"Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?" (Salmo 42:1-2)
Como en otras oportunidades,
deseo compartir unos pasajes seleccionados de la lectura de un nuevo libro
cristiano que estoy leyendo.
La intención es acercales un material de
edificación y aliento para sus almas en la vida de fe. Los siguientes párrafos
hablan sobre la condición necesaria para un verdadero discipulado, es decir,
para tener una vida en la que el seguir a Jesús, caminar con Él y aprender de
Él, sea parte de una experiencia real y vital, fundamental y extraordinaria en
nuestra vida, superando meras apariencias, prácticas religiosas y buenas obras.
Los animo a leer y reflexionar para
seguir buscando la vida abundante, en el Espíritu y la verdad del Señor, en donde
la esperanza de los verdaderos discípulos se gozará y fortalecerá en la alabanza
que proviene de Dios (cf. 1 Corintios 4:5), porque su fe y deleite son en Dios
y su reino.
“El discipulado cristiano es, ante
todo, un algo del corazón; y lo es en cualquier lugar. Si el corazón no es
recto (Nota: en sus motivos e intenciones), todo lo demás que podamos hacer es equivocado. Nuestros
corazones deben ser movidos, como lo era el de Pablo, por una profunda
necesidad y sed de Dios.
El hambre de Dios es la señal
inequívoca del verdadero discipulado. La sed de Dios me demuestra que soy hijo
suyo, y que Él está actuando en mí. No es lo que haga para Dios lo que me
indica si soy realmente un discípulo suyo. No es el haber cumplido los
requerimientos del Sermón del Monte, sobre la base de ciertos credos o máximas;
como tampoco el haber vivido con dificultades o haber dormido en el suelo. Nada
de esto prueba un verdadero discipulado. La razón por la que estoy convencido
que soy un discípulo de Dios es porque estoy consciente de este deseo intenso e
insaciable que hay dentro de mí, que me empuja a querer más y más del Señor de
Gloria.
¿Es esta tu experiencia? Si lo es, puedo asegurarte, aunque tengas
fracasos, aunque hayas errado muchas veces y cometido equivocaciones, por
encima de todo, si posees esta hambre y sed de Dios, si estás buscando una
comunión más y más intensa con tu Creador, si tu deseo es conocerle más
intensamente, andar con Él y respirar su aliento, puedo asegurarte que has
empezado el camino del verdadero discipulado.
“… Dios está cercano –nos dice la
Escritura- a “los quebrantados de corazón, y salva a los contritos de espíritu”.
Dios desea acudir al hombre que, reconociendo todos sus fracasos, sus pocas
aptitudes, su insuficiencia, lo deposita todo al pie de la cruz y clama: “Dios
mío, ten misericordia de mí, pecador”. Ningún descubrimiento me ha producido
tanto aliento como éste. (…)
La señal de un verdadero
discípulo es la sed de Dios. El verdadero discípulo busca la gloria que viene,
no de los hombres sino de Dios (ver Juan 5:44); después de realizar el trabajo,
se complace en oír a Dios decir: “Bien, buen siervo y fiel”. Día tras día vive
para Dios y para alabarle anhelando su presencia al igual que el siervo anhela
y brama por las corrientes de aguas. (…)
Un sinfín de cosas han cegado
nuestros ojos. Una multitud de distinciones teológicas y superficialidades
religiosas han establecido una dicotomía entre la teoría de Dios y un
conocimiento vivo de Él. Pero todavía hay esperanza si hay tan solo unos pocos
que tengan sed de Dios. Algunos que se alisten en la cruzada de los que anhelan
conocer y encontrarse con Dios. Esto es lo único que cuenta: el único eslabón
que no podrá ser tergiversado por la autosuficiencia y estupidez de los
hombres. Nuestros lazos no están atados a ninguna organización, sino al Dios
viviente. Acudiendo humildes junto a su cruz, aprenderemos la realidad de su
poder, de su fortaleza y de su resurrección. La señal de un verdadero discípulo
estriba, por encima de todo en su hambre y sed de Dios. Jesús dijo: Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de justicia, porque ellos serán saciados.” (tomado de “Sed de Realidad” de
George Verwer)
Gloria a Dios.
N.M.G.
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