“Hijos de los hombres, ¿hasta
cuándo volveréis mi honra en infamia, Amaréis la vanidad, y buscaréis la
mentira?”
(Salmos 4:2)
“No os engañéis; Dios no puede
ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” (Gálatas
6:7)
Tu conciencia es la única cosa de
la que jamás podrás escapar en esta vida (aparte de Dios). Muchos saben esto y entonces de alguna
manera permiten que sus conciencias sean insensibilizadas. Esto no se produce
de un día para el otro, sino que es el resultado de un proceso más o menos largo en el cual escogemos los argumentos, pensamientos, creencias, filosofías e ideas que logran socavar
toda natural oposición que la conciencia ejerce contra el mal moral que nos asedia (sobre esta elección necesitaremos un epígrafe completo aparte).
Hace unos días leí sobre el
concepto de “inhabilidad moral” que Jonathan Edwards usó para describir la
imposibilidad que un ser humano tiene de actuar en contra de cierta ley moral.
Por ejemplo, un hijo que ama a su padre es incapaz, moralmente hablando, de
matarlo, al igual que una madre que ama a su bebé es incapaz moralmente de
abandonarlo. En tales casos la conciencia se entrelaza a los dictados morales
por los cuales hacemos o no hacemos determinadas cosas por considerarlas buenas
o malas, y no porque de hecho no podamos
ejecutarlas.
Así, cuando queremos actuar en contra de la moral interna que nos marca la conciencia, como por ejemplo, al
engañar a nuestra pareja con otra persona (cuando la moral nos dice a través de la conciencia: "la infidelidad es mala y daña"), no somos libres en tanto que el peso
de la conciencia nos acusa, de modo que la angustia está presente y es real,
con lo cual, sólo si nos deshacemos de la conciencia, podremos despojarnos del
malestar que provoca el desoír los preceptos morales que rigen la vida humana y
actúan sobre y a través de la conciencia. Y si bien hay quienes logran silenciar sus conciencias, en el fondo de su ser siempre existirá ese trastorno que conlleva a la falta de paz y verdadero bienestar fruto de una limpia conciencia.
O sea que la descripción bíblica
de la decadencia humana y sus consecuencias, es el resultado de la elección humana de alejarse de
Dios (voluntariamente) y sus preceptos para la vida, y buscar todo tipo de mentiras (con sus razonamientos y moralidad) que le
permitan pervertir su sensibilidad natural a los dictados de la conciencia, por
medio del autoengaño, es decir, conviniendo uno mismo en vivir de acuerdo a algo
que, aunque no se sepa con certeza que es falso, se consiente en darle
aceptación aunque contradiga, niegue y contienda con aquellas afirmaciones de la verdad
de Dios que hacen a la salud del alma.
Los resultados de ese proceso se
hacen evidentes a través de los hechos que atestiguan las vidas de quienes, tarde o temprano, cosechan el amargo fruto de quienes rechazan los mandamientos
de Dios para una vida recta, sobria y en paz.
Para concluir esta reflexión, comparto la descripción bíblica que mencioné, la
cual desnuda lo que existe detrás de toda la inmoralidad, mentira y maldad que
avanza en este mundo, por lo que ya el apóstol Pablo escribió hace 2000 años que:
“...habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias,
sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria
del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves,
de cuadrúpedos y de reptiles.
Por lo cual también Dios los
entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que
deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios
por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el
cual es bendito por los siglos. Amén.
Por esto Dios los entregó a
pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que
es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso
natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo
hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la
retribución debida a su extravío.
Y como ellos no aprobaron tener
en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que
no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad,
avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y
malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos,
soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios,
desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo
entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de
muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las
practican.” (Romanos 1:21-32)
Tomar conciencia de que nuestra
vida está delante de Dios y que será juzgada, es el primer paso para aceptar la reconvención y buscar la
reconciliación con el Señor.
N.M.G.
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