“Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” (Lucas 10:42)
“… estando persuadido de esto,
que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo” (Filipenses 1:6)
Lo que busca
aquel que sirve a los intereses de Cristo, es hacer el bien, porque lo bueno es
justo, y la justicia es parte de la naturaleza misma de la Deidad.
Pero hacer el bien no es suficiente,
es necesario salvar.
Porque de nada sirve ayudar a
cruzar la calle a aquel que está yendo en dirección a un abismo. No alcanza con
lograr cruzar la calle, es necesario hallar el buen destino, no es suficiente
con alimentar el cuerpo, es necesario saber cuál es su profundo sentido.
Y cuando hablamos de salvarte, no
hay otro nombre que el aquí se predica. Y cuando hablo de salvarte, hablo de
mucho más que de recibir la absolución de tus pecados. Cuando hablo de salvarte
me refiero a transformarte, a que Dios haga en vos un milagro, una nueva
creación, que llegues a experimentar lo que sólo el Espíritu de Dios te puede
revelar, y lo que sólo tu espíritu puede llegar a percibir. “El Espíritu mismo
da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:16).
Tal es el don de ser hecho hijo de Dios por el favor del Señor que comienza la
obra de salvación en el alma de los que creen a sus palabras.
Hacer el bien no es suficiente,
es necesario salvar.
“Así que, hermanos, cuando fui a
vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de
palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna
sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” (1 Corintios 2:1-2)
“Así que, somos embajadores en nombre de
Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de
Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Corintios
5:20-21)
N.M.G.
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