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Pensamientos en el camino

 


El tiempo no vuela, pero pasa rápido, como un sueño. La vida es como un vapor que pronto desaparece, escribió Santiago en la carta del Nuevo Testamento. Y es la pura verdad. Cada vez que consideremos la eternidad, esta vida se convertirá en un soplo. Por eso no puedo concebir otra manera de ver la vida sino es considerando la vida eterna. Por eso Dios no es sólo digno de alabanza, es también el único que puede bendecirnos a pesar de la muerte. Entonces, el evangelio de nuestro Señor es el pan que alimenta mi alma cada día. No podrías esperar pacientemente en sus promesas, si no creyeras de corazón en el testimonio de los evangelios. Este mundo es un campo de batalla, donde cada vida humana ha de transitar encaminada a uno de dos destinos: recibidos por Dios (Lucas 23:43; Romanos 14:3) o excluidos de su presencia para siempre (Mateo 25:41; 2 Tesalonicenses 1:9). No hay nada más importante en esta vida.

Los que no buscaron a Dios en esta vida, es porque su corazón no deseó al Dios verdadero. Los ojos de aquellos que son testigos de las maravillas y bendiciones de esta vida y no dan honra y gratitud a su Hacedor, son malditos. Y esto está implicado de principio a fin en la Biblia. Algunos podrán vivir muy bien hoy sin considerar a Dios, pero ¿Qué harán cuando estén frente a Aquel a quien se le ha dado todo el juicio (Juan 5:22; Romanos 3:19)? El mismo que nos conminó con la pregunta “¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26).

Quiero que caminemos como “vivos de entre los muertos”, no podemos ceder a la ilusión de exaltar al polvo, no podemos ver como felices a aquellos que están “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12)… la carga del evangelio es muy grande, cuanto más fijamente miramos en él, más profundamente sentimos el enfrentamiento entre el “eterno peso de gloria” (2 Cor. 4:17) y la “resurrección de condenación” (Juan 5:29).

“El mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Esta afirmación echa por tierra todo intento de erigir la vanidad en mi corazón y abrazar el orgullo. No es posible amar un mundo donde Cristo es objeto de desprecio y de burla. No puedo sentirme feliz en una sociedad atestada de injusticias y maldades. Me aferro a la Palabra de Dios: no te impacientes a causa de los malos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad… pronto serán cortados, como la hierba pronto se secarán (Sal. 37). Dios destruirá para siempre la maldad. Consuelo y felicidad eterna. La verdad y la gloria finalmente brillarán como las estrellas a perpetua eternidad. Y los de limpio corazón lo verán… cuando Cristo nuestra vida sea manifestado. Amén.

Soy un alma sucia y rota…” dice la canción Human. Fuera de Cristo, no tengo nada. “¿A quién tengo en los cielos sino a ti? Y nada fuera de ti deseo en la tierra” (Salmos 73)

Quisiera que mis hijos y mi esposa, mis padres y amigos, amen a Dios, por sobre todas las cosas, porque solo en Él hallamos nuestro mayor bien, la relación más excelente, la bendición más alta, el deleite más elevado, el regalo más sublime, el amor más grande, la eternidad acariciando el alma en su regazo, el abrazo inseparable del Padre, el beso indeleble de una madre, la gracia que perfuma la existencia, el esplendor del firmamento llenando tu pecho de sinfonías y belleza, los placeres del alma extasiada en su presencia. Como dice el salmista “Delicias a su diestra para siempre.”  

 Amén. 

N.M.G.

 

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