Jesús les dijo: "También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre." (Evangelio de Juan capitulo 10 v. 16 a 18)
"Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre." (Nuevo Testamento. Carta del apóstol Pablo a los Filipenses, capitulo 2 v. 5 al 11)
Cuando el apóstol Pablo escribía hace 2000 años sobre la indiscutible y absoluta trascendencia y preeminencia que el nombre de Jesús alcanzaría, no existían razones sociales ni especulaciones humanas que permitieran semejante pretensión a no ser que lo que no era más que una secta judía surgida a la luz de los acontecimientos puramente locales seguidos por el vulgo campesino de aquellos días tuviera verdaderamente su fundamento en la autoridad y enseñanzas de Aquel que después de haber sido ejecutado fue confirmado por decenas de testigos como Aquel que "era, el que es y el que ha de venir" (Ap. 1:8; 4:8)
Por lo tanto Saulo de Tarso, quien fuera un implacable enemigo de aquellos que anunciaban a Jesús como "el Camino, y la Verdad, y la Vida" luego de ser alumbrado por la Verdad gravó en palabras para todas las generaciones venideras el cumplimiento de los acontecimientos históricos que, no sólo han llegado hasta nuestros días, sino que han sido predicados a "toda nación, tribu, lengua y pueblo" (Apocalipsis 14:6) tal como la Revelación dada al apóstol Juan lo adelantó por escrito.
Así, hoy podemos leer en la Primera Carta del apóstol Pablo a Timoteo capitulo 3 v. 15 y 16:
"E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne,
Justificado en el Espíritu,
Visto de los ángeles,
Predicado a los gentiles,
Creído en el mundo,
Recibido arriba en gloria."
Por supuesto aquí estoy poniendo al alcance del lector apenas unos trazos de las Sagradas Escrituras que nos hablan de la manifestación del Hijo de Dios y su obra. Por eso, para no demandar demasiado de tu tiempo, antes de cerrar este tema con una reflexión, te comparto lo escrito en la Carta a los Hebreos, capitulo 1 v. 1 al 3:
"Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,"
Mientras que en el hombre su humildad es en general inversamente proporcional a su cuota de poder (es decir, cuanto más poderoso, menos humilde), en el misterio de la encarnación del Todopoderoso su humildad se revela en directa proporción a su irresistible poder de una manera humanamente inconcebible, y por tanto, exclusivamente divina.
N.M.G.
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