Si yo fuera a la guerra, buscaría un arma. No aceptaría réplicas de un arma, buscaría un arma de verdad.
Si yo fuera a la guerra, no
aceptaría armas que carezcan de poder para destruir al adversario, ni poder
para librar.
Si yo fuera a la guerra, no
buscaría ideas, sino un arma con la que pueda vencer.
Si yo fuera a la guerra,
despreciaría las armas impotentes que no puedan traspasar la dura coraza del
adversario. Si yo fuera a la guerra, y el Leviatán de Dios estuviera contra mí,
sólo Dios podría darme la victoria.
Por esa razón, prestaría atención
a esta verdad: “Nadie es dueño de su espíritu ni lo puede detener porque nadie
es dueño de la muerte. Cuando llega la guerra, no puede mandar a otro en su
lugar. La maldad que uno hace no lo protegerá.” (Eclesiastés 8:8 PDT).
Si yo fuera a esa guerra, no
confiaría en mis fuerzas, ni en la de los hombres, porque no hay hombre que de ella pueda librar. (1)
Si yo fuera a esa guerra, me
arrodillaría ante el Señor de los ejércitos, y clamaría a Dios por salvación. (2)
Si yo fuera a esa guerra, oiría
al que dijo:
“Yo soy el buen pastor; y conozco
mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al
Padre; y pongo mi vida por las ovejas. ... Por
eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me
la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo
poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”(Juan
14:18)
Por esto, en la guerra que todo
ser humano debe enfrentar, sólo hay un Hombre capaz de salvarnos, ese Hombre es
Jesucristo, el único que no sólo habló lo que ningún otro, sino que además,
cumplió sus palabras, con un poder indestructible, de modo que ese testimonio inconmovible
sigue rescatando las almas de los que por el temor a la muerte estaban toda la vida sujetos a
servidumbre del enemigo, pero que ahora, por medio de la fe, son rescatados por
Jesús. Él es: “el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y
llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el
propósito suyo y la gracia que nos fue
dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha
sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la
inmortalidad por el evangelio, del cual yo fui constituido predicador,
apóstol y maestro de los gentiles. Por lo cual asimismo padezco esto; pero no
me avergüenzo, porque yo sé a quién he
creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel
día.” (2 Timoteo 1:8-12)
Cuando yo vaya a la guerra, Jesucristo será mi capitán y el
que me libre de la derrota, por cuanto sólo Él venció “al que tenía el dominio
de la muerte”(3), para levantarnos de la
muerte. (4) Y el arma que Él me dio es la Palabra de fe que predicamos para salvación
de todo aquel que cree a Dios, por lo cual se nos dice: “Aunque todo el mundo falle en cumplir, Dios siempre cumple lo que
promete. Así está escrito:
«Para que, por medio
de tus palabras,
se demuestre que tú eres justo
y vencerás cuando te juzguen».(Romanos
3:4)
Amigos, vamos camino a una guerra inevitable, y sólo hay un Nombre dado a la humanidad, en el cual la victoria ha sido proclamada.
Aquel cuya resurrección es garantía de su poder, y segura certeza de la veracidad de sus palabras: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (5)
¡Aferrate a Él!
¡Amén!
N.M.G.
(1) “El SEÑOR dice: «Ustedes son mis testigos
y el siervo que yo elegí,
por
eso me conocen,
creen en mí y entienden
que yo soy el único Dios que existe.
Antes
de mí no hubo ningún Dios
y después de mí no habrá otro.
11
Sólo yo soy el SEÑOR
y no hay otro Salvador aparte de mí.
12
Lo prometí y los salvé y yo lo di a conocer.
Fui yo y no ningún otro dios extranjero
entre ustedes.
Ustedes
son mis testigos, dice el SEÑOR.
Yo soy Dios” (Isaías 43:10-12)
(2) «El mensaje de Dios está muy
cerca de ti. Está tan cerca como lo están tu boca y tu corazón». Es el mismo
mensaje de fe que nosotros anunciamos. 9 Serás salvo si reconoces abiertamente
que Jesús es el Señor y si crees de todo corazón que Dios lo levantó de la
muerte. 10 Pues Dios te aprobará si crees de todo corazón, y te salvará si con
tu boca lo confiesas abiertamente.11 La Escritura dice: «Todo el que confíe en
él no será defraudado»; 12 «todo» porque a Dios no le importa si uno es judío o
no, pues el mismo Señor es Señor de todos. Es generoso con todos los que le
piden ayuda, 13 porque «Todos los que confíen en el Señor serán salvos»
(Romanos 10:8-13)
(3) 9 Pero vemos a aquel que fue
hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a
causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la
muerte por todos. 10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las
cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos
hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de
ellos. 11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos;
por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo:
Anunciaré a mis hermanos tu
nombre,
En medio de la congregación te alabaré.
13 Y otra vez:
Yo confiaré en él. Y de nuevo:
He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.
14 Así que, por cuanto los hijos
participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir
por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al
diablo,15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante
toda la vida sujetos a servidumbre.” (Hebreos 2:9-15).
(4) “Y si Cristo no resucitó, vana
es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados
falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a
Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si
los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó,
vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que
durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo,
somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha
resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por
cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de
los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos
serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias;
luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el
reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y
potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus
enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la
muerte.” (1 Corintios 15:14-26)
"Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero." (Juan 6:39)
(5) Juan 11:24-26 “Marta le dijo:
Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo
soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y
todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”
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