"... no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños. Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete." (Mateo 18:14-22)
Algunas breves consideraciones básicas.
La Iglesia es en primer lugar, un conjunto de personas definidas y guiadas por su Señor y Maestro, Jesús. En la Biblia se habla de ella como la esposa de Cristo (2 Corintios 11:2), su Cuerpo (1 Corintios 12, Efesios 1:23) y como "la casa del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad" (1 Timoteo 3:15).
La Iglesia tiene asimismo, embajadores, por lo que, bien se puede decir que ella es una Embajada del Reino de los cielos que lleva a cabo la obra de autoridad que Cristo mismo delegó en sus discípulos: "Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mateo 29:18-19).
La Iglesia ejerce autoridad espiritual. Leamos cómo esta autoridad espiritual tiene lugar, no sobre el mundo, sino en el ámbito en el cual los mandamientos del Señor son la Ley a la que se debe someter Su pueblo, es decir, aquellos que se reconocen discípulos de Cristo.
En este pasaje, se ve claramente a la Iglesia como un Cuerpo de creyentes con voz y autoridad: "si no oyere a la iglesia". Luego, vemos que el Señor está presente en Su iglesia, cuando "están dos o tres congregados" en Su nombre. De esta manera, los discípulos ejercen en esta vida, la autoridad del reino de los cielos en las vidas de aquellos que han venido a Cristo para someterse a su doctrina: "enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mateo 28:20).
"Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo." (1 Tesalonicenses 4:2-8).
Al leer estas palabras del apóstol Pablo a los creyentes de Tesalónica, podemos ver que el que rechaza las instrucciones del Señor dadas a través de sus ministros, desecha a Dios. Por esta razón, en la Iglesia, la autoridad delegada por Cristo a sus verdaderos servidores, es para edificación y corrección, de donde quien no quiera ser disciplinado por las palabras de Jesucristo, la cual es predicada en su nombre y por su encargo, no podrá ser Su discípulo, y por ende, tampoco será parte de la Iglesia gloriosa que será manifestada con Cristo (Colosenses 3:4).
Finalmente, vemos esta autoridad presupuesta en el siguiente pasaje de la carta a los Hebreos: "Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso." (Hebreos 13:17).
Los pastores, son cristianos maduros, aptos para enseñar y gobernar la iglesia de Cristo (ver 1 Timoteo 3:1-5) que deben velar por las almas, de modo que, aquellos que han creído y reciben la sana doctrina, cuiden que "ninguno pague a otro mal por mal" (1 Tesalonicenses 5:15).
La Iglesia tiene veedores (obispos), esto es, personas aprobadas (1 Tesalonicenses 2:4) y reconocidas (1 Tesalonicenses 5:12) que presiden la congregación y deben ser "ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable" (Tito 2:7-8). Tales personas cargan con una gran responsabilidad delante de Dios.
La importancia de los líderes es muy grande, ya que los falsos maestros son los que pervierten la verdad y apartan a los creyentes tras falsas enseñanzas (ver Hechos 20:27-32). Por esto, es necesario que los pastores y maestros denuncien las falsas enseñanzas y demás herejías, tal como en sus días lo hicieron los apóstoles, y el propio Señor Jesús. Esta es la manera de cuidar a las ovejas del Buen Pastor, advirtiéndoles del error de los inicuos, y guardándolas de toda leche adulterada.
Que Dios te conceda la gracia de tener buenos maestros para que seas edificado/a en el Camino y el Señor te guarde de los lobos rapaces.
Dios te bendiga.
N.M.G.
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