“Su
fe y amor están basados en la esperanza de recibir lo que Dios les tiene
guardado en el cielo. Ustedes conocieron esa esperanza a través del mensaje
verdadero, o sea, las buenas noticias de salvación que llegó hasta ustedes. Ese
mensaje se está anunciando por todo el mundo y está dando una buena cosecha en
todas partes. Lo mismo está sucediendo entre ustedes. El mensaje está creciendo
entre todos desde el primer día en que oyeron las buenas noticias de Dios y
entendieron la verdad sobre el generoso amor que él tiene.” (Colosenses 1:5-6 versión PDT)
Fin
de año, un nuevo ensayo. Cada año nos preparamos para el final, hacemos un
balance y nos mentalizamos para encarar nuevas metas, propósitos, deseos y
objetivos. Tener metas es fundamental para ordenar nuestro tiempo, prioridades,
recursos y esfuerzo. Nos distinguimos de los animales en nuestro poder de
pensar el futuro y transformar nuestra vida de acuerdo a la visión que
tengamos.
Todos tenemos viejas y nuevas metas en las que seguir trabajando o en las que comenzar a trabajar, en el nuevo año que arranca. Sin embargo, para los cristianos, la meta máxima termina al final del paso por este mundo, por esa razón, el afán da paso a la paciencia, porque sabemos que en este tiempo, los más o menos años que vivamos o los logros pasajeros que podamos alcanzar, no lo son todo, y ninguna meta terrenal tiene preeminencia sobre la esperanza de resurrección en la que, lo que Dios juzgue digno de recompensa, tendrá un valor infinitamente superior a cualquier aplauso pasajero de de los hombres.
“Dios
pagará a cada uno según lo que haya hecho. Hay algunos que son constantes en
hacer el bien. Buscan de Dios la grandeza, el honor y una vida que no puede ser
destruida. A ellos Dios les dará vida eterna. Hay otros que son egoístas, se
niegan a seguir la verdad y han decidido seguir la injusticia. Dios los
castigará con toda su ira… Todo esto sucederá el día en que Dios juzgue todos
los secretos de la gente conforme dice la buena noticia de salvación que les
anuncio, que Dios va a juzgar a la gente por medio de Jesucristo.” (Romanos
2:6-8, 16 PDT)
Más allá de esta vida hay mucho más, existe una vida venidera que no tendrá fin. Tomar conciencia de esta verdad, afecta todas nuestras metas temporales, y así, nadie que tenga un propósito eterno puede medir su vida con el criterio de un mundo que sólo piensa en lo terrenal, y cuya existencia se agota en el presente. Si vivir para hoy sin tener en cuenta cómo mis actos repercutirán en el mañana (sin planes, sin metas, sin previsión, sin prudencia), es ya una falta de sabiduría para cualquier persona, ¡cuánto más lo debería ser para personas que creemos que nuestra vida presente tiene repercusiones en la vida que vendrá!
En nuestro encuentro con Cristo, la paz de su evangelio trasladó nuestra alma enemiga de Dios a un reino que no es de este mundo, y en el que Cristo introduce a todos los que le obedecen en fe. Frente a semejante experiencia, para el cristiano, cada año que comienza continúa siendo un paso más hacia el destino prometido, la esperanza gloriosa de la vida eterna en el reino de los cielos que Dios ha prometido a los que abrazan el testimonio de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el Rey de la gloria. “...La meta, el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, escribió el apóstol Pablo en su carta a los filipenses (3:14).
Sólo quiero que el gozo inefable y glorioso, continúe siendo nuestro banquete continuo, para todos los que han tomado la mano del Señor, han acudido al llamado al Nuevo Pacto, para recibir gratuitamente el regalo de la gracia por la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la verdad del Evangelio bendito por el cual somos salvos para vivir la eternidad de Dios.
Para los que aún no han atendido este llamado celestial, los
aliento a que en el 2025 se dispongan a oír más atentamente las palabras de perdón
y vida eterna con las que Cristo puede saciar el alma de todo aquel que cree.
Dios
bendiga el nuevo año que está a punto de comenzar, y todos los hombres y mujeres busquen elevar sus almas
a Él.
Amén.
N.M.G.
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