"Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo." (Juan 3:3-7)
A lo largo de la vida cambiamos, de manera de pensar, de hábitos, de trabajo, de ideas, de ideología, de familia, de país... la transformación es inevitable, así como lo es nuestra búsqueda de identidad y sentido. Tarde o temprano pensamos en cambiar, la pregunta entonces es, ¿qué tipo de cambio queremos o buscamos?
Podemos experimentar un sin fin de cambios, aquí voy a señalar que no
nos debemos conformar con los cambios superficiales, como podría ser un cierto
"maquillaje moral" o lo que es lo mismo, tratar de parchar una vida
llena de agujeros o tratar de cambiar algunos malos hábitos o participar de una
ONG, religión o "Iglesia" para sentirnos un poco más buenos.
El cambio que te anuncio es un cambio
desde las raíces, un cambio de naturaleza, un cambio que el ser humano no puede
inventar ni generar por sí mismo. Me refiero al nuevo nacimiento, una doctrina
fundamental en la enseñanza del Hombre que dividió la Historia de la Humanidad
en un antes y un después, motor y fundamento del mayor cambio cualitativo
dentro de la moral del género humano ya delineado desde los profetas judíos en
los milenios pasados. Este cambio fundamental, no es superficial y pasajero, es
definitivo y profundo, sustancial. Tal es la característica de la verdadera
conversión que experimentan los cristianos auténticos, aquellos que en palabras
de su Señor "nacen del Espíritu" (capitulo 3 del Evangelio de San Juan).
La puerta está abierta, el Evangelio ya fue escrito, el Camino ya ha sido
señalado, el único cambio que vale verdaderamente viene de lo alto, los demás
son sólo remiendos en vestidos viejos...
"Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas." (Juan 10:9-11)
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