“El que de
arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas
terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó,
esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, éste
atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios
habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.” (Juan 3:31-34)
“Ellos son del mundo; por eso hablan del
mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos
oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad
y el espíritu de error.” (1 Juan 4:5-6)
“Y tomad el
yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios
6:17)
“Porque la
palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos;
y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada
que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están
desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” (Hebreos
4:12-13)
A diferencia
de de la mayoría de hombres que hablan y escriben llenando cada día los medios, el
Profeta de Dios no opina, afirma, no se queja, demanda, no se disculpa, asume el costo
de decir la verdad, no es políticamente correcto por lo tanto es censurado
sistemáticamente, no hay lugar en los titulares para sus declaraciones
profundas, trascendentes, indispensables, irrefutables, inevitables...
El mundo ama lo suyo, dice la
palabra profética, por eso el mundo recibe sin problemas a los críticos, los
opinólogos, los chismólogos, psicólogos, sociólogos, teólogos, politólogos...
pero se desconcierta ante el Profeta. Él no trae la última noticia, ni el nuevo
chisme, ni nuevas filosofías y modas, él no propone, no negocia... él proclama
el Juicio de Dios respecto al camino del hombre y la mujer, lo que Dios ha
dicho es lo que determina el destino en uno u otro sentido, por eso, todo lo
que verdaderamente importa es, para el Profeta, anunciar la Palabra de Dios,
poniendo en oídos de hombres y mujeres el llamado de la verdad que expone la
Luz por medio de la cual podemos conocer la realidad detrás de la vida.
Quién es Cristo, qué es el
hombre, quién es el Creador, para qué estamos vivos, por qué existe la moral y
la maldad, cómo hemos de vivir justa y piadosamente, qué y cuál es el Evangelio
de la gracia de Dios, son algunas de las preguntas que el Profeta responde, no
en su propia opinión, sino en virtud de hacer uso de las Palabras de Dios (1), él no es un improvisado, ni un adoctrinado moderno, es un
discípulo del Maestro de maestros, un mensajero de la inmutable verdad del
eterno Dios que preside la existencia del universo y ordena los caminos de sus
criaturas.
Tal es el trabajo de un Profeta
de Dios, de modo que, si aun un ángel pretendiera cambiar el Evangelio Eterno
que ya ha sido anunciado (2),
él seguiría incólume aferrado a “la Palabra
profética más segura" (3),
y si todas las naciones se opusieran con desdén e indiferencia, él continuaría
declarando la verdad para dar testimonio a todas las huestes del cielo, de que
hubo un varón que continúo siendo fiel a Dios, porque se vistió de las armas de
justicia que Él nos ha proveído, de modo que puede decir con limpia conciencia
y plena convicción: “antes, sea Dios
veráz y todo hombre mentiroso” (4).
Amén.-
N.M.G.
Referencias:
(1) Juan
3:33-34
(2) Gálatas
1:7-9
(3) 2
Pedro 1:19
(4) Romanos
3:4
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