"E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
El fue manifestado en la carne,
Vindicado (Justificado) en el Espíritu,
Contemplado por ángeles,
Proclamado entre las naciones,
Creído en el mundo,
Recibido arriba en gloria."
(Primera Carta a Timoteo, cap. 3 v.16. Siglo I)
Las posibilidades de que un hombre (que admitiera haber sido enemigo de los cristianos) hace 2000 años, haya escrito un texto que para cumplirse debía llegar a todo el mundo (lo cual ha hecho a lo largo de 20 siglos), atravesando culturas, idiomas, costumbres y creencias, serían nulas, a no ser por el hecho de que ese misterio que se reveló, es tremendamente verdadero.
La Nueva Traducción Viviente de la Biblia lo dice en estas palabras:
"Sin duda alguna, el gran misterio de nuestra fe es el siguiente: Cristo fue revelado en un cuerpo humano y vindicado por el Espíritu. Fue visto por ángeles y anunciado a las naciones. Fue creído en todo el mundo y llevado al cielo en gloria."
Y sin dudas, no hay otro Hombre cuyo nombre pueda ser puesto a la altura de la Deidad, sólo Jesucristo ha demostrado, a los ángeles y a la humanidad, que sólo Él es digno de recibir la gloria, el honor, las alabanzas y la reverencia de todos. Por eso, luego de concluir su obra en el mundo, cuando ascendió a los cielos, se nos revela lo que sucedió en el libro de Apocalipsis, donde leemos:
8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos,10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (Cap .4)
Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
2 Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?
3 Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
4 Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.
5 Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá,la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
6 Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
7 Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;9 y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones,12 que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
13 Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
14 Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos. (Cap. 5)
La revelación de la escena celestial nos muestra la dignidad de Cristo, quien fue manifestado en carne y predicado al mundo entero, donde muchos han creído, de todo linaje, lengua, pueblo y nación. Y hoy esta palabra llega a quien esté leyendo aquí, para que sepa y confíe en esta palabra que, consecuentemente, como está escrito, es una "Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero." (1 Timoteo 1:15).
Todo aquel que en Él cree, no será defraudado (ver Romanos cap. 10), y su esperanza tendrá el dichoso fin que Dios ha prometido a los que lo aman. Amén.
N.MG.
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