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La Verdadera Felicidad






"... la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz." (Santiago 3:17-18)

 “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.” (Proverbios 1:7)

“Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” (1 Juan 5:11-12)

“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Juan 3:3)



¿En qué radica la felicidad del hombre y la mujer cristianos?


La felicidad es el resultado de un caminar conforme a la Palabra de Dios. Y la Palabra de Dios nos ha dado el testimonio por el cual creemos que  Jesucristo “a quien amáis sin haberle visto”, volverá, así, al creer al testimonio de Dios que lo levantó de la muerte, “aunque ahora no lo veamos, nos alegramos con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de nuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (1 Pedro 1:7-9)

Por el contrario, los hombres y mujeres que no tienen al Hijo, no tienen la vida, y quien no tiene la vida, aun lo que piensa tener le será quitado y todo lo que haya ganado en esta vida, lo perderá (Marcos 8:34-36) he aquí la insalvable infelicidad del hombre carnal). La lectura del Salmo 49 es clara respecto al final de las personas que no buscan la verdad de Dios respecto a la condición humana y su destino.


“Por cuanto aborrecieron la sabiduría,   
Y no escogieron el temor de Jehová,
Ni quisieron mi consejo,
Y menospreciaron toda reprensión mía,
Comerán del fruto de su camino,
Y serán hastiados de sus propios consejos.
Porque el desvío de los ignorantes los matará,
Y la prosperidad de los necios los echará a perder;
Mas el que me oyere, habitará confiadamente
Y vivirá tranquilo, sin temor del mal.” (Proverbios 1:30-33)



El amor, el gozo, la paz, la paciencia, la templanza, el
contentamiento, la longanimidad, la bondad, la benignidad, la justicia, la mansedumbre, la humildad, el perdón, la gratitud, son, además de frutos de un carácter formado y nutrido por el Espíritu de Cristo, manifestaciones de una vida interior que no puede ser medida en términos económicos, sociales o culturales, es decir que no debe su existencia a tales factores, porque, la sabiduría del Señor, el origen de esa vida no es de este mundo, no es terrenal, es celestial (“la sabiduría de lo alto”).




Eso hace que la felicidad que se cosecha a partir de la obtención de dichos frutos y cualidades en su conjunto, no pueda ser quitada por el mundo que nos rodea (1 Pedro 3:13), antes, por el contrario, frente a la adversidad y las pruebas, las personas cuyo carácter ha sido forjado por la verdad que está en Cristo en lo íntimo de su ser, prevalecerán perseverando en el bien y la justicia de Dios, en fe, esperanza y amor, sosteniéndose y alentándose mutuamente (ver Ro. 8:16-39; 1 Tes. 4:13-18) en tanto que han sido llamados a "un solo Cuerpo" (Col. 3:15) para heredar bendición "como un solo hombre" (ver Nahemías 8; Efesios 4:12-13).

Esta vida cristiana, que es individual y colectiva a la vez, está delineada por todo el consejo de Dios, en el cual el principio de la Sabiduría nos sale al encuentro con su Palabra que en máximas proverbiales y mandamientos traza el camino por el cual debemos andar y de la manera en que debemos hacerlo, de modo que, quienes ponen toda su atención en las enseñanzas del Señor y procuran obedecerle y ser agradable delante de sus ojos (conf. Sal.119:10-11; Stg.1:25), caminarán de victoria en victoria (2 Cor.3:18), confiados como un león (Prov.28:1), y serán como la luz de la aurora que va en ascenso (Prov.4:18) hasta la llegada de la madurez (Hebreos 12:11). 
Tal es la promesa "a los que perseverando en bien hacer buscan honra, gloria e inmortalidad" (Ro.2:7), aquellos que, son fieles al Señor por sobre todas las cosas (ver Mateo 10:37; 1 Cor. 16:22).





¿Por qué no es feliz el hombre (o mujer) cristiano?


Podríamos responder esta pregunta diciendo que porque no se ha ocupado debidamente de seguir a Cristo, de conocerlo y aprender de Él, de honrarlo y obedecerle. 

Porque, quien tiene "la amistad del Rey", no puede perder el gozo, ni la paz ni la confianza (ver Jn. 15:10-11; Jn. 16:33) de quien sabe que el Todopoderoso lo ha tomado de su mano derecha (ver Sal.73:23-24) para guiarlo "aun más allá de la muerte" (Sal.28:14) para "una herencia incontaminada, inmarcesible, incorruptible y eterna, en los cielos" (1 Pedro 1:4), de donde también ha de venir el Amado Salvador y Redentor nuestro.

Así está escrito que "los que tienen la sabiduría que viene de Dios, llevan ante todo una vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien. Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia." (Santiago 3:17-18 DHH)

Tal es la vida feliz que sólo hallan los que responden al llamado de Dios para buscarle (Proverbio 8).  

Amén.

N.M.G.

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