La palabra
lealtad deriva de leal (Del lat. legālis) que según el Diccionario de la Real Academia Española en su
primera acepción significa: Que guarda a alguien o algo la debida fidelidad.
La lealtad es como la gravedad,
siempre está presente aunque no nos detengamos a pensar en ella. Algo o alguien
siempre serán el objeto de nuestra lealtad. Desde las marcas que buscan la
lealtad a sus productos hasta la bandera de cada nación, pasando por equipos, bandas, amigos,
parejas y familiares, toda relación encuentra en la lealtad su “ley de
gravedad”.
Pero
lo interesante aquí es respondernos qué es
lo que genera lealtad. A primera vista podemos decir que se trata de un
interés en ese algo o alguien. Pero el mero interés no nos obliga a ser leales.
“La debida fidelidad” como la define
el diccionario va más allá del interés individual. Nos es moralmente exigida. Y
digo moralmente porque es en la conciencia en donde encontramos el sentimiento
de obligación a ser fieles, y no en alguna fuerza física exterior.
La lealtad
existe de manera abstracta, pero muy real. Tan real como todo fuerte sentimiento
o convicción que nos fuerza a actuar de determinada manera. Y hay lealtades y lealtades. No es lo mismo la
lealtad a mi marca preferida de zapatillas que mi lealtad al respeto al
sentimiento patriótico que evoca la bandera de mi país, así como no es lo mismo
mi lealtad a un equipo deportivo que a mi esposa, mis padres o mis hijos.
Es llamativo ver cómo en estos tiempos la lealtad se ha redirigido hacia los ídolos de la
cultura de mercado (ídolos del mundo musical, del deporte y de la actuación
principalmente). Jóvenes adolescentes que realmente se deprimen o alegran en
base a las noticias de su estrella favorita, muchachos que están dispuestos a
“patear cabezas” para vengar la derrota de su equipo de fútbol, etc.
Claro que
cuando los hombres y mujeres llegan a la madurez y tienen esposa, marido,
hijos, sus lealtades cambian de manera natural. Y entonces, la artificial lealtad hacia los ídolos populares es superada por el amor que
despierta esa persona con la que verdaderamente nos relacionamos a un nivel
profundo; ese nacimiento que nos conecta con la vida real y deja en el cajón de
los recuerdos todos aquellos productos culturales con los que pasábamos el
tiempo.
Hay lealtades
y lealtades, y a medida que crecemos podemos entender la diferencia. Jesús
también implicó en sus enseñanzas cuál es la lealtad más importante. Sin duda, es la lealtad
hacia Dios. La lealtad de Jesucristo hacia su Padre y sus discípulos fue total
y perfecta. Él los amó hasta la muerte. Por eso en el
comienzo del capitulo 13 del Evangelio según Juan leemos que “Antes de la
fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase
de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin.”
La lealtad que
practicamos es una manifestación de aquello a lo que estamos unidos, en una
unidad de interés, afecto, valor, destino, etc. Hoy mucha gente ha perdido
hasta la esperanza de una lealtad auténtica y hasta el final en relación al
matrimonio. Tristemente podemos ver personas más leales a su mascota o equipo
de fútbol que a su propia mujer, marido o hijos.
Cristo nos
lleva a una vida forjada a la luz de la
lealtad que viene de Dios, una lealtad que verdaderamente cree en las
palabras de Jesús cuando dice cosas tales como “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los
dos serán una sola carne. Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por
tanto, lo que Dios juntó, no lo separe
el hombre.” (Mateo 19:5-6)
Sin Cristo
perdemos el fundamento firme y permanente de esa lealtad tan importante,
aquella que el hombre y la mujer prometen a quienes pasan a formar “una sola
carne” con ellos.
La lealtad
hacia Cristo Jesús es el primer paso para que tu vida esté construida sobre la
roca firme, porque todo aquel que escucha al Señor y pone por obra sus
enseñanzas, hallará la fidelidad del Dios verdadero a sus palabras respecto a todas
las cosas.
“Porque recta es la palabra de Jehová,
Y toda su obra es hecha con fidelidad.” - Salmos
33:4
“¿Pues qué, si algunos de ellos han sido
incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios?
De ninguna manera; antes bien sea Dios
veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito:
Para que seas justificado en tus palabras,
Y
venzas cuando fueres juzgado.” – Romanos 3:3-4
N.M.G.
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