“Cuando fueres a la
casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el
sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal.” (Eclesiastés 5:1)
“Confía en el Señor de
todo corazón,
y no en tu propia inteligencia.
Reconócelo en todos tus caminos,
y él allanará tus sendas.
No seas sabio en tu
propia opinión;
más bien, teme al Señor y huye del mal.”
(Proverbios 3:5-7)
“¿Has visto hombre
sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él.” (Proverbios
26:12)
Reflexión: Antes de creer que aquellos que damos testimonio de la verdad sobre Cristo no somos "dueños de la verdad", recuerda: nadie pone su vida en manos de una opinión ni de una idea.
Así que, cuando llegue la hora, no vas a pedir opiniones, vas a buscar certeza, y esta sólo se halla allí donde vive la verdad del inmutable Dios que creó el universo y nos ofrece una Roca firme e inconmovible en las palabras y la obra de su Hijo, Jesucristo.
Opiniones y pensamientos hay muchos, y cualquiera puede hacerse dueño de ellos, pero la convicción que viene por el Evangelio de Cristo, esa es un regalo de Dios para aquellos que creen a su Palabra.
Así que, cuando llegue la hora, no vas a pedir opiniones, vas a buscar certeza, y esta sólo se halla allí donde vive la verdad del inmutable Dios que creó el universo y nos ofrece una Roca firme e inconmovible en las palabras y la obra de su Hijo, Jesucristo.
Opiniones y pensamientos hay muchos, y cualquiera puede hacerse dueño de ellos, pero la convicción que viene por el Evangelio de Cristo, esa es un regalo de Dios para aquellos que creen a su Palabra.
Como cristiano debo decir
dos cosas de suma importancia para todo el que esté interesado en la cuestión
de la fe. Primero, debes saber que no se trata de gente vendiendo una membresía
a un club religioso lo que la verdadera fe es, sino la existencia de un Hombre
que resucitó y ha hecho que millones a través de los milenios sepan que Él es
quien los llama a un punto de encuentro que comienza en la fe para una
esperanza que la muerte no podrá frustrar.
Y segundo, si la persona que te
habla de Jesús verdaderamente ha cambiado desde que lo conoció a Él, es porque,
seguramente, la realidad espiritual de Cristo se hace evidente, y te prueba
que, la muerte y resurrección de Jesucristo ha atravesado las edades, las
lenguas, pueblos y culturas, para llegar hoy hasta aquí, y para que haya
quienes den testimonio del verdadero Dios y la vida eterna, aquella vida que,
como los sencillos judíos que lo siguieron en un remoto pueblo de la antigüedad
supieron escribir:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo
que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon
nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la
hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con
el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos,
para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión
verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo." (Primera Carta
del Apóstol Juan cap 1.)
No digo tal vez, digo, sin dudas,
que lo que más necesitamos como cristianos y no cristianos, es entender a las
personas a través de las cuales Jesucristo deja de ser un slogan religioso o
una causa de moralización social, y es anunciado según sus propias verdaderas
palabras. Así, Él mismo dijo:
"Todo lo que el Padre me
da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido
del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta
es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no
pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad
del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida
eterna; y yo le resucitaré en el día postrero." (Palabras de Jesús citadas
en el Evangelio de Juan cap. 6, v. 37-40)
No te dejes engañar, la verdadera
fe cristiana nace en un Jesús que vive y tiene poder para resucitar a los
muertos, y nadie jamás te podrá dar la
convicción de una cosa tal, sino sólo Dios, que hace que en la oscuridad se
haga la luz. Por eso, también está escrito que:
“La luz en las
tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios,
el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de
la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que
diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre,
venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el
mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos
los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel
Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como
del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Evangelio de Juan cap.
1 v.5-14)
El que no nace de nuevo, dijo Jesús, no puede ver el reino de los cielos (Juan 3)... y nadie puede nacer de nuevo sin que Dios le abra los ojos para conocer quién es su Hijo unigénito.
Las cosas religiosas, nacidas en tradiciones y pensamientos humanos extraños a la voluntad que Dios reveló siempre han sido, al igual que hoy, un peligroso producto que responde a los vanos deseos del hombre por hacerse de una religión a la medida de sus opiniones, antes que de un auténtico y sano deseo de conocer al Dios que lo ha creado y lo llama a la reconciliación, para lo cual deberá abandonar primero sus propias opiniones a fin de poder llegar a oír la voz de Dios declarada en su Palabra. Y pueda cumplir con lo que Jesús mandó: "el que tiene oídos para oír, oiga".
Las cosas religiosas, nacidas en tradiciones y pensamientos humanos extraños a la voluntad que Dios reveló siempre han sido, al igual que hoy, un peligroso producto que responde a los vanos deseos del hombre por hacerse de una religión a la medida de sus opiniones, antes que de un auténtico y sano deseo de conocer al Dios que lo ha creado y lo llama a la reconciliación, para lo cual deberá abandonar primero sus propias opiniones a fin de poder llegar a oír la voz de Dios declarada en su Palabra. Y pueda cumplir con lo que Jesús mandó: "el que tiene oídos para oír, oiga".
Amén.
N.M.G.
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