Mirá los deportistas, ellos entienden
claramente en qué radica la felicidad: obedecer las exigencias de la disciplina
a la que se dedican, perseverar en ello, respetar las reglas impuestas en su
deporte y disfrutar del compañerismo que existe cuando los otros siguen el
mismo camino hacia un propósito definido. No en vano el apóstol Pablo los puso
de ejemplo como personas que tienen una meta clara a la que someten toda su
vida.
“Hago lo que sea para difundir la Buena Noticia y participar de sus bendiciones. ¿No se dan cuenta de que en una carrera todos corren, pero solo una persona se lleva el premio? ¡Así que corran para ganar! Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno. Por eso yo corro cada paso con propósito. No solo doy golpes al aire. Disciplino mi cuerpo como lo hace un atleta, lo entreno para que haga lo que debe hacer. De lo contrario, temo que, después de predicarles a otros, yo mismo quede descalificado.” (1 Corintios 9:23-27 NTV)
Cuando
alguien cuestiona el obedecer, ser disciplinado por la doctrina cristiana y el
someterte a la autoridad de Dios, está “poniendo el palo en la rueda” de tu,
verdadera y eterna, felicidad, porque ese precisamente, es el resultado de
quienes se ejercitan para la piedad.
"Si
esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las
palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. Desecha las fábulas
profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad (*); porque el ejercicio corporal
para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa
de esta vida presente, y de la venidera." (1 Timoteo 4:6-8)
(*) "entrénate para la sumisión a Dios" en la versión de la Nueva Traducción Viviente.
Amén.
Si queres ejercitarte para pelear "la buena batalla de la fe", ampliar sobre este tema leyendo y meditando lo que enseña la Escritura en Romanos capitulo 8 versículos 5 al 14.
Dios te bendiga
N.M.G.
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