Lo
sobrenatural es parte de la narración bíblica. La diferencia entre lo
sobrenatural con lo fantástico, imaginario o mítico, es que, la actividad sobrenatural
de Dios opera sobre la naturaleza que vemos, mientras que los mundos de
fantasía son producto de la imaginación humana que construye leyendas y seres que
no existen o hechos irreales.
Lo
sobrenatural es inseparable de Dios, en tanto que el Creador del universo
creado está por sobre su creación. Por lo tanto, es perfectamente lógico y
razonable la existencia de milagros y actividades sobrenaturales por parte de
un poder que está más allá de las criaturas. El problema surge cuando los
hombres pretenden comprender "el cómo”, ¿cómo es posible que Jesús convirtiera
agua en vino?, ¿cómo pudo caminar sobre el agua?, ¿cómo pudo resucitar a un hombre
que ya se encontraba en proceso de descomposición?
En
este punto, lo que tenemos que considerar, es que la pretensión de comprender el
cómo, es doblemente improcedente. Primero, porque lo que necesitamos conocer,
no es el cómo, sino el para qué, o sea, el propósito de esas “señales”
milagrosas realizadas en la narrativa bíblica. Segundo, no es procedente
por el hecho de que no estaríamos en condiciones de comprender racionalmente
su explicación. Imaginemos lo que conlleva entender, por ejemplo, el proceso de
replicación del ADN. Hoy, después de miles de años de historia y un inmenso
avance de la ciencia y la técnica, podemos ver a través de microscopios que nos
permiten estudiar esos procesos invisibles al ojo humano. Pero incluso observándolo
bajo el microscopio, existen explicaciones de hechos que están a un nivel de
preparación intelectual y conocimiento científico que hace que la inmensa mayoría
de la humanidad no esté en condiciones de comprender ciertas complejas
explicaciones que la ciencia humana llega a desentrañar. Ni hablar de los
hechos sobre los que la ciencia ni siquiera puede explicar, como por ejemplo,
cómo se forman y crecen los huesos del feto en el vientre materno.
Ahora
entonces, pensemos, ¿cuánto más complejo ha de ser el acto sobrenatural que
transforma el mundo natural por medio del poder de Dios?
¡Sería
incoherente esperar entender cómo es el proceso físico por el que Dios resucita un cuerpo fallecido, si ni siquiera podemos entender algunos complejos hechos de la ciencia
elaborada por el ser humano! Por eso, el Señor Jesús llegó a exclamar: “Si
os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las
celestiales?” (Juan 3:12).
Lo que
impide que muchos crean es la pretensión de creer que pueden entenderlo todo, y
que si no se puede explicar, entonces no es posible. Pero eso es como pretender
que todos los logros de la tecnología moderna nunca debieron llegar a existir
por ser imposibles e impensados para cualquier hombre o mujer de los siglos
pasados.
La
existencia de Dios implica, necesariamente, la existencia del poder sobrenatural
por el que pudo crear, por sí mismo, y sin más poder que el suyo propio, todas las cosas que existen, sean “visibles
o invisibles” (Colosenses 1:16). En consecuencia, la incredulidad hacia los
testimonios de la Biblia, de los milagros y hechos sobrenaturales, no se funda en una razón válida, porque, precisamente lo sobrenatural y los milagros
son el acto que autentica el poder que sólo Dios, el Creador de los cielos y la
tierra puede tener y accionar, tal como el de la resurrección misma de Jesucristo.
Por eso leemos que mediante Cristo creemos “en Dios, quien le resucitó de
los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en
Dios.” (1 Pedro 1:21). Y en igual sentido el apóstol Pablo les
escribió a los corintios: “ni mi palabra ni mi
predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con
demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté
fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1
Corintios 2:4-5).
Así entonces,
lo sobrenatural es la garantía de que, Dios mismo, está presente en el mundo
que él creó. Y habiendo intervenido en la Historia de la humanidad: “ahora
manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha
establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a
quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.”
(Hechos 17:30-31). Notemos como, en esa predicación del apóstol Pablo en Hechos
17, la resurrección de Jesucristo es el hecho que “dio fe” de la
autenticidad y veracidad de las pretensiones mesiánicas y todo lo que en ellas
está implicado.
Cuando
entonces nuestra fe se funda en el testimonio de aquellos testigos que dieron
fe de lo que vieron con sus propios ojos, y palparon con sus manos, respecto de
Jesús de Nazaret, podemos tener seguridad, no en base a explicaciones de
cosas que no necesitamos entender, y que ni siquiera estaríamos en condiciones
de hacerlo, sino en base a que confiamos en el anuncio de los testigos que
dieron el testimonio de “Dios, que levantó al Señor, (y por quien creemos
que) también a nosotros nos levantará con su poder.” (1 Corintios
6:14).
Amén.
N.M.G.
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