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Un Predicador Escogido

Hace cuarenta años, en 1964, el Dr. Martyn Lloyd Jones predicó una serie de sermones que estudiaron el capitulo 5 del libro del profeta Isaías, cuyas palabras registraban el mensaje de Dios setecientos años antes de Cristo, o sea que estamos ante un comentario que parte de afirmaciones de un profeta de Dios cuyas palabras tienen hoy dos mil setecientos años de antigüedad, pero que son tan actuales como el estudio que respecto de ellas realizara el predicador Lloyd Jones, quien expone la verdad de Dios con una claridad y maestría que pocos pueden ofrecernos.

En el capitulo sexto al que se tituló Humanismo, Lloyd Jones trata el versículo 21 del libro de Isaías que exclama: “¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” (Isaías 5:21). De ese capitulo he tomado sólo una parte, si bien el libro no tiene desperdicio, para que podamos reflexionar junto a este gran sabio cristiano que nos llama a detenernos en el camino y preguntarnos a la luz del llamado de un Dios que nos habla por medio de su Palabra de modo que hoy podemos oírle decir: “Así dijo el Señor: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma.” (Jeremías 6:16)

La Biblia utiliza muchos términos para describir al pecador, pero el más habitual de todos, es el de “necio”. Nuestro Señor lo utiliza en la parábola sobre “el rico insensato”. Aquí tenemos a un hombre que se jacta: “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate” (Lucas 12:19-20). Aquel hombre se creía muy inteligente y muy sabio, pero sólo era un necio.
“¡Todo va bien!”, esa es la forma moderna de expresarlo: “me va bien, he ahorrado dinero para el futuro. He utilizado la cabeza. ¡Que tipo tan listo soy!”.
“Necio –dice Dios-, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”. La Biblia pronuncia un “ay” contra todo esto porque es mentira.
“¿Pero cómo me demuestras que es mentira?”, pregunta alguien.

Por desgracia, puedo hacerlo con extrema facilidad. Mi opinión es que aquellos que son sabios y prudentes a sus propios ojos serán condenados porque se condenan a sí mismos; viven una mentira. Afirman ser sabios, ¿pero cómo viven? ¿cómo se mide la sabiduría? ¿cómo se mide el intelecto o el entendimiento? No se trata de leer muchos libros y poder a las preguntas que se nos hagan. Esa es la gran equivocación que cometen las personas. No, la forma de evaluar a las personas es medir no cuanto saben, sino si son capaces de aplicar lo que saben. ¿Lo entienden lo bastante bien como para ponerlo en práctica? He conocido a muchas personas con notas brillantes que luego no eran capaces de hacer nada. He conocido a personas que, durante sus estudios de medicina, eran capaces de superar sus exámenes, aprender datos de memoria y recitar los manuales como papagayos pero luego, en un entorno clínico, cara a cara ante un paciente, eran unos inútiles completamente incapaces de aplicar sus conocimientos. Pero esa es la forma de medir la sabiduría.
La mujer o el hombre sabios no se limitan a tener conocimientos –eso se puede introducir en una computadora-; tienen la capacidad de apropiarse de ese conocimiento y asimilarlo hasta que se convierte en discernimiento. Esto se convierte en parte de ellos, controla sus puntos de vista y determina sus actos y su conducta. Nuestra sabiduría no se evalúa, pues, meramente por el número de libros que hemos leído o que podemos citar y recitar, sino por la forma en que vivimos, por la forma en que utilizamos ese conocimiento. Cristo lo expresa en una famosa pregunta: “¿Qué aprovechará al hombre si ganara todo el mundo [de conocimiento y riqueza] y perdiere su alma?” (Marcos 8:36).

¿Qué sucede con los seres humanos individuales en la actualidad? ¿Cómo viven las mujeres y los hombres supuestamente “sabios”? Considera a esas personas que pueden decírnoslo todo acerca de la vida. ¿Cuántas veces se han divorciado algunos de ellos? Pensemos en algunos de los más famosos filósofos. Leamos sus biografías; jamás tomemos en consideración exclusivamente los libros de una persona: averigüemos cosas acerca de ellos. ¡Escribir libros es mucho más fácil, mucho más fácil que vivir! Si, es más fácil predicar que vivir. Pero en la vida se demuestra la sabiduría. No me interesa la afirmación por parte de un hombre o de una mujer de tener grandes conocimientos y gran lucidez si fracasan en sus propias vidas, si son borrachos o adúlteros, o si no son de fiar. ¿Qué valor tienen entonces sus conocimientos y su erudición? Dicen que son sabios, pero no lo son; son necios que fantasean y se engañan a sí mismos.

¿Y qué sucede con los hombres y las mujeres colectivamente? Que orgulloso está el mundo de sus conocimientos, ¡pero fijémonos en como está! A pesar de su orgullo por su intelecto y demás, es preciso recordarle estas cosas. Con toda su sabiduría y sus conocimientos, ya han sufrido dos guerras mundiales y han destruido a más personas en un siglo que en toda la Historia. Eso es lo que hacen en la práctica las mujeres y los hombres modernos con toda su sabiduría y prudencia. Y aquí los tenemos: siguen hablando de misiles y armas destructivas, siguen preocupados por las tensiones, la inseguridad, la discordia y la confusión moral. No obstante las personas siguen jactándose de su sabiduría. Son sabios en sus propios ojos y prudentes de sí mismos (¡con el mundo hecho un desastre y prácticamente con una carnicería delante de ellos!). ¡Es mentira! Por eso se condena en la Biblia. No es más que jactancia, verborrea. Tienen la grandeza de un globo inflado. Mucha palabrería, mas no se pone en práctica.

Pero puedo demostrarlo de otra forma: con la incapacidad de las personas para pensar siquiera. Les gusta pensar que, a pesar de no ser santos perfectos –como ellos dicen-, tienen un gran discernimiento. ¿Pero es así? “Sabios en sus propios ojos”. ¿Qué opinión tienes, pues, de ti mismo? ¿Qué es el hombre? ¿Le entiendes? ¿Te entiendes a ti mismo? ¿Se entienden realmente a sí mismos la mujer y el hombre modernos? Están muy orgullosos de su sabiduría de su sabiduría y de sus conocimientos, ¿Pero qué nos dicen en realidad de la vida? ¿Mucho o poco? ¿Algo grande o innoble? ¿Qué?

¿Dónde está, pues, su discernimiento? ¿En qué demuestran su prudencia y su sabiduría? ¿Qué sentido tiene el mundo? ¿Qué es la Historia? ¿Hay alguna clase de plan o propósito  detrás? ¿O sólo es un sinsentido, carente de propósito o destino, que vaga de un lado a otro sin que nadie sepa cómo o hacia dónde? ¿Dónde está la sabiduría de todo esto? ¿Qué saben los hombres y las mujeres  de las cosas más importantes? Saben mucho de la electricidad, del átomo y de la energía, de todas esas abstrusas cuestiones científicas. No lo critico; pero cuando hablamos de sabiduría, lo que me interesa es: ¿Cómo vivo? ¿Cómo van las cosas? ¿Cómo puedo hallar paz y felicidad? ¿Cómo puedo vivir de forma que no me sienta avergonzado al final de mi viaje? Eso es sabiduría, eso es prudencia.”


(Cuando el Señor juzga a su pueblo. Estudios en Isaías 5, p.111-114, de Martyn Lloyd-Jones.) 

"... un hombre entre mil he hallado" (Eclesiastés 7:28)

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