El tiempo nos condiciona. Es la
condición en todo proyecto, “todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”, afirma el
escritor de Eclesiastés. Y también todo lo que se hace debajo del sol, pasará.
Entonces, pronto los sabios entienden que debemos aprovechar bien el tiempo.
Así, cuando llega fin de año, hacemos un balance mental de cómo hemos usado el
año que se fue, y cómo y para qué deseamos usarlo el año siguiente.
Esta reflexión se inicia a partir
de un breve mensaje en video del exitoso actor Silvester Stallone, en el que
afirma que el tiempo es nuestra “divisa” y que debemos ser “tacaños” con
nuestro tiempo, porque si no maximizamos su uso, y lo desperdiciamos en cosas
que no importan o no nos hacen bien, perderemos la oportunidad de realizar
aquellas cosas para las que solo tenemos este corto tiempo en el mundo.
Es verdad, el tiempo es limitado,
y para todo lo que queramos hacer necesitamos tiempo. Como el principio que rige en la economía, si
elijo hacer una cosa, no podré hacer al mismo tiempo otra. Entonces, nuestras
elecciones de qué hacer y qué no hacer, por qué cosas trabajar y por qué cosas
no, es la clave entre desperdiciar el
tiempo y ganarlo.
Si se nos dice que debemos ahorrar
nuestro tiempo, usarlo de la manera que más “ganancia” nos genere, en un
sentido amplio, ¿qué pasaría si no usamos
nada de ese tiempo en buscar a Dios? O en otras palabras ¿qué pasaría si gasto todo mi tiempo en
cosas que perecerán en esta vida, sin considerar las palabras de Jesucristo,
quien dio testimonio de la existencia de un reino más allá de esta vida?
Bueno, hay una respuesta lógica a
esas preguntas, y una respuesta explícita que surge de la enseñanza del Señor
Jesús, cuando en su relato de un hombre que había usado su tiempo tan
productivamente que había edificado graneros aun más grandes para conservar la
gran cosecha que había alcanzado, éste se encuentra de repente con que su
tiempo se había terminado. Esta es la parte final de la historia relatada por el
Señor: “Luego me pondré cómodo y me diré a mí mismo: ‘Amigo mío, tienes
almacenado para muchos años. ¡Relájate! ¡Come y bebe y diviértete!’”. »Pero
Dios le dijo: “¡Necio! Vas a morir esta misma noche. ¿Y quién se quedará con
todo aquello por lo que has trabajado?”. »Así es, el que almacena riquezas terrenales
pero no es rico en su relación con Dios es un necio». (Lucas 12:19-21)
El tiempo no es el problema, el problema
es que un día se acabará y entonces, sabemos, que ninguna cosa material tendrá
valor para nuestro futuro. Porque,
hay un alma que trasciende esta vida. Entonces tiene sentido absoluto invertir
para la vida venidera. Toda la enseñanza del Señor da por supuesto ese hecho
fundamental. Nuestra vida, no termina con la muerte, y el tiempo que hoy se nos
da, es para prepararnos para ese hecho maravilloso y estremecedor: la elección
hecha en esta vida con relación al Dios que ha llamado, en la antigüedad a través
de los profetas, y luego en Jesucristo y sus discípulos a toda la humanidad,
determinará si hemos desperdiciado esta vida o la hemos “ganado”.
Ese ganar o perder es lo que está implicado en las siguientes
palabras del Señor:
“Y
decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la
perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará. Pues
¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí
mismo?” (Lucas 9:23-25).
Podemos ver ese llamado
experimentado por el estricto fariseo Saulo de Tarso, otrora discípulo del gran
Gamaliel, quien perdió todo lo que para él era sinónimo de reputación, buena fama, reconocimiento, aprobación, retribución, y
demás (Leer Filipenses 3:3-9), al renunciar a ello convirtiéndose en
el apóstol Pablo, con la inquebrantable convicción de que para él, el servir a
Cristo llegó a ser “el vivir…, y el morir (es) ganancia” (Filipenses 1:21).
Yo sé que esta verdad es dura de
enfrentar, y sólo el Espíritu de Cristo puede llevarnos a una convicción y
entendimientos profundos que transformen de raíz las motivaciones íntimas de
nuestros corazones. El afán y la ansiedad, el deseo impaciente y el apuro de
llegar a tener y disfrutar son marcas que operan en el subconsciente de quienes
saben que el tiempo es poco, y la vida pronto se nos va. Por eso, el tiempo de
buscar al Dios de la salvación, el Dios de la eternidad, el Dios que ha hecho
promesas de resurrección, recompensas celestiales y vida inmortal, es ahora.
Como está escrito:
“Encamíname
en tu verdad, y enséñame, Porque tú eres el Dios de mi salvación; En ti he
esperado todo el día.” - Salmos 25:5
“Porque dice:
En tiempo aceptable
te he oído,
Y en día de salvación
te he socorrido.
He aquí ahora el
tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.” – 2 Corintios 6:2.
No desperdicies tu tiempo, buscá
a Dios hasta que su verdad te haga libre, el día que entiendas que por cuanto “Los
hijos de una familia son gente de carne y hueso, por eso Jesús se hizo de carne
y hueso igual que ellos. Sólo así pudo morir y con su muerte derrotar al
diablo, quien tenía el poder de la muerte. Jesús se hizo hombre para liberar a
los hombres, quienes habían estado esclavizados toda la vida por temor a la
muerte.” (Hebreos 2:14-15).
“Jesús le dijo a
la gente que creyó en él:—Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen
fieles a mis enseñanzas; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.”
(Juan 8:31-32)
Dios te bendiga.
N.M.G.
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