"Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos." (Santiago 2:21)
Uno de los profetas que Dios
levantó para comunicar Su Palabra al pueblo judío en la antigüedad fue
Jeremías. En un pasaje de su libro podemos leer:
"Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su
valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.
Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y
conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la
tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.
He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo
circuncidado, y a todo incircunciso;" (cap.9:23-25)
Es claro que lo que Dios reveló
de sí mismo no ha cambiado del Antiguo Testamento (antes de Cristo) al Nuevo
Testamento (desde Cristo). Misericordia, juicio y justicia, no son cosas irrazonables,
injustas o difíciles de entender. Toda la humanidad está de acuerdo en que el
castigo a los culpables es justo. Nadie se opone a que los homicidas,
violadores, mentirosos, traidores, etc., sean condenados. Sin embargo, Dios advierte que Él castigará
a todo "circuncidado, y a todo incircunciso", es decir, al judío y a
los que no lo son, al religioso y al que no lo es. O sea que la Palabra nos anuncia que Dios hará justicia.
Pero Su juicio y su justicia no son
los nuestros. Y ese es precisamente nuestro problema. Porque cuando somos
expuestos a la luz de la verdad, y todo secreto y todo mandamiento son traídos
a consideración, la sentencia es la misma para todos, por eso está escrito con
rotunda claridad por el gran apóstol Pablo:
“Por lo cual eres inexcusable, oh
hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te
condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el
juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas
esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú
escaparás del juicio de Dios?
¿O menosprecias las riquezas de
su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al
arrepentimiento?
Pero por tu dureza y por tu
corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de
la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a
sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y
honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen
a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre
todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego,
pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y
también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios.” (Romanos
2:1-11)
Pues bien, alguno dirá ¿y qué
tengo que ver yo con eso? Y la respuesta señala a la cruz de Jesucristo. Cuando
Cristo murió por la humanidad, dejó dos caminos, uno en el que nos amparamos
bajo la sombra de Su sacrificio, y otro en el que nos hacemos responsables no
sólo de nuestras propias faltas y deudas hacia Dios, sino de la inaceptable
indiferencia y menosprecio hacia el sacrificio del Hijo de Dios. Por eso es
necesario que pongas atención a lo que sigue porque:
“…ahora, aparte de la ley, se ha
manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la
justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en
él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de
la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio
de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por
alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este
tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es
de la fe de Jesús.” (Romanos 3:21-26)
Es difícil hablar de estas cosas
a una sociedad que no desea escuchar. Pero lo cierto es que viene el día en que
vos, yo, todos, vamos a comparecer ante Dios, y todas las cosas serán medidas y
pesadas por Jesucristo mismo.
A los que acuden a Él con el
sincero deseo de hallar paz y reconciliación con Dios, Él nos dice: "el que a mí viene, no le echo
fuera" y "el que cree en
mí, aunque muera vivirá”.
La resurrección de Cristo debería
recordarte que Él va a volver, y la burla y la incredulidad hacia este anuncio
debería advertirte que el Señor dijo: "el
que no es conmigo, contra mí es" y "mía es la venganza, yo daré la
retribución".
Amén.
N.M.G.
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