"E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne,
Justificado en el Espíritu,
Visto de los ángeles,
Predicado a los gentiles,
Creído en el mundo,
Recibido arriba en gloria."
(1 Timoteo 3:16)
(1 Timoteo 3:16)
La evidente iconografía navideña, en donde los colores de Coca-Cola arropan a un sonrriente gordinflón fruto de la creatividad publicitaria del gran reino del consumismo, está tan lejos del misterio de la encarnación de la Deidad, como lo está un mal chiste de necios de una obra de Shakeasper (si bien no se puede siquiera comparar).
Pero a los ojos de quien jamás ha tomado en toda su dimensión y seriedad las palabras de Aquel que se invoca como razón para celebrar "la Navidad", no hay problema. Sin embargo, no hay nada que celebrar si no crees en las palabras de Jesucristo, lo único que harás es seguir una postura infantilista de la vida, en la que no importa la verdad, ni la realidad de lo que implica poner a Dios a un lado para exaltar nuestras propias ideas de lo que queremos pensar, aprobar o llamar "bueno".
En cierta manera el mundo puede celebrar el nacimiento del "niño Jesús", ¡porque ese bebé no les habla!
Por eso, para los que prestan atención a lo que Jesús enseñó, la verdad es muy diferente al "espíritu navideño" que niega a Cristo, al negar SU persona. Porque cuando el mundo silencia SU VOZ, hace una implícita negación de quién es EL. Por eso, la Navidad no tiene más que un mensaje hueco pregonado por una religión espuria, diseñada para personas que no quieren reconocer el compromiso que implica hablar de Jesús en los propios términos de Cristo Jesús, el Señor.
Esto que digo no nace de un parecer personal, sino de las directas declaraciones de Jesucristo en persona. Así que, el que quiera juzgar lo que digo, lea con atención:
"Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.
28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. 30 Pues aun vuestros cabellos están todos contados. 31 Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
32 A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
33 Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.
35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra;36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.
37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
40 El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió." (Mateo 10:27-40)
Como se lee, Jesús comienza con una orden dirigida a sus discípulos: lo que les he dicho, proclámenlo. Quien reciba esas palabras, sus palabras, habrá recibido al Señor, pero quien las rechaza, rechaza a Dios, y no tiene ninguna navidad que celebrar, más que la fiesta en torno a un imaginario gordo bonachón que llena con regalos el vacío espiritual de quienes no pueden amar a Jesús en la debida medida y sincera convicción con que sólo pueden amarlo aquellos que lo conocen en espíritu y en verdad, como Señor y Salvador.
Cuando se tiene para celebrar una eternidad de la mano de un Dios vivo y verdadero a quien adoramos y en quien nos alegramos todo el año, no hay un día más especial que aquel en el que el Espíritu de Cristo comenzó a morar en nuestro corazón, lo cual es parte fundamental de la relación de Jesús con los que son suyos (ver Juan 14:15-26).
Cuando se tiene para celebrar una eternidad de la mano de un Dios vivo y verdadero a quien adoramos y en quien nos alegramos todo el año, no hay un día más especial que aquel en el que el Espíritu de Cristo comenzó a morar en nuestro corazón, lo cual es parte fundamental de la relación de Jesús con los que son suyos (ver Juan 14:15-26).
Evidentemente, las palabras de navidad no son las palabras de Jesús, así como el "espíritu navideño" no es el que por causa de Jesús confronta incluso a la propia familia, porque Él es más importante aun.
Bendito sea el Señor Jesucristo, el que es, el que era, y el que ha de venir. Amén.
N.M.G.
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