"Porque Dios manda" solía ser una frase de mi mamá cuando de
chico cuestionaba el deber de obedecer que se me ordenaba. Después de muchos
años, he aprendido, y ahora lo sé bien y cabalmente, que obedecer a Dios vale mucho más que hacer lo que
me plazca, porque en los deseos de este ego que traigo de nacimiento, hay una
innata oposición a la buena, perfecta y santa voluntad del que me creó. Y tarde o temprano podremos ver los frutos de lo que cosechamos, según hayamos o no, obedecido.
Y, gracias a Dios,
podemos saber lo que Dios manda, para obedecerlo a Él antes que a las opiniones
egoístas de nuestra carne, y de la de quienes no conocen a Dios, ni sus justos
consejos.
La persona que obedece a
Dios, es y será feliz, porque Dios bendice a los mansos y humildes, y a los que
temen ante su palabra y la reverencian (conf. Salmos 15:4, 25:14; 33:18; 34:9;
111:5; Eclesiastés 8:12).
Por esto también está
escrito:
“La enseñanza del SEÑOR es
perfecta,
reconforta el ánimo.
Lo que dice el SEÑOR en su
pacto es seguro,
ayuda a los ignorantes a
volverse sabios.
8 Las leyes del SEÑOR son
justas,
hacen feliz a la gente.
Los mandamientos del SEÑOR
son buenos,
le muestran a la gente el
camino correcto a seguir.
9 El mandato de respetar al
SEÑOR es puro;
permanece para siempre.
Las decisiones del SEÑOR son
siempre justas;
absolutamente correctas.
10 Sus enseñanzas valen más
que el oro puro;
son más dulces que la miel
recién salida del panal.
11 Tus enseñanzas previenen
de todo peligro a quienes te respetan.
Los que te obedecen serán
recompensados.
12 ¿Quién puede darse cuenta
de absolutamente todos sus errores?
Así que te pido que me
ayudes a no cometer pecados sin darme cuenta.
13 Protégeme de la soberbia;
no dejes que la soberbia
gobierne mi vida.
Sólo así podré estar puro
y libre de toda culpa.”
(Salmos 19)
"Así que, hermanos, os ruego
por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis
a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta." (Romanos 12:1-2)
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