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El Cristiano Feliz



He seleccionado el siguiente extracto del libro "¿Es Usted Feliz?" de J. C. Ryle, pueden leer el libro completo on line: http://www.ibgrpereira.com/wp-content/uploads/Usted-es-feliz-J.-C.-Ryle-DIGITAL.pdf

"Permítame ahora, en último lugar, presentar el camino para ser verdaderamente feliz. Hay un camino verdadero que dirige a la felicidad, si los hombres por lo menos lo tomasen. Nunca ha habido una persona que haya viajado por este camino y perdido el objetivo que quería alcanzar. Es un camino abierto a todos. No son necesarias riquezas ni clase ni aprendizaje con el fin de caminar en él. Es para el siervo, así como es para el señor: es para el pobre, así como es para el rico. Ninguno es excluido a no ser aquellos que se excluyen. 

... El camino a la felicidad es ser un verdadero, completo y sincero cristiano. La Escritura lo declara; la experiencia lo prueba. El hombre convertido, el hijo de Dios, el creyente en Cristo, él y él solamente es el hombre feliz. Parece demasiado simple para ser verdad; parece, a primera vista, una receta tan clara que no debe ser creída, pero las mayores verdades frecuentemente son las más simples. El secreto que muchos de los más sabios de la tierra han fallado totalmente en descubrir es revelado a los más humildes creyentes en Cristo. Yo repito deliberadamente, y desafío al mundo a probar lo contrario: el verdadero cristiano es el único hombre feliz. 

¿Qué quiero decir cuando hablo del verdadero cristiano? ¿Será que hablo de todos los que van a la iglesia o a la capilla? ¿Será qué hablo de todos los que profesan un credo ortodoxo y encorvan sus cabezas a la creencia? ¿Será que hablo de todos los que profesan amar el Evangelio?

 ¡Por supuesto que no! Yo hablo de algo muy diferente. No todos los que son llamados cristianos, son cristianos. El hombre que tengo en mente es el cristiano en corazón y en vida. Aquel que fue enseñado por el Espíritu a realmente sentir sus pecados; aquel que realmente pone sus esperanzas en el Señor Jesucristo y en Su sacrificio; aquel que nació de nuevo y realmente vive una vida espiritual y santa; aquel cuya religión no es un mero abrigo de domingo, sino un poderoso principio que restringe y gobierna todos los días de su vida; aquel es el hombre de quien hablo cuando hablo del cristiano verdadero. 

¿A qué me refiero cuando digo que el verdadero cristiano es feliz? ¿No tiene él dudas ni miedos? ¿No tiene él ansiedades y problemas? ¿No tiene él angustias y preocupaciones? ¿No siente nunca dolor ni derrama lágrimas? ¡Esté lejos de mí decir algo semejante! Él tiene un cuerpo débil y frágil como los otros hombres; él tiene afecciones y pasiones como cualquier otro nacido de mujer: él vive en un mundo cambiante. Pero en el fondo de su corazón tiene una mina de paz sólida y gozo sustancial que nunca se agota. Esa es la verdadera felicidad. 

¿Será que estoy diciendo que todos los cristianos verdaderos son igualmente felices?
¡No, en absoluto!

Hay bebés en la familia de Cristo, al igual que hombres viejos; hay miembros flacos del cuerpo místico, como otros fuertes; hay corderos tiernos, al igual que ovejas; hay cedros del Líbano, pero también hisopos que crecen en la pared; hay grados de gracia y grados de fe. Aquellos que tienen más fe y gracia, tienen más felicidad, pero todos, más o menos, comparados a los hijos del mundo, son hombres felices. ¿Será que estoy diciendo que todos los reales y verdaderos cristianos son igualmente felices en todo momento? ¡No, en absoluto! Todos tienen sus flujos y reflujos de confort: algunos, como el mar Mediterráneo, casi insensiblemente; algunos como la marea de Chepstow17 de 50 o 60 pies por vez.18 La salud de su cuerpo no es siempre la misma. Sus circunstancias terrenales no son siempre las mismas. Las almas de aquellos a los que aman los llenan, algunas veces, con especial ansiedad: ellos mismos algunas veces son sobrecargados por alguna falta y andan en tinieblas. Ellos algunas veces dan lugar a incoherencias y pecados que los acosan y pierden su sentido del perdón.  (N. del T.) Chepstow es una ciudad en el país de Gales por donde pasa el río Wye que posee una de las mayores variaciones de marea en el mundo. 18 (N. del T.) Esta medida corresponde a 15,24 metros y 18,288 metros, respectivamente.

Sin embargo, como una regla general, el verdadero cristiano tiene una profunda reserva de paz dentro de él que cuando está más vacía no está enteramente seca.

El verdadero cristiano es el único hombre feliz, porque su consciencia está en paz. Aquel misterioso testimonio para Dios, el cual es tan misericordiosamente colocado dentro de nosotros, es completamente satisfecho y está en descanso. Él ve en la sangre de Cristo un lavado de toda su culpa; ve en el sacerdocio y mediación de Cristo una respuesta completa a todos sus temores; ve que por medio del sacrificio y muerte de Cristo, Dios ahora puede ser justo y justificador del impío. Su consciencia no lo muerde ni se burla de él ni le hace más un hombre temeroso. El Señor Jesucristo cumplió ampliamente todos sus requerimientos. La consciencia no es más una enemiga del verdadero cristiano, sino que es su amiga y consejera, por tanto, él es feliz. El verdadero cristiano es el único hombre feliz porque él puede sentarse tranquilamente y pensar sobre su alma. Él puede mirar hacia atrás y delante de él, puede mirar dentro de él y alrededor de él, y sentir: “todo está bien”. Él puede pensar calmadamente sobre su vida pasada y, por más que sus pecados sean muchos y grandes, tiene confort al saber que todos ellos fueron perdonados: la justicia de Cristo cubre todo, así como el diluvio de Noé ultrapasó las más altas colinas. Él puede pensar calmadamente sobre las cosas que vendrán, y aun así no atemorizarse. La enfermedad es dolorosa, la muerte es solemne, el Día del Juicio es una cosa terrible, pero teniendo a Cristo por él, no tiene nada que temer. Él puede pensar calmadamente sobre el Dios santo, cuyos ojos están en todos sus caminos, y sentir: “Él es mi Padre, mi Padre reconciliado en Cristo Jesús. Yo soy débil, soy inútil, pero en Cristo Él me considera Su querido niño y se complace”. ¡Oh, qué bendito privilegio ser apto para pensar y no estar atemorizado! Puedo comprender bien la triste queja del prisionero en el confinamiento solitario. Él tenía calor, comida y trabajo, pero no estaba feliz, ¿y por qué? Él dice que él era obligado a pensar. 

El verdadero cristiano es el único hombre feliz, porque Él tiene fuentes de inagotable felicidad fuera de este mundo. Él tiene algo que no puede ser afectado por la enfermedad y la muerte; por pérdidas privadas y calamidades públicas: la “paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Él tiene una esperanza depositada en el Cielo; tiene un tesoro que la polilla y el orín no pueden corromper; tiene una casa que no puede ser nunca destruida. 

* Uso las palabras “como una regla general” conscientemente. Cuando un creyente cae en tan horrible pecado como aquel de David, sería monstruoso hablar de su sentido de paz interior. Si un hombre que profesaba ser un verdadero cristiano me dice que está feliz en un caso como ese (antes de dar cualquier evidencia de profundo y humillante arrepentimiento), yo debería tener grandes dudas de si él ya había experimentado alguna gracia. "


Por mi parte sólo añado a modo de sintética reflexión: ninguna sabiduría será buena al final si no te permite enfrentar a la muerte en paz.

Espero que te hayas deleitado en las reconfortantes verdades que destila la pluma del hermano Ryle. 
Dios los bendiga. 
N.M.G.



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