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El Verdadero Atuendo Cristiano

 



¿Cómo deben estar vestidos los que siguen la enseñanza del Señor Jesús?

 

“… habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos. Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.” (Colosenses 3:9-15)

Hace unos días veía un video en el que un pastor respondía la pregunta sobre cuál es el mayor peligro para la fe cristiana, señalando que el mayor peligro son los pastores. Y es una respuesta que tiene mucho de verdad, en tanto que el pastor fraudulento, el lobo rapaz, se presenta como cristiano, como alguien que enseña la verdad de Dios, cuando en realidad, está desviando a la gente que busca a Dios (o al menos debería buscarlo), tras el error.

Por esa razón, debemos ver bien a quién estamos siguiendo. Los lobos rapaces dice el Señor que vienen a nosotros vestidos de oveja, o sea, se presentan como “de Cristo”. Pero por dentro, tienen otras intenciones. 

Las intenciones son sinónimo de dónde apunta el corazón. ¿Qué busca la persona? ¿Reconocimiento? ¿Dinero? ¿Popularidad? ¿Seguidores? ¿Imponer sus propias opiniones religiosas? ¿Perfección moralista sectaria? Todos estos son aspectos de un falso ministro, o al menos de un ministro que no es conforme al corazón de Cristo, sino que promueve enseñanzas seudocristianas. 

Por el contrario, la persona que ama al Señor Jesús, y toma en su corazón les "vestiduras" que nos da su enseñanza, no ha de buscar lo suyo propio, sino lo que es de Cristo Jesús (conf. Filipenses 2:21). Y es en este punto donde se puede ver más claramente a quienes manifiestan “misericordia,… benignidad,… humildad,… mansedumbre,... paciencia… perdón… amor… gratitud”, como resultado de una sana enseñanza, en contraposición a la jactancia, el orgullo, la obstinación, la condenación, la ostentación y la falta de amor por la verdad, que encontramos en los falsos ministros y sus seguidores.

Jesús advirtió con claridad sobre quienes hacen sus obras para ser vistos, aquellos que aman los primeros lugares, los saludos, “la gloria de los hombres”. Estos “ya tienen su recompensa” (ver Mateo 6:2, 5, 16). Pero a sus discípulos el Señor les dice que su relación con Dios sea en lo secreto, y que “no quieran que los hombres los llamen maestro”. 

Además, el Señor nos dice que no hay más que un Padre en los cielos para aquellos que han muerto y cuya “vida está escondida con Cristo en Dios”.  Por lo tanto, no hay pretensiones egocéntricas entre aquellos que saben que “todos ... son hermanos” (Mateo 23:8), aquellos que entienden a cabalidad la sana doctrina que declara que: “no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos”.

Esta forma de vestir, es distintiva de aquellos que se han despojado de las apariencias que alaba este mundo que anda por vista. La forma de vestir de "los pobres en espíritu", es sencilla, rechaza toda ostentación, conscientes de que, como enseñó el apóstol Pedro, el atavío de aquellos que profesan ser la novia de Cristo, no se basa en lo exterior sino en lo interno, "el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. (1 Pedro 3:4-5).

Que esa humilde y afable sencillez de corazón, nos permita diferenciarnos de la generación de “cristianos” que se jactan de su “éxito” y grandeza, para que seamos “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida” (Filipenses 2:15-16).

Amén.

N.M.G.

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