La resignación es la más sutil y consoladora de las mentiras en la basta artillería del Gran Engañador. La muerte, susurra, es el destino de tu existencia, así que, vivir resignado a ser un pasajero fenómeno fruto de la casualidad, no está tan mal, si pese a todo, sacas un poco de lo bueno que te rodea.
Pero la red que el cazador pone detrás de ese pensamiento, es la que atrapa el alma que al contentarse con esa idea, pierde su más preciosa posesión: el amor de un Dios que por su gracia envió a Jesús para que "gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos... Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre." (Hebreos 2: 9-10;14-15)
"Comamos y bebamos porque mañana moriremos" dice el necio en su satánica resignación. Pero la esperanza del Evangelio anuncia la resurrección de Aquel que traerá de nuevo a la vida a aquellos que acuden a Su bendita verdad. Amén.
" Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó.
Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.
Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan." (1 Corintios 15:12-15)
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