“El alma del que trabaja, trabaja
para sí,
Porque su boca le estimula.”
(Proverbios 16:26)
Estamos obligados, todo el tiempo,
cada día, somos sometidos a las leyes de la vida. Debemos comer y beber para
seguir sobreviviendo. Debemos abrigarnos para no morir de frío. Debemos
trabajar para procurarnos el sustento. Todos los días estamos obligados a
cumplir deberes que nuestra condición de criaturas nos impone. Si reflexionamos
al respecto, pronto podremos admitir que somos totalmente dependientes y
necesitados de la provisión que Dios puso a nuestro alcance en la naturaleza, y
que por mucho que algunos se jacten de una falsa superación tecnológica, lo cierto es que
todo ser humano está sujeto a los decretos del Creador desde que nace hasta que
muere (por mucho que nos esforcemos, por ejemplo, por detener nuestro deterioro físico, inevitablemente la vejez lo traerá).
Es pues sabio temer al que tiene todo poder, y ha determinado los límites, leyes, caminos, y destino de todo lo creado ("Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento" Eclesiastés 12:1)
En este punto, recordamos la
conclusión del libro de Eclesiastés: ‘’Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque
esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13)
Aceptar la realidad es el primer
paso, Dios el Creador nos ha dado la vida, ¿estas agradecido por eso? ¿Aún no
lo has reconocido? ¿Qué ganarás rechazando el llamado de Dios en el evangelio? ¿No
deseas vivir? ¿No anhelas la redención de este mundo de muerte, no anhelas la verdadera felicidad?
Quisiera que pienses en estas
preguntas, que de corazón entregues tu alma al que te sustenta y sostiene cada
día de vida que te ha sido dado bajo el sol.
Satanás tiene una forma muy sutil
de mantenerte en su prisión, es una vida en la que los barrotes son mentiras,
invisibles, pero efectivas, que te mantienen ajeno/a de la revelación de
Cristo y sus promesas, una vida en la que sólo hay una muerte sin consecuencias, sin promesas, sin un Dios más allá del sepulcro.
Pero Cristo vino a
deshacer y denunciar las obras del diablo y su mundo de apariencias y falsedad. Jesucristo vino a darnos una nueva vida, una vida plena, de
verdad, gozo, amor, esperanza de bendición y paz por medio de sus Palabras.
¿No deseas esta vida que Cristo vino a
hacer posible en aquellos que oyen sus palabras y van tras Él?
Escucha lo que dijo: “Yo soy la luz
del mundo, el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de
la vida.” (Juan 8:12)
Buscalo a Él y podrás ver a través
de las oscuras tinieblas de este mundo engañado.
N.M.G.
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