Como
en algunas otras ocasiones, he hallado algunos pasajes dignos de ser
reproducidos para nuestra reflexión. El libro titulado Oración y Vida Cristiana
compendia textos de dos antiguos autores, John Knox y Juan Calvino. A
continuación les comparto algunas líneas del capítulo Sobre la meditación en la
vida futura.
``…
como Dios sabe bien lo mucho que por naturaleza tendemos a amar a este mundo
como si fuéramos esclavos, para impedir que nos aferremos tanto a este, emplea
la razón más adecuada para llamarnos de regreso a Él, sacudiéndonos de nuestro
letargo. Cada uno de nosotros, de hecho, ha de aspirar y buscar la inmortalidad
celestial durante todo el transcurso de su vida. Porque vergüenza sería para
nosotros el no ser mejores que los animales inferiores, cuya condición no sería
en absoluto inferior a la nuestra si no tuviéramos la esperanza de la
inmortalidad más allá de la sepultura. Cuando uno presta atención a los planes,
los deseos y las acciones de cada uno, solamente ve en ellos la Tierra. De allí
nuestra necedad. Nuestras mentes están fascinadas con el destello de la
riqueza, el poder y los honores, y no pueden ver más allá. También el corazón,
henchido de avaricia, ambición y lujuria, pesa tanto que ya no puede elevarse
por encima de estas cosas. En pocas palabras, el alma toda ha caído en la
trampa de la seducción de la carne, y busca su felicidad en la Tierra. (…) …
todo lo que tenemos que buscar o esperar aquí no es más que la contienda, y al
pensar en la corona hemos de elevar la mirada al cielo. Tenemos que mantenernos
firmes porque nuestras mentes no se dedican en serio a desear y aspirar el
futuro si no aprenden a darle menor valor a la vida presente.
(…)
Si el cielo es nuestra patria, ¿qué podrá ser la tierra, sino un lugar de
exilio? Si la partida del mundo es la entrada a la vida, ¿qué es el mundo sino
un sepulcro, y qué es residir en él sino estar inmersos en la muerte? Si
liberarnos del cuerpo es obtener plena libertad, ¿qué es el cuerpo entonces, sino
una prisión? Si la cima de la felicidad es disfrutar de la presencia de Dios, ¿no
es angustioso desearla?, “sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo,
estamos ausentes del Señor” (2 Corintios 5:6)… Es como si el Señor nos hubiera
asignado un puesto que tenemos que mantener hasta que Él nos llame. De hecho,
Pablo lamenta su condición de estar preso en el cepo del cuerpo y suspira anhelando
la redención (Romanos 7:24), pero declara que, obedeciendo lo que Dios manda,
está preparado para las dos cosas… Por eso, si nos corresponde vivir y morir
para Él, dejamos la duración de nuestra vida y el momento de nuestra
muerte a su disposición. Así, la muerte es
algo que esperamos, y constantemente debemos meditar en ella y, en comparación
con la futura inmortalidad, menospreciamos la vida porque a causa de la
esclavitud del pecado queremos renunciar a esta cuando sea que el Señor lo
decida.
Es extraño,
pero hay muchos que hacen alarde de que son cristianos y que en lugar de tener
esperanzas para la muerte le tienen tanto miedo que tiemblan cuando se la
menciona, como cosa ominosa y terrible. … si reflexionamos en que este
tabernáculo nuestro, inestable, defectuoso, corruptible, temporal, sufriente y
pútrido se disuelve para entonces ser renovado en gloria cierta, perfecta,
incorruptible y celestial, no podremos dejar de desear aquello que la naturaleza
tanto teme. Si reflexionamos en que mediante la muerte somos llamados del
exilio a nuestra tierra nativa, un país celestial, ¿no nos consolará esto? Sin
embargo, todo desea existir de manera permanente. Lo admito, y por eso sostengo
que debiéramos mirar más hacia la inmortalidad futura donde podamos obtener esa
condición fija que no encontraremos en ningún lugar aquí en la Tierra. Pablo
alienta a los creyentes de manera admirable a enfrentar la muerte gozosos, no
porque fueran a quedar desnudos o despojados, sino porque serían revestidos (2
Corintios 5:2). … nosotros dotados de la luz del intelecto, y más que el
intelecto, iluminados por el Espíritu de Dios, ¿no nos elevaremos más alto que
la corrupción de esta Tierra en cuanto a la cuestión de nuestra esencia? …
Tengamos en mente esta verdad: nadie que haya avanzado en la escuela de Cristo
temerá a la muerte, sino que esperará con gozo ese día de muerte y resurrección
final (2 Timoteo 4:18; Tito 2:13), porque Pablo distingue mediante esta marca a
todos los creyentes. Y el curso habitual de las Escrituras es el de dirigirnos
hacia allí, dándonos el argumento del que nace nuestro gozo sustancial: “erguíos
y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca”, nos dice
nuestro Señor (Lucas 21:28). … No dudemos en desear el advenimiento del Señor,
no como deseo nada más sino con suspiros y anhelo, como el más propicio suceso.
Él vendrá como Redentor a librarnos del inmenso abismo del mal y la miseria, y
nos llevará a la bendita herencia de su vida y su gloria.
Amén.
***
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