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JESÚS... ¿según quién?

“La suma de tu palabra es verdad,
Y eterno es todo juicio de tu justicia…
Me regocijo en tu palabra
Como el que encuentra un gran tesoro.” (Salmo 119:160;162)

“Hijo mío, si recibieres mis palabras,
    Y mis mandamientos guardares dentro de ti,
 Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría;
Si inclinares tu corazón a la prudencia,
 Si clamares a la inteligencia,
Y a la prudencia dieres tu voz;
 Si como a la plata la buscares,
Y la escudriñares como a tesoros,
 Entonces entenderás el temor del Señor,
Y hallarás el conocimiento de Dios.” (Proberbios 2:1-5)

“Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” (Juan 5:46-47)

“Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?” (Lucas 9:18)



Imitaciones, caricaturas, falsificaciones, adulteraciones, deformaciones, todas estas cosas señalan a la existencia de un modelo original, el verdadero, aquel auténtico, genuino y real detrás de las tergiversaciones que de él se alimentan.

Cuando considero el Evangelio, lo que por muchos es conocido por la tradición religiosa de nuestra cultura occidental ha devenido en una pintura debajo de otra pintura. Como si una de las pinturas más grandiosas del arte hubiese quedado bajo pinturas de aerosol, crayones para niños y rayones con fibras, de la misma manera, el glorioso testimonio de las Escrituras, es olvidado, opacado, retaceado, reformulado, desfigurado y caricaturizado tanto por quienes lo atacan como por muchos de quienes dicen conocerlo.

La Biblia es la única herramienta con la que podemos recuperar la imagen original que ha quedado tapada bajo las ideas humanas que hacen alejar de la verdad los oídos y nos dan una versión equivocada de la realidad espiritual ya fielmente plasmada en los sagrados escritos.

Poder ver con mayor nitidez y fidelidad a Jesucristo a través de la Biblia no es barato. Tiene un precio, la diligente atención que debe ser puesta para escudriñar la Escritura.

La única versión verdadera, el único relato auténtico donde podemos hallar al Hijo de Dios y la revelación acerca de su identidad, es en la Biblia.

Es por eso que ni las cruces y adornos de Jesús, ni las pinturas religiosas, ni las frases de cristianos célebres, ni los libros de teología, ni las películas cristianas, ni aun los best sellers evangélicos, pueden darnos toda la información que se halla en las Sagradas Escrituras, y de las cuales el mismo Jesucristo dijo: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí  (Juan 5:39).

La importancia radical de la Biblia se puede apreciar, en que nos ha dado la revelación del origen y destino final de la humanidad, los Mandamientos, los escritos de los profetas por medio de quienes Dios mismo habla a los hombres, la sabiduría de Dios plasmada a través de los libros poéticos y proverbiales y la doctrina de Jesucristo y su vida misma. Así como todas las narraciones históricas en las que podemos hallar prefigurado y tipificado al Mesías, y aquellas cosas que eran "figura y sombra de las cosas celestiales" (Hebreos 8:5)

Por estas razones, lo que busco es que nos acerquemos a los textos originales, a los testimonios directos, las palabras genuinas, aquellas que alumbran los ojos del entendimiento de todo aquel que busca sincera y humildemente al Dios vivo y verdadero.
Por eso siempre busco citar las porciones de la Biblia que nos llevan a Él:

 “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.” 2 Pedro 1:16

“Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?
Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.
El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.” (Juan 14:22-24)

Es en la Biblia donde podemos hallar esas palabras tan incomparablemente valiosas, de modo que está escrito:

“Oíd, porque hablaré cosas excelentes,
Y abriré mis labios para cosas rectas.
 Porque mi boca hablará verdad,
Y la impiedad abominan mis labios.
 Justas son todas las razones de mi boca;
No hay en ellas cosa perversa ni torcida.
 Todas ellas son rectas al que entiende,
Y razonables a los que han hallado sabiduría.
 Recibid mi enseñanza, y no plata;
Y ciencia antes que el oro escogido.
 Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas;
Y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella.” (Proverbios 8:6-11)

Desecha las ideas y prejuicios de los hombres y considera cuidadosamente las palabras de verdad que han sido conservadas a través de los milenios, para que tengamos “la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo … que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2 Pedro 1:19-21)

“Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16)

“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17)

Amén.

N.M.G.



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