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Nuestra necesidad más profunda

"Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna." (Juan 4:13-14)
La necesidad más profunda del ser humano siempre es personal. 
Eso significa que ni la naturaleza, ni los bienes, ni los sentimientos impersonales, ni ninguna cosa pueden reemplazar el anhelo de amar y ser amado por otra/s persona/s, es decir, un ser a nuestra imagen y semejanza.
Luego, los sentimientos de gratitud, admiración, amor y devoción, jamás alcanzan su consumación, hasta que el alma no halla a la Persona detrás de los dones, maravillas y amor, que han sido dados a través de lo creado.
Por eso, estar agradecidos, admirar las maravillas de la vida y amar el bien que nos incluye, sin el Dios que hizo todas las cosas, y a nosotros a su imagen y semejanza, genera una ausencia, un silencio sin contenido, una conciencia sin testigos, un vacío latente, un anhelo de ser conocidos profunda y completamente, un llamado mudo, una oración sorda...
Y no sólo eso, porque además, la gratitud y la admiración por los bienes y maravillas de esta vida, sufren y duelen, cuando ellos son dañados, atacados, negados o destruidos. Y entonces la pena, la desesperanza, el desengaño, las desilusiones, la enfermedad, la vejez, la muerte y el final, nos confrontan, nos abordan para empujarnos a una tierra dura y fría, donde los gusanos se harán cargo de devorar los restos de nuestro frágil y fugáz envoltorio mortal.
Y entonces, ¿dónde quedará la gratitud, la admiración y el amor? Para el hombre que sólo considera a la naturaleza, o la existencia de una deidad anónima y distante, no hay más esperanza, ni alegría posibles. Y es entonces cuando “la fe, la esperanza y el amor” del Evangelio acuden a manera de brazo extendido de Dios, la invitación de una Persona, a nuestra semejanza, que puede vernos y oirnos, entendernos y ayudarnos. Una Persona que conoció la vida humana como nosotros la conocemos, y que siendo justo y bueno, manso y humilde, amable y valiente, sufrió la incomprensión y el desprecio, la traición y la burla, la tortura y la muerte. Quien siendo Rey se hizo esclavo, quien teniendo el poder absoluto, se despojó de sus prerrogativas voluntariamente, por amor, para venir al rescate de los ciegos, sordos, mudos, cojos y muertos espirituales.
Es esa Persona, históricamente palpable, audible y comprensible, quien reconcilió todas las cosas, de modo que la maldad y la mentira, la enfermedad y la muerte, el pecado y la condena, vinieran a ser anulados con su muerte. De modo que cuando Jesús resucitó de entre los muertos, la fe, la esperanza y el amor, se hicieron realidad, al salir a la luz ante los ojos de la Historia que fueron testigos de la respuesta de un Dios que está involucrado en el drama humano y sus implicaciones. Como C. S. Lewis ejemplificó, el Escritor entró en su obra, puso sus palabras en la escena, y se reservó una identidad propia, de la que sólo Él es digno: el unigénito Hijo de Dios.
Así, muchos hombres y mujeres a lo largo de la Historia han conocido al Hijo, han entendido el alcance de la cruz de Cristo, han recibido la salvación, han celebrado la redención, adorado al Creador, y anunciado al que los “amó y se entregó a sí mismo por” ellos (Gálatas 2:20), testificando que “de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16)
Como dije, la necesidad del ser humano siempre ha sido y será personal. Por ejemplo, no podemos honrar a una vacuna, pero sí honraremos al médico que la creó, ni podemos apreciar un bello cuadro, o una bella voz sin admirar al artista. La persona detrás del don, siempre será más importante. De igual manera, la Biblia llama a Jesucristo “el autor de la vida” (Hechos 3:15), aquel por medio de quien “el mundo fue hecho” (Juan 1;10). Por eso, sólo si lo oímos atentamente a Él, podremos llegar a entender quiénes somos, por qué pasamos por esta vida afectada de paradojas, y para qué fuimos creados.
Los temores del hombre siempre se basan en perder lo que tiene. Y el mayor bien del ser humano es la vida. Luego, el temor a la muerte es el padre de todos los temores, y es el alimento de la Serpiente, que esclaviza a las almas perdidas, sin Dios y sin Cristo en este mundo, manteniéndolas en el engaño de que no existe una esperanza tras la muerte. Así, hombres y mujeres por igual luchan y se desviven por “salvar” sus vidas, lo que significa lograr alcanzar y obtener lo que me hace feliz, reteniendo los dones que más pueda en el tiempo que tenga. Pero Dios sabe todas las cosas, Él conoce la mentira que nos esclaviza, conoce al “padre de la mentira” y sus artimañas, conoce el resultado de la fe, la esperanza y el amor, conoce el día de la resurrección, de la continuación de la vida, de la existencia del reino eterno de Cristo, y quiere que vos también conozcas esas verdades, y que llegues a entender que todos los dones, todas las cosas, todos los bienes son suyos, y que lo que vos tratas de salvar enredado en las ansiedades de esta vida, es como una migaja caída de Su mesa.
Pero el mentiroso trabaja sutil y poderosamente para negarlo. El enemigo de las almas niega la existencia del Dios bíblico, de tu alma, de la presencia de Cristo en la Historia, de que Dios mismo juzgará nuestra vida, de la necesidad de su perdón, de la resurrección de los seres humanos, la continuación de nuestra conciencia en un nuevo cuerpo, la posibilidad de relacionarnos con nuestro Creador, de las riquezas eternas, entre otras muchas cosas.
Por lo tanto, si buscamos la verdad, debemos estar concientes de que la mentira debe ser discernida y confrontada, porque el engaño responde a una voluntad personal, con un propósito contrario al de Dios. Por eso, el ser librados es obra del Hijo, porque él es quien ha venido a deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:8), Él es “el camino, y la verdad y la vida” (Juan 14:6). Por lo tanto Él nos ha dicho:
“Si permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad y la verdad los hará libres... Si el Hijo os libertare, serán verdaderamente libres.” (Juan 8)
Ahora leamos la palabra de verdad resguardada en la Sagrada Escritura:
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 4:1-3)
“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.” (1 Juan 5:19-21)
“Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo 1:8-10)
El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.
Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.
Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.” (Apocalipsis 11:15-18)
Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos,el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.” (Apocalipsis 12:9-11)

"Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.

 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo." (Apocalipsis 21:5-7)

Amén.
N.M.G.

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