Estaba en alguna situación en la que se trataba de si yo hacía o no hacía tal o cual cosa. La pregunta en particular fue al momento de donar sangre, cuando entre las preguntas de rigor se me preguntó si tenía pareja estable. Al responder que estaba casado, la enfermera me miró como diciendo, "eso no es garantía de no tener relaciones extramatrimoniales". Entonces añadí: "y soy fiel".
Ahora bien, si hubiese dicho que era cristiano, ¿qué hubiese pasado? Tal vez la enfermera hubiese concluído que yo era un hombre religioso que cumplía con los preceptos de mi religión, o que era un moralista escrupuloso. Pensara lo que pensara, lo que consideré es que la verdad es que yo no soy fiel, soy cristiano, y eso es lo que me hace fiel. Ya no me definen mis cualidades naturales, pues de ser así, el pecado seguiría reinando, y hace tiempo que hubiese hallado la forma de engañarme a mí mismo y a mi esposa para dar rienda suelta a la concupiscencia. Así que de una manera nueva consideré la afirmación "soy cristiano" como un sinónimo de "yo obedezco a mi Señor". Es también por esto mismo que cualquier persona que conoce a otra que se dice cristiano, espera de él una conducta propia de la reputación de santidad que emana del testimonio de Cristo.
Tal vez la forma más directa y concreta de explicarle a otras personas que uno vive de una determinada manera no requiera de dar testimonio del evangelio y del nuevo nacimiento que nos transformó, sino antes que nada, hacer una simple afirmación: "soy cristiano y como tal, obedezco a mi Señor."
Asi entonces, no se tratará ya de mí, sino de Él. Porque ya no vivo sino de acuerdo a lo que Él me ha dicho que debe ser mi manera de vivir. Y porque Él es quien es, sé por conocimiento y experiencia, que la obediencia a sus preceptos, es sembrar bendición y paz para cosechar frutos de gozo y justicia. Pero esto no es algo que se explica, sino el camino que aquellos que creen necesariamente han de transitar si en verdad han de seguir a Jesús como Señor.
Pienso entonces que la próxima vez que alguien me pregunte por qué no sigo el mismo patrón de comportamiento, la misma forma de pensar, la misma costumbre, la misma tradición, el mismo gusto, los mismos vicios, las mismas aprobaciones, no tengo necesidad de dar explicaciones, si en verdad soy cristiano, bien puedo responder: "soy cristiano, y obedezco a mi Señor". Tal vez este sería un testimonio propio de la locura de la predicación que nos lleva a la salvación y la invitación a conocer las razones a todo aquel que se muestre interesado en conocer a ese Señor de señores y Rey de reyes a quien rendimos todo nuestro ser en sacrificio vivo, porque sólo Él es digno.
N.M.G.
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