
están dispuestos a obedecer a Aquel que los ha levantado de entre los muertos,
de tal manera que tomar la cruz y hacer morir las viejas pasiones de nuestra naturaleza
pecadora, no es sino el deseo de aquellos que quieren ser “transformados de
gloria en gloria…, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18)
Dios
nuestro, que tu Espíritu Santo nos permita ver nuestras miserias para
aferrarnos a tu gracia y poder correr la buena carrera hacia la meta del
supremo llamamiento en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador.
Amén.
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