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El eterno deleite del Amor

 


"Con él estaba yo ordenándolo todo,

Y era su delicia de día en día,

Teniendo solaz delante de él (su presencia) en todo tiempo.

31 Me regocijo en la parte habitable de su tierra;

Y mis delicias son con los hijos de los hombres." 

(Proverbios 8:30-31)

El corazón del ser humano tiene deseos de todo tipo. Este breve comentario se dirige al tipo de deseo por el cual sentimos una profunda y fuerte necesidad. Me refiero al tipo de sentimiento que no se sacia con cosas, lugares o logros. Me refiero al tipo de sentimiento que solo el amor de otro ser humano puede llenar. La presencia de esa otra persona a la que amamos... y que nos ama. Millones de canciones de amor nos recuerdan ese profundo deseo de amar y ser amados, que no puede ser reemplazado ni falsificado. 

Y es esta, la clase de amor que la Biblia usa para ilustrar la relación de Jesucristo y su iglesia. "Nosotros lo amamos a Él... porque Él nos amó primero", escribió el apóstol Juan en una de sus cartas. 

Amor correspondido. Desinteresado. La clase de amor que desea estar con la persona amada, para siempre: 

"Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo... Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos. " (Juan 17:23-24, 26)

Fuimos creados por amor.

El mismo amor que nos vino a rescatar de las garras del padre de mentira, el gran acusador y engañador de las almas. Y el Señor les dice a los que creen a sus palabras: "el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios." (Juan 16:27)

En el corazón del evangelio de Cristo, existe una insondable relación de amor entre el Padre y el Hijo, que se extiende a aquellos creados: "por medio de Él y para Él" (Colosenses 1:16)

"... según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,..." (Efesios 1:4-6).

Esta relación de amor, es la riqueza, la gracia, la alegría, la bondad, el disfrute, la amistad, el afecto, la ternura, que nacen por medio de la fe que ahora vive en nuestro corazón, en el que los que creemos recibimos "el espíritu de adopción por el cual clamamos: ¡Abba Padre!" (Romanos 8:15)

 No hay ningún vínculo más valorado, deseado y anhelado, que el del amor de los hijos hacia los padres, los padres hacia los hijos, los esposos y los amigos entrañables. Y esto es obra de Dios. Él hizo el amor posible, porque "Dios es amor" (1 Juan 4:8). 

Así que, no cierres tu corazón al amor de Dios. Antes bien, necesitas abrazar esta verdad incomparable, para que puedas recibir el amor de la verdad. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él." (Juan 3:16-17)

En este amor, está la vida eterna reservada para los que aman al que nos amó; la vida del Dios eterno que es un Padre para todo aquel que recibe al Hijo. Cuando entendemos que esta es la clase de amor que es eterno, estamos invitados a ir a los brazos de nuestro Creador, quien ha venido al mundo para que veamos y palpemos su gracia y su verdad, en la faz de Jesucristo, por cuya obra de amor, somos perdonados, justificados, lavados, emblanquecidos, y hechos hijos de Dios, para participar de la herencia de la familia bendita de Cristo Jesús (ver Colosenses 1:9-23). 

 "Ahora... vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20)

Amén. 

Dios te bendiga 

N.M.G. 



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