"Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis." (Juan 8:23-24)
La incredulidad, que esconde ignorancia, desconfianza y miedo hacia Dios, es la contracara de la confianza en su testimonio por medio de la cual recibimos la paz que nos concede la obra del Evangelio de Jesucristo (ver Romanos capitulo 3:9-28 ). Las religiones no pueden darte seguridad, confianza y la tranquilidad de estar en paz con Dios, porque ellas te obligan a cumplir con ciertas normas y tradiciones a las cuales deberás prestar total observancia si es que quieres alcanzar la justicia que demanda Dios.
Por el contrario, el evangelio de la gracia, nos comunica la buena noticia de que Cristo murió y resucitó para que podamos tener la misma segura confianza de un niño en la cobertura de su padre. Por eso está escrito que Cristo “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.”(Tito 3:5-7)
El verdadero Evangelio nos dice que Cristo nos libró de la condenación eterna (vea Juan capitulo 3:14-18 ), la cual es descripta por el apóstol Pablo en estas palabras: “sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:9)
No obstante los falsos evangelios y demás religiones cierran las puertas del cielo que la muerte de Cristo abrió, y dejan en tus débiles manos el peso de abrirlas por medio de tus propios méritos. Esto, es una necedad sin parangón, ya que niega la verdad más preciosa del menaje de Jesucristo dado a los hombres que se arrepienten y creen de todo corazón. Para que corrobores lo que estoy diciendo, sólo necesitas leer el registro fiel de lo que Cristo hizo y proclamó, dándole plena seguridad incluso a un hombre que nada bueno podía ofrecer, más que su fe GENUINA (confianza plena en Cristo) y sincero arrepentimiento. Leamos:
“Y cuando llegaron al lugar llamado dela Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, 37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. 40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23:33-43)
El Evangelio es la única razón por la cual el Señor Jesús pudo darle seguridad a una persona que había sido un malhechor que merecía la pena de muerte, de que su entrada al paraíso estaba ASEGURADA, lo cual, claro está, es una confianza invaluable que toda religión de hombres viene a objetar y que sólo CRISTO nos puede REGALAR. Es por eso que, la palabra de verdad que salió de los labios de nuestro Salvador, nos ha regalado la gracia de poder confiar plenamente en lo que Él alcanzó en la cruz, el favor inmerecido de ser perdonados y considerados justos delante del Padre, sólo y únicamente porque Cristo tomó nuestro lugar en la cruz.
“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:
Este es el pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
Y en sus mentes las escribiré,
añade:
Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.
Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.” (Hebreos 10:10-23)
Ahora entonces, te invito a despojarte de todas las ideas religiosas y sus vanas pretensiones, para que consideres el consejo de Dios por medio de su apóstol escogido, para que recibas la paz para con Dios, la cual es otorgada a todos aquellos que creen poniendo su confianza en Su Palabra, la cuál inspiró al ministro del Evangelio de Jesucristo a escribir lo siguiente:
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud dela Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.
En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.
Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:8-15)
Y “lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.” (Gálatas 2:20-21)
A esto, sólo queda decir, amén, gracias Señor Jesús, bendito seas por siempre glorioso Redentor nuestro. Te alabaré eternamente y para siempre.
N.M.G.
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