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El Mensaje del Libertador Celestial


"Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí,

Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor." (Lucas 4:17-19)


"Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?" (Juan 11:25-26)

"Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó.
Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe... Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos." (1 Corintios 15:12-14;32)


Muchos están más preocupados en luchar por lo que perderá sentido, que vivir por aquello que “a vida eterna permanece” (Juan 6:27). Eso se debe a que la posmodernidad llegó para suplantar la trascendencia de la vida, por la intrascendencia; la realidad de lo eterno, a cambio de la ilusión de las vanaglorias pasajeras; la verdad inmutable, por la opinión del momento; el asombro del misterio de Dios, por unos cuantos electrónicos y entretenimientos nuevos...

 Pero la vida humana tiene un peso de eternidad en sí misma, desde el momento en que el Dios eterno que creó los cielos y la tierra nos ha dado una conciencia que trasciende nuestra naturaleza humana (del hombre terrenal), ya que en el momento en que el hombre puede reconocer a Dios, desde el instante en que Jesucristo puede ser admirado por su vida, podemos recibir su vida, una vida espiritual (del hombre celestial), en la que se manifestaron con claridad y plenitud supremas, el amor de Dios, la paz, la bondad, la humildad, el dominio propio, la defensa de lo verdadero, la templanza, la consolación, la entrega absoluta, el valor del auto sacrificio, la amistad, la fe, la verdad, la gracia, la redención, la gloria de la salvación, la justificación de la justicia de Dios, entre otros tantos atributos encarnados incontestablemente en el Hijo de Dios, como son la misericordia, la santidad, el poder, la mansedumbre, el perdón y el testimonio fiel y veráz.


Es respecto al testimonio sobre ese Jesús, el Mesías, del que las Escrituras nos hablan, que el mundo no quiere oír, y voluntariamente se aparta. Es a este Libertador que vino a librar a los que viven cautivos en los lazos de la mentira, oprimidos por sus propias maldades, y encadenados al pecado de la soberbia, el engaño y la autocomplacencia, a quien el dios de este siglo malo quiere negar, y a quien se opone con toda falsedad para mantener a sus cautivos bajo su inicua potestad. 

Aquel cuya victoria en la cruz se expandió a través de los siglos debido al indetenible testimonio de Su resurrección, es la única esperanza de vida en el horizonte de todos los condenados a muerte que nacemos en este mundo sumergido en las tinieblas de la negación de la autoridad soberana de Dios en Cristo Jesús, declarada y anunciada desde hace veinte siglos, y revelada desde tiempos remotos, según lo escrito y profetizado en las Sagradas Escrituras judías (el Antiguo Testamento). 

Y si el mundo sigue su rumbo hacia la incertidumbre, la confusión y las vanas esperanzas, mientras las generaciones se siguen perdiendo en el sinsentido de vivir con la meta final de la muerte en el fin de sus días (suavizado con huecas creencias de “energía” y “reencarnaciones” que no son sino meros “limbos”), nosotros que leemos, los que podemos aún oír la voz del Rey Eterno, prestemos atención al llamado del que dijo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.” -Marcos 1:15-

Muchos son desviados del llamado de Cristo, para correr tras las vanas pretensiones del ego humano. Pero vos, amigo lector, no consientas, antes bien piensa ¿por qué son tan pocos los que prestan oídos atentos y sinceros a las palabras de Jesucristo? ¿Por qué no quieren despertar? ¿Por qué prefieren morir en manos del engaño?

He aquí la verdad que el mundo no quiere recibir y el diablo no quiere que conozcas:

“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.” (2 Corintios 4:3-5)

“Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis….
Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió
¿Por qué no entendéis mi lenguaje? 
Porque no podéis escuchar mi palabra.
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.
¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.”(Evangelio de Juan capitulo 8, versículos 23-24 y 42-47)


N.M.G.

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