“No me interesa en
dónde o qué o con quién has estudiado.
Quiero saber lo que te sostiene, desde tu interior, cuando todo lo demás se derrumba...”
“Mirad,
y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la
abundancia de los bienes que posee.” (Lucas 12:15)
Escribir
es fácil, decir algo que verdaderamente importe, eso, es más que simplemente
escribir. Los hombres piensan y hablan, las sociedades están llenas de cosas,
así como las bibliotecas, cargadas de libros que nadie leerá, cientos de miles
de libros que no necesitamos siquiera hojear… pero ¿no son acaso ellos una
fuente de conocimiento? ¿Conocimiento de qué? ¿Conocimiento para qué? ¿En qué
radica el sentido de vivir? Si en el medio de una selva los hombres pueden
vivir sin todos los mecanismos y medios modernos que el hombre ha alcanzado
para darle a su vida un mejor pasar, en qué radica el sentido de vivir si, o
sean ellos o seamos nosotros, todos, pasaremos de este mundo sin que podamos
retener ninguno de sus bienes materiales.
El
gran exponente de este mundo: la riqueza. Cuanto más puedas ganar, mejor. Ese
es el lema que más seguidores ha acumulado este sistema de jactancia, orgullo,
vanagloria, poder y placer. Ilusiones ofrecidas al mejor postor. Pero tenemos
el testimonio de personas que menospreciaron los placeres pasajeros de este
mundo para obtener la gloria que viene del único Dios verdadero (vea por ejemplo Hebreos 11:25, Filipenses 3:8).
Aquí,
en este punto, no hay lugar para la jactancia, los consejos de los soberbios
son nulos, las pretensiones de los incrédulos son vanas, confrontar la realidad
de ese Dios fuera de nosotros, la voluntad de la Deidad trayendo a juicio la
oposición de sus criaturas, es la razón por la que argumento tras argumento, y
mentira tras mentira, el hombre construye su inútil huida de la verdad acerca
de Dios. Sólo cuando el hombre teme a ese Dios, entonces, sólo entonces, el
pequeño mortal ha captado, aunque tan sólo sea intuitivamente, su frágil y
pasajera condición ante el “fuego
consumidor” (Deut. 4:24), “las llamas
eternas” (Isaías 33:14), “el
Todopoderoso” (Ap. 1:8, 4:8), Aquel que “habita la eternidad” (Isaías 57:15), y ante el cual deberemos dar respuesta.
Así que, en este lado del mundo, la opulencia
y las falsas promesas de satisfacción material, crearon en el hombre una falsa
percepción de sí mismo. Los jóvenes que crecieron rodeados de los avances
tecnológicos se engañaron con la idea de que la ciencia respondería todas las
preguntas, y por un momento olvidaron lo pronto que el hombre tiene que
enfrentar la realidad de su final.
Y
aquí estamos, en la misma terrible existencia que cada hombre y mujer a lo
largo de la historia ha tenido que sobrellevar. Vida y muerte. Y como A. W.
Tozer planteó con gran lucidez: si la medicina permite a un hombre alargar sus
días por ejemplo 10 años más, la pregunta es, ¿con qué sentido? ¿Qué diferencia
hay entre dejar de existir un tiempo antes o un tiempo después? ¿Cuál es el
sentido de vivir? La ciencia no tiene ninguna respuesta, sólo puede retardar el
accionar de la muerte, pero no puede decirle a un hombre para qué ha venido a
la existencia.
Pero
el hombre que busca respuestas, el hombre o mujer que verdaderamente desea ver el bien,
llegará a comprender que el Creador de los cielos y la tierra, y todo lo que
hay en ellos, es innegable desde que todas las maravillas que nos rodean, y
nosotros mismos, somos evidencia de su poder y deidad, por lo cual, no podemos
negar lo que se hace autoevidente a todo aquel que detiene su huida y confronta
el testimonio de su conciencia delante del mensaje del evangelio del invisible Dios que todo lo
ve (ver Hebreos 4:12-13), cuya revelación en Cristo nos permite conocer su amor para salvación.
»Y ahora, hijos míos,
escúchenme,
pues todos los que siguen mis caminos son
felices.
Escuchen mi instrucción
y sean sabios;
no la pasen por alto.
¡Alegres son los que me
escuchan,
y están atentos a mis puertas día tras día,
y me esperan afuera de mi casa!
Pues todo el que me
encuentra, halla la vida
y recibe el favor del Señor.” (Proverbios
8:32-35)
“Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide,
recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Mateo 7:7-8)
“Dijo
entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis
en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y
la verdad os hará libres.”(Juan 8:31-32)
“Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí.” (Juan 14.6)
N.M.G.
Exelente hermano!
ResponderEliminarGracias por bendecir mi vida.
ResponderEliminarLucio.Bahia Blanca.
glucio662@gmail.com