John Fullerton MacArthur Jr. (Los
Ángeles, California; 19 de junio de 1939) es un pastor y autor estadounidense,
conocido por su programa de radio de enseñanza cristiana, sindicado
internacionalmente, Grace to You (Gracia a Vosotros). Es el pastor y maestro de
la Grace Community Church en Sun Valley, California desde el 9 de febrero de
1969 y actualmente es también el presidente de The Master's University en
Newhall, California y de The Master's Seminary en Los Ángeles.
He
puesto una cita de John MacArthur para presentarlo como un referente confiable
de la enseñanza bíblica. MacArthur señala la dificultad para entrar al cielo de
la cual las personas no están conscientes. Ello se debe, en parte, a que
existen un sin fin de hombres y mujeres sosteniendo sus propias ideas y
enseñanzas, algunos son directos contradictores y detractores de la Biblia,
otros, sus tergiversadores y adulteradores hablando “de parte de Dios”.
No
es entonces difícil entender la lógica implicada en la necesidad de enfrentar
una batalla en donde las mentiras y el engaño intentan alejar a las almas de la
verdad que nos puede hacer libres (conforme a la enseñanza del propio Señor Jesús
en Juan 8:32).
Así que, quien piensa que es cosa fácil encontrar el camino correcto, es porque nunca ha estado consciente de la existencia de esa batalla que tiene al propio Satanás como comandante de las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12). Ya el llamado “cristianismo” está plagado de falsos líderes y maestros fraudulentos que desde los días de los propios apóstoles buscan llevar a los ingenuos tras sus perversiones de la fe y herejías destructoras (vea, por ejemplo, Judas 1:3-4, 2 Corintios 11:4,14-15, Romanos 16:17-18 entre otros).
MacArthur, en la cita que encabeza esta entrada, nos dice que la persona que encuentra “el verdadero camino al cielo” debe
venir desnuda y sola. ¿Qué significa
eso?
La
desnudes es sinónimo de sinceridad, de admitir la verdad de lo que hay detrás
de nuestra apariencia. Cuando nos quitamos la ropa, queda lo que somos
realmente. Y delante de Dios, nuestra alma no puede ocultar los pensamientos,
deseos, intenciones, fracasos y deudas morales que hemos acumulado a lo largo de
nuestra vida (con o sin religión). Por eso, la Escritura nos dice que: “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el
espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su
presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de
aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:12-13).
Desnudos y solos…
La
salvación es una cuestión individual, “nosotros no somos de los que retroceden
para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos
10:39). Tu fe no puede ser vivida por nadie más. Cada uno dará cuentas a Dios
de sí mismo. Y ese día, el único Mediador que se nos ha ofrecido como Sumo
Sacerdote, es Aquel que dijo: “Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan
14:6).
… y penitente.
¿Qué
significa ser penitente?
La
penitencia es el resultado de experimentar una pena interior. Ser penitente es
ser alguien que lamenta el mal cometido, y aquel que hay en nuestro interior. Cuando llegamos a ser conscientes de ese mal es cuando llegamos el
final del proceso por el cual vemos la verdad sobre quién es Cristo y quienes
somos nosotros: “el Justo por los
injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18).
La
cita de MacArthur se hace eco de las palabras del Señor Jesús en Lucas 13:22-24:
“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas,
enseñando, y encaminándose a Jerusalén. Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos
los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta;
porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.”
Si
no existiera un reino de mentiras y engaños que propone un ancho y espacioso
camino aparentemente inofensivo, pero “que lleva a la perdición” (Mateo 7:14), ¡no
habría ninguna dificultad! Pero la verdad es que estamos en medio de una guerra
espiritual de dimensiones cósmicas y de repercusiones eternas, en la cual “el cielo
y la tierra pasarán” pero las palabras de Jesús, “no pasarán” (Mateo 24:35).
Por
eso es tan importante que luego de haber conocido el mensaje del evangelio de
Cristo permanezcamos firmemente “asidos de la palabra de vida” (Filipenses
2:16). “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos
firme hasta el fin nuestra confianza del principio” (Hebreos 3:14).
Que
las palabras que Jesús habló tengan más trascendencia que el cielo y la tierra,
es la declaración de algo que está haciendo Dios de acuerdo a un plan eterno (ver
Efesios 1:3-14). Por esto el Señor dice: “De
cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene
vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De
cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán
la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el Padre
tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y
también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. No
os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de
vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan
5:24-29).
Ciertamente,
la pregunta que nos queda por hacernos es, ¿creemos
realmente estas palabras de todo
corazón?
En
ese caso, nos encontraremos caminando por el camino angosto que lleva a la vida
(Mateo 7:14), poco transitado, en el que habremos entrado solos y desnudos, para
confesar que somos pecadores salvados por el Buen Pastor, que puso su vida para
rescatar a Sus ovejas (conf. Juan 10:27-28, 1 Timoteo 2:5-7).
La
voluntad de Dios para tu vida es que creas en el que Él envió, el mismo que dijo:
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las
conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie
las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie
las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.” (Juan
10:27-30)
¡Sé una de sus ovejas y vivirás!
Dios te bendiga.
N.M.G.
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