“Si recibimos el testimonio de
los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con
que Dios ha testificado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios,
tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso,
porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este
es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su
Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no
tiene la vida.” (1 Juan 5:9-12)
“Jesús le dijo: Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6)
“Contentamiento es a los hombres
hacer misericordia; Pero mejor es el pobre que el mentiroso.” (Proverbios 19:22)
La Sagrada
Escritura enseña que al hombre le es grato el hacer misericordia, pero mejor es
el pobre que el mentiroso. Ello nos enseña que el bien que podamos hacer a
nuestro prójimo no nos libera de las exigencias de la verdad. O sea que, si
diera de comer a todos los pobres pero adultero la verdad de Dios, no sólo me
vuelvo un mentiroso, también seré enemigo de ese Dios a quien digo servir al
hacer obras de ayuda al prójimo.
Así, cuando vemos a personas que
se presentan como siervos de Dios, pero que usan las palabras de Jesús de forma
incidental, al margen de sus discursos o mal interpretándolas, tenemos que
tener presentes más que nunca las palabras de Jesucristo quien nos dijo que "el que Dios envía las palabras de Dios
habla", afirmación que es expresada en forma de mandamiento por el
apóstol Pedro quien dice a los cristianos:
"si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios" (1 Pedro
4:11) , y así también las Escrituras que Cristo califica como inquebrantables
nos dicen: “teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito
creí".
Así entonces, los discípulos de
Cristo hablan lo que Él nos ha mandado hablar, sabiendo que al siervo le basta
el llegar a ser como su Maestro, y en Cristo vemos que Él no hablaba por su
propia cuenta, sino lo que el Padre le había dado que hablase (ver Juan 7:17;
Juan 12:49; Juan 14:10) . De igual manera un cristiano sirve verdaderamente a
Dios cuando al hablar de Él y su Hijo expresa las palabras de Dios y no sus
propias ideas.
Con esto entonces deseo llamar al
lector a que pueda discernir lo que viene de Dios y lo que proviene de los
hombres, porque cuando alguien habla de la verdad, el amor, de Dios, mesías,
santos o religiones, la autoridad de sus opiniones deben ser cotejadas con la
autoridad de la Palabra de Dios, de donde a diferencia de las palabras salidas
de la boca de esas personas que se dan crédito a sí mismas, las que salieron de
la boca de Dios manifestado en carne suenan diametralmente distinto, por lo que
los dejo con algunas de sus más directas y necesarias afirmaciones, para que
sean guardados del error de quienes no honran al Hijo debidamente y pervierten el único Camino al Padre:
“31 El que de arriba viene, es sobre todos; el
que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del
cielo, es sobre todos. 32 Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su
testimonio. 33 El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.
34 Porque el que Dios envió, las
palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. 35 El Padre ama
al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. 36 El que cree en el Hijo
tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino
que la ira de Dios está sobre él.” (Juan 3)
“37 También el Padre que me envió
ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto,
38 ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros
no creéis. 39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en
ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;” (Juan
5)
“28 Jesús entonces, enseñando en
el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he
venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no
conocéis. 29 Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió.” (Juan 7)
“5 A estos doce envió Jesús, y
les dio instrucciones, diciendo:…
14 Y si alguno no os recibiere,
ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo
de vuestros pies. 15 De cierto os digo que en el día del juicio, será más
tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella
ciudad. … 24 El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su
señor. 25 Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor.
Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa? …
32 A cualquiera, pues, que me
confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre
que está en los cielos. 33 Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres,
yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
34 No penséis que he venido para
traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.
35 Porque he venido para poner en
disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera
contra su suegra; 36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.
37 El que ama a padre o madre más
que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno
de mí; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
39 El que halla su vida, la
perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
40 El que a vosotros recibe, a mí
me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.” (Mateo 10)
“Jesús entonces les dijo: Si
vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido,
y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió.” (Juan 8:42)
“Jesús les respondió y dijo: Mi
doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad
de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia
cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que
busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.”
(Juan 7:16-18)
Amén.
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