"porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias..." (Romanos 1:19-21)
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias..." (Romanos 1:19-21)
La cuestión de fondo en el drama de la vida es, por sobre todas las cosas, un problema de rebelión contra la autoridad. Todo sistema de Derechos y Deberes (sea secular o religioso) que nos obliga por Ley a obedecer ciertas normas a pesar de nuestra voluntad, es un ejemplo claro de cómo el ser humano es un transgresor por naturaleza. A eso se suma el contínuo deseo del hombre de imponer su voluntad por sobre toda otra voluntad.
Luego, Dios, no es una cuestión de fe, sino más puntualmente de adversidad. Él es ese Otro Soberano que tiene una voluntad que el hombre no desea oír, de ahí que toda predicación recta de la verdad de la Palabra de Dios, sea sistemáticamente resistida por los hombres y mujeres que, en todo caso, aceptarán de buena gana un dios que los bendiga, pero jamás abrazarán un Dios que les mande vivir de una forma distinta en reconocimiento de Su soberanía. Éste es, en síntesis, el Dios detrás de la predicación del Evangelio de la reconciliación (lo cual supone una ofensa hacia Él) por medio de Aquel que es Señor sobre toda criatura y cuya voluntad, prevalecerá para gloria y honra perpetua de Su divinida Persona. Amén.
Por eso está rescrito que "El (Cristo) es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro." (Colosenses 1:15-23)
En el fondo de toda falta de fe, de toda incredulidad, de toda apatía hacia Dios, de todo fracaso y de toda derrota moral, existe un innato deseo de desobedecerle, de pecar, de, en suma, obedecer las concupiscencias de mi propia carne. Por eso, también se nos manda someternos a Dios a aquellos que hemos creído en Él.
N.M.G.
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